El tiempo litúrgico de Cuaresma se inicia con el Miércoles de cenizas y este año, Año de la Fe, nos encuentra abocados a centrarnos en Jesucristo, Él es el Maestro, Él es el Señor, Él es el Dios de nuestra historia.
La cuaresma como cada año, es una excelente oportunidad para prepararnos, renovarnos y convertirnos en mejores personas a través de nuestros actos.
En cuaresma recordamos los 40 días que Jesús pasó en el desierto; estos 40 días, deberían significar un tiempo de reflexión y cambio. Cuaresma es una exhortación a la renovación de nuestro espíritu, a la reconciliación con Dios y con el prójimo. Un tiempo para aceptar que somos seres frágiles y llenos de debilidades pero aún así, amados por Dios.
Al inicio de esta Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, se nos recuerda que sólo caminando con Jesús, podremos salir victoriosos de cualquier situación; Cristo, su vida, su mensaje, su enseñanza es la fuerza que nos impulsa, la inspiración, el perdón, el amor.
Oración, ayuno, penitencia y abstinencia caracterizó esos 40 días de Jesús en preparación para cumplir el culmen de su misión redentora, por eso también la Iglesia nos propone la oración, el ayuno, la penitencia y la abstinencia en este tiempo particular; estas prácticas cuaresmales vividas en una dimensión comunitaria logran ser una expresión viva del amor hacia nosotros mismos, hacia el prójimo y hacia Dios. Hagamos ayunar nuestro afán de poseer, con el fin de ofrecer a nuestro prójimo aquello que necesita. ¡Abramos nuestro corazón a la voz del Señor en nuestros hermanos más desposeídos! No olvidemos que las prácticas piadosas o las obras de caridad proporcionan una gran alegría y acercan nuestro corazón hacia los ideales, hacia lo sobrenatural, hacia el Señor…
Emprendamos el recorrido de esta Cuaresma dando pasos de servicio a los demás, busquemos sacar de nosotros todo aquello que no nos permite parecernos a Dios y ser verdaderamente imagen y semejanza suya.