La penitencia en tiempo de cuaresma

Con la celebración del miércoles de ceniza y el Primer domingo de Cuaresma, hemos comenzado un nuevo tiempo litúrgico, que este año se nos presenta con la característica especial de ser un camino cuaresmal en contexto de pandemia. Lejos de ser una distracción a nuestras prácticas cuaresmales, parece ser que esta cuaresma ha tenido una larga introducción con medidas sanitarias que nos han puesto en cuarentena desde hace mucho tiempo, y que nos han llevado a poner en práctica diversas “renuncias” y “penitencias” que nos han permitido ir controlando poco a poco la pandemia, confiando que el control total se dará una vez que toda la población esté vacunada.

La cuaresma nos invita básicamente a practicar la penitencia, con el ayuno, la limosna y la oración. El rasgo más distintivo de esta pandemia ha sido el someternos a la “penitencia” de usar mascarillas, lo que para muchos no fue fácil; pero también hemos comprendido que es algo necesario y no sólo por nosotros mismos, sino pensando en los demás. Lo mismo podríamos decir de mantener la distancia física y el privarnos de los saludos de manos y besos en la mejilla o abrazos, junto con otras medidas higiénicas como el lavado frecuente de manos y el uso del alcohol gel, entre otros. Ha sido un tiempo penitencial, que tiene un fundamento espiritual muy profundo: el cuidado de la vida. Fue el encargo que nos dio el Señor: cuidar y labrar la tierra (cf. Gen 2,15). Hay que cuidar de los demás, no podemos olvidar esto. Luego está el “ayuno”, que también nos ha tocado experimentar en el tiempo de la pandemia. Desde las normas eclesiásticas lo comprendemos como una privación o al menos una disminución de lo que normalmente nos servimos a diario en cuanto alimentos, pero también hay que hacer ayuno de otros aspectos de la vida que consumimos a diario, para ofrecerlo como una ofrenda a Dios. Este aspecto ha sido un rasgo muy duro en tiempos de pandemia, porque para muchas familias se tornó no en un acto gratuito sino obligado. Muchas familias vieron disminuidos sus ingresos de modo severo, aspecto que las autoridades han contrarrestado con diversas medidas sociales para amortiguar la crisis. Desde el “ayuno” que nos toca vivir en este tiempo de la cuaresma se nos invita a solidarizar con las familias más necesitadas, ayudando a mantener los comedores solidarios y los albergues para migrantes y los más pobres. En ese sentido, el ayuno nos permite compartir con los demás en un acto de caridad, fraternizando con nuestros hermanos más necesitados, y ofreciendo nuestra ayuda que queda en el secreto de Dios. Es el verdadero sentido de la limosna y que tiene un canal solidario concreto llamado “cuaresma de fraternidad”. Finalmente, también la oración es un rasgo distintivo de la cuaresma, y que se traduce en estos tiempos de pandemia en rezar con mayor intensidad, de forma individual como también familiar. La pandemia nos ha permitido encontrarnos en nuestros hogares como iglesia doméstica y dirigir la oración en común, y también nos ha permitido aprovechar las redes sociales para conectarnos con otros y rezar juntos.

En este tiempo de cuaresma, vivamos con profundidad estos rasgos penitenciales, que nos permitan extraer, desde el contexto de pandemia, aquella disposición de humildad del corazón, para poder llegar a la Semana Santa y renovar nuestro compromiso cristiano al contemplar los misterios de la pasión, muerte y gloriosa resurrección de Jesucristo.

Padre Pedro Gómez Díaz
Vicario General

Publicado el: 22 Febrero, 2021
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