Hna. María del Rosario Castillo Burdiles: “Fui feliz antes y me siento más feliz ahora”

Publicado el: 12 Julio, 2011

La hermana María del Rosario es profesora de educación general básica con menciones en ciencias naturales y religión, y se desempeña como rectora del Colegio Inmaculada Concepción de la capital penquista. Originaria de Angol, nació el 22 de marzo de 1953 en el seno de una familia humilde, pero con muchos principios y valores, compuesta por otros 9 hermanos, que supo encaminar su vocación.

A los 42 años le dio el sí al Señor, y profesó los votos perpetuos el 21 de noviembre de 2004. Durante su noviciado estuvo un año en Estados Unidos, desde donde viajó a Roma para completar su formación en compañía de otras hermanas de distintas partes del mundo. Actualmente termina su tesis para optar al grado de Magíster en Dirección y Liderazgo para la Gestión Educacional.

En estas líneas nos responde sobre su vocación, su trabajo como rectora y entrega un breve mensaje a propósito de la actual problemática de la educación.

Hermana, ¿Cómo se manifestó su vocación?

Antes de que se presentara esto muchas personas me decían que tenía pasta para ser religiosa, y yo les respondía que no veía eso para mí. Por otro lado, mi familia siempre fue muy apegada a las religiosas de Santa Ana, del convento de Angol, donde estudié parte de mi educación básica. En una ocasión, cuando ya trabajaba y era profesional, fui a Angol a ver a una de mis tías que estaba enferma, y se me acercó una religiosa que me dijo “usted está siendo pastoreada por Dios”. Sentí un remezón muy fuerte y le pregunté porqué, a lo que ella respondió “en sus ojos se ve”. Recuerdo que quedé muy impactada con eso. Luego, trabajando como laica en el colegio Inmaculada Concepción de Talcahuano llegó una religiosa joven, la hermana Catalina Pavez, que tenía una cara de alegría, que siempre caminaba como en el aire, llena de energía, y ahí el Señor me tomó muy fuerte y sentí el deseo de ser religiosa. Fue una cosa como enamorarse y querer compartir ese amor con la persona que uno ama. Me tuvo muy preocupada, no dormía bien, era una inquietud tremenda, fue algo que me conmovió.

¿Qué sintió cuando supo que había sido aceptada en el convento, y luego al profesar los votos perpetuos?

Llevaba 7 años trabajando con las hermanas, y después de hablar con la provinciala oficialicé mi deseo con una carta, que envié el 7 de octubre de 1995. Luego, el 12 del mismo mes me llegó la respuesta del convento, y no quería abrir el sobre, estaba nervios. Cuando al final me decidí supe que me habían aceptado. Después, en el momento de profesar los votos perpetuos sentí una emoción tremenda, porque uno declara entregarse al servicio de la Iglesia a través de la congregación, para siempre. Yo siento la presencia de Dios en mi persona, me siento gratificada. Fui feliz antes y me siento más feliz ahora, siento a Dios más cerca de mí.

Respecto de su trabajo como rectora, ¿qué valores destacaría como fundamentales en los colegios Inmaculada Concepción?

Un trato muy especial con el otro, que sella a nuestras alumnas en su actuar, en su servicio. La afectividad, el respeto, eso como que se palpa en el aire, se nota y es visible en las instituciones superiores a las que ingresan nuestras alumnas, que nos envían felicitaciones porque se aprecia la diferencia en su forma de ser.

Finalmente, sobre la problemática actual en el ámbito de la educación, ¿cree usted que falta una conciencia más crítica al respecto?

Lo veo muy preocupante, creo que ataca mucho la dignidad de la persona. En las oraciones siempre pongo a los jóvenes que están en conflicto, para que haya una luz que ilumine sus mentes; a las autoridades para que haya apertura y más apoyo, y para que también los jóvenes sepan utilizar estas instancias. La sociedad mueve las masas, entonces a veces se quiere avanzar con mucha impetuosidad, sin mirar mucho, rápidamente. Quizá nosotros como adultos fallamos en la conducción, o debiésemos dar una formación que llegue más a los jóvenes, que les permita buscar las mejores estrategias de una manera más sana. A muchas cosas no se les logra dar una orientación que sea productiva para los jóvenes, que luchan para encontrar mejoras que son necesarias, y donde ellos tienen que aportar ya que son parte activa”.

Hna. María del Rosario Castillo Burdiles: “Fui feliz antes y me siento más feliz ahora”

La hermana María del Rosario es profesora de educación general básica con menciones en ciencias naturales y religión, y se desempeña como rectora del Colegio Inmaculada Concepción de la capital penquista. Originaria de Angol, nació el 22 de marzo de 1953 en el seno de una familia humilde, pero con muchos principios y valores, compuesta por otros 9 hermanos, que supo encaminar su vocación.

A los 42 años le dio el sí al Señor, y profesó los votos perpetuos el 21 de noviembre de 2004. Durante su noviciado estuvo un año en Estados Unidos, desde donde viajó a Roma para completar su formación en compañía de otras hermanas de distintas partes del mundo. Actualmente termina su tesis para optar al grado de Magíster en Dirección y Liderazgo para la Gestión Educacional.

En estas líneas nos responde sobre su vocación, su trabajo como rectora y entrega un breve mensaje a propósito de la actual problemática de la educación.

Hermana, ¿Cómo se manifestó su vocación?

Antes de que se presentara esto muchas personas me decían que tenía pasta para ser religiosa, y yo les respondía que no veía eso para mí. Por otro lado, mi familia siempre fue muy apegada a las religiosas de Santa Ana, del convento de Angol, donde estudié parte de mi educación básica. En una ocasión, cuando ya trabajaba y era profesional, fui a Angol a ver a una de mis tías que estaba enferma, y se me acercó una religiosa que me dijo “usted está siendo pastoreada por Dios”. Sentí un remezón muy fuerte y le pregunté porqué, a lo que ella respondió “en sus ojos se ve”. Recuerdo que quedé muy impactada con eso. Luego, trabajando como laica en el colegio Inmaculada Concepción de Talcahuano llegó una religiosa joven, la hermana Catalina Pavez, que tenía una cara de alegría, que siempre caminaba como en el aire, llena de energía, y ahí el Señor me tomó muy fuerte y sentí el deseo de ser religiosa. Fue una cosa como enamorarse y querer compartir ese amor con la persona que uno ama. Me tuvo muy preocupada, no dormía bien, era una inquietud tremenda, fue algo que me conmovió.

¿Qué sintió cuando supo que había sido aceptada en el convento, y luego al profesar los votos perpetuos?

Llevaba 7 años trabajando con las hermanas, y después de hablar con la provinciala oficialicé mi deseo con una carta, que envié el 7 de octubre de 1995. Luego, el 12 del mismo mes me llegó la respuesta del convento, y no quería abrir el sobre, estaba nervios. Cuando al final me decidí supe que me habían aceptado. Después, en el momento de profesar los votos perpetuos sentí una emoción tremenda, porque uno declara entregarse al servicio de la Iglesia a través de la congregación, para siempre. Yo siento la presencia de Dios en mi persona, me siento gratificada. Fui feliz antes y me siento más feliz ahora, siento a Dios más cerca de mí.

Respecto de su trabajo como rectora, ¿qué valores destacaría como fundamentales en los colegios Inmaculada Concepción?

Un trato muy especial con el otro, que sella a nuestras alumnas en su actuar, en su servicio. La afectividad, el respeto, eso como que se palpa en el aire, se nota y es visible en las instituciones superiores a las que ingresan nuestras alumnas, que nos envían felicitaciones porque se aprecia la diferencia en su forma de ser.

Finalmente, sobre la problemática actual en el ámbito de la educación, ¿cree usted que falta una conciencia más crítica al respecto?

Lo veo muy preocupante, creo que ataca mucho la dignidad de la persona. En las oraciones siempre pongo a los jóvenes que están en conflicto, para que haya una luz que ilumine sus mentes; a las autoridades para que haya apertura y más apoyo, y para que también los jóvenes sepan utilizar estas instancias. La sociedad mueve las masas, entonces a veces se quiere avanzar con mucha impetuosidad, sin mirar mucho, rápidamente. Quizá nosotros como adultos fallamos en la conducción, o debiésemos dar una formación que llegue más a los jóvenes, que les permita buscar las mejores estrategias de una manera más sana. A muchas cosas no se les logra dar una orientación que sea productiva para los jóvenes, que luchan para encontrar mejoras que son necesarias, y donde ellos tienen que aportar ya que son parte activa”.

Publicado el: 12 Julio, 2011
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