Descansar, mirar hacia atrás y proyectar

“El séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho” (Gen 2, 2). Así nos habla el libro del Génesis lo que Dios hizo en el séptimo día de la creación, y también cómo se detuvo en cada una de las jornadas anteriores para ver que lo hecho era bueno.

Me permito citar este versículo y referirme a este relato bíblico para llamar la atención sobre tres cosas que considero muy importantes. La primera de ellas es el descanso que Dios se otorgó durante un día. La segunda es que este descanso tuvo lugar una vez que el trabajo estuvo terminado. La tercera, que al finalizar cada uno de los días de la creación tuvo un instante para mirar lo creado y ver que era bueno, lo que nos indica que se detuvo al menos un momento para evaluar el trabajo realizado.

Creo que en estos meses de verano debemos hacer aquello que Dios nos enseña. Ciertamente, otorgar un período determinado de tiempo al descanso; que ese descanso se produzca una vez terminadas aquellas cosas importantes en las cuales asumimos un compromiso el 2020 y, finalmente, llevar la mirada hacia atrás para evaluar y ver qué tan bueno fue lo hecho.

A las puertas de un rebrote de la pandemia a nivel país ya reconocido por las autoridades gubernamentales, descansar es fundamental para asumir con nuevas energías lo que nos depara este año, que a nivel educativo tiene establecido al menos por decreto el inicio de las clases presenciales. Un descanso que lleve de la mano la desconexión de las redes digitales, para que pueda aprovecharse al máximo junto a quienes fueron y seguirán siendo parte de un pilar fundamental en nuestra vida: me refiero a los miembros más cercanos de nuestras respectivas familias con quienes, debido a los confinamientos y al teletrabajo, hemos tenido la oportunidad de pasar más tiempo y estar más cerca.

Sin duda, la pausa de estas semanas nos permitirá mirar hacia atrás y analizar cómo nos desenvolvimos el 2020, de qué manera asumimos una realidad que para la mayoría de nosotros era ajena, me refiero al trabajo online o no presencial, y si estas formas fueron las más adecuadas para nuestro entorno. ¿Nos dejamos llevar por la frustración de no manejar herramientas digitales? ¿Pudimos vincularnos de buena manera con nuestra familia en el espacio común del hogar? ¿Fuimos capaces de reconocer y expresar adecuadamente nuestras emociones? ¿Asumimos con renovado ardor misionero el desafío de evangelizar en el ambiente en que desarrollamos nuestra labor?

Que las respuestas a estas preguntas nos guíen en un camino en constante cambio para este 2021, y hagan que nuestro descanso tenga un provecho edificante.

Adriana Fernández Álvarez
Delegada Episcopal para la Educación y Cultura

 

Publicado el: 25 Enero, 2021
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