El Príncipe de la Paz

Acaba de terminar el ciclo litúrgico de Navidad y uno de los conceptos que nos deja la Palabra de Dios es que Jesús, Hijo de Dios e hijo de María, es el Príncipe de la Paz. Este título aparece mencionado en la profecía de Isaías que escuchamos la noche de Navidad: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado… sus títulos son: «Consejero admirable, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz» (Isaías 9, 5). La esperanza del pueblo de Dios y del mundo, sometido a tanta violencia a través de las generaciones, está contenida en un niño que es el príncipe de la paz; quien quiera ser parte del Reino de Dios, tendrá que ser parte de un reino de paz. Los que consiguen sus objetivos a fuerza de golpes, extorsiones, insultos, provocaciones y menosprecios, no tendrán cabida en este reino de paz.

Solo quien acepte a este niño y su lógica de verdad, firmeza, amor y paz, podrá participar de este reino, ya que Dios ni engaña ni puede ser engañado  (es ‘consejero admirable’), vence y no puede ser doblegado (porque es ‘Dios fuerte’), no deja de amar (porque es ‘Padre para siempre’) y rechaza la violencia (porque es ‘Príncipe de la paz’).

El príncipe de la paz utiliza las débiles armas de la paz; usa un lenguaje de paz, que siempre aparecerá débil frente a la hostilidad de las palabras ofensivas o provocadoras, pero que permitirá que los que han sido maltratados verbalmente puedan escuchar palabras de vida eterna. El príncipe de la paz mira con ojos pacíficos, ojos vulnerables al odio y la ira, para que los que han sido ya condenados por las miradas humanas no sean condenados por Dios. El príncipe de la paz tiene brazos abiertos, brazos que no pueden defenderse adecuadamente frente a quienes atacan, pero en condiciones de dar a quienes han perdido y de recibir a quienes han sido rechazados.

Este reino de paz es el que el Hijo de Dios, nacido en Belén, vino a instaurar.

Los acontecimientos del inicio de este nuevo año parecieran no darnos tregua con una violencia desatada. Y tantos se oponen a la violencia invocando más violencia. Los cristianos estamos en una encrucijada histórica: o nos sumamos al reino de paz de Jesucristo o nos dejamos llevar por el reino de violencia. Pero parece que no hay tiempo para la necesaria reflexión: ¿en qué reino quiero vivir, en el de la violencia o en el de la paz? ¿Estoy convencido de que deseo formar parte del reino de Cristo y asumir el costo de trabajar por la paz con las armas de la paz? A veces parece darse la confusión de luchar por la paz, pero con las armas de la guerra. Abundan los reclamos por doquier, la indignación, la rabia, las revanchas, las funas, los linchamientos por redes sociales, los asesinatos; por el contrario, escasean las acciones de bondad, las propuestas de unidad, el reconocimiento de la verdad, la escucha atenta de otras opiniones, los gestos de compasión, las palabras de consuelo y las peticiones de perdón.

Hay que volver a la siempre pertinente pregunta ‘¿Qué haría Cristo si estuviera en mi lugar?’ y decidir por qué camino deseo avanzar en este 2021.

 

P. Mauricio Aguayo Quezada
Párroco Nuestra Señora de la Candelaria
Vicario para la Pastoral
Iglesia de concepción

Publicado el: 11 Enero, 2021
© Arzobispado de Concepción