Su primera sesión sostuvieron, el lunes 3 de junio, los 66 miembros que forman parte de la Asamblea Sinodal que preside Monseñor Fernando Chomali, quien diera comienzo al VII sínodo de nuestra Arquidiócesis el pasado 22 de mayo, cuando ésta cumplió 450 años de historia.
Las personas que forman parte de esta Asamblea Sinodal reciben el nombre de sinodales y son elegidos por el Arzobispo junto al Consejo de Gobierno, de acuerdo al derecho canónico y buscando representar de la mejor manera posible a toda la Arquidiócesis.
Hombres y mujeres; consagrados y laicos provenientes de la mayoría de las realidades eclesiásticas de la Iglesia de Concepción se mostraron dispuestos a enfrentar este desafío y trabajar arduamente para dar respuesta a interrogantes como: ¿cuál es el “hombre concreto” a quién le vamos a anunciar el amor de Jesucristo resucitado? ¿cómo vamos a anunciar esta buena nueva? ¿de qué forma vamos a llegar a estas personas alejadas?
Para responder a estos planteamientos es necesario organizarse, para lo cual el objetivo de la sesión inaugural fue coordinar la frecuencia de los encuentros (día, hora) a través de una votación. Asimismo, los miembros de la Asamblea Sinodal votaron para elegir el Consejo de Dirección y las comisiones sinodales (redacción, espiritualidad y liturgia, contenido y funcionamiento interno).
En la oportunidad también la Asamblea Sinodal eligió al Secretario General del VII sínodo de nuestra Arquidiócesis, unánimemente la elección recayó en el actual Vicario Pastoral, el padre Mauricio Aguayo, quien será parte del Consejo de Dirección y tendrá por principal función coordinar el trabajo de las sesiones sinodales.
Antes de finalizar el encuentro, los presentes saludaron a Monseñor Chomali, quien cumplió siete años de ordenación episcopal, mostrándose agradecido y animado para emprender esta responsabilidad que significa presidir un sínodo.
Ponencia de Mons. Fernando Chomali en la Sesión Inaugural del VII Sínodo
Hemos querido destacar algunos puntos que nuestro Arzobispo expuso en la primera sesión de la Asamblea Sinodal.
¿Por qué un Sínodo? Porque siempre tenemos que estar abiertos a la búsqueda, siempre tenemos que estar abiertos. Y la tendencia general es cerrar las ventanas, esa es la tendencia nuestra, una tendencia natural. Y de vez en cuando debemos decirnos: vamos a abrir las ventanas, para escuchar.
Y este Sínodo se hace más urgente que nunca porque el mundo cambió, las personas cambiaron, los jóvenes son distintos, y tenemos que escucharlos en toda su realidad. En la Arquidiócesis de Concepción. En el mundo, no existe “una cultura”, hay muchas culturas: la cultura de los jóvenes estudiantes de la Universidad de Concepción es distinta a los jóvenes de una universidad privada, la cultura del hombre del mar es distinta a la cultura del hombre de campo, la cultura del joven de ciudad es distinta a la cultura del joven que está en la zona minera; es decir, hay “muchas culturas” de las cuales nosotros tenemos que hacernos cargo, y por lo tanto, tenemos que conocerlas para poder servirlas en su realidad, no en la nuestra. Eso es lo que yo llamo una evangelización inculturizada. No se trata de llegar con nuestros contenidos, sino que se trata de escuchar la realidad y, a esa realidad, anunciar el Evangelio; y eso evidentemente exige de nosotros un gran trabajo y un gran esfuerzo.
1. Lo primero es una nueva forma de pensar y de sentir que va mucho más allá de lo objetivo. Es decir, hoy día hay una corriente que valora la subjetividad, y la subjetividad individual. “Lo que yo pienso, es lo que es”. Y una gran incapacidad de reconocer la realidad tal cual es, y como consecuencia de esto, impidiendo reconocer principios morales de valor universal. La consecuencia de esto es un excesivo interés por los propios sentimientos, y eso ha llevado a una gran carencia de un pensamiento propiamente racional; y eso lo vemos en que en todas nuestras discusiones y nuestras conversaciones prevalece mucho más el sentimiento, lo que yo pienso, de lo que las cosas son.
Y eso evidentemente que dificulta mucho el diálogo, y sobre todo el intento sincero de buscar honesta y humildemente la verdad. Y creo que la Iglesia debe ser el gran espacio del diálogo sereno, del diálogo maduro, para la búsqueda sincera de la verdad.
2. Otra cosa que me parece muy preocupante, y ahí nosotros tenemos una gran palabra que decir, es que hay un deficiente concepto sobre el ser humano. Cómo nos tratamos. Realmente me llama la atención lo mal que nos tratamos: esposo/esposa, padre/hijo, en el mundo empresarial ¿Cómo se tratan los problemas? … Es decir, nos estamos tratando muy mal. Y también puede acontecer eso en la vida del cristiano. Por lo tanto tenemos que volver a reconocer el valor altísimo que tiene el ser humano, volver a reconocerlo y obviamente tenemos que poner nuestra confianza en esta visión del hombre, porque hoy se ha inyectado una visión materialista, que privilegia la ciencia y la técnica como factores de cambio y de progreso. Y la verdad que las píldoras de todos colores no van a cambiar al ser humano, lo que lo va a cambiar es un cambio de corazón y por eso que nosotros apelamos a la conversión. Creemos que el cambio interior de las personas va a llevar a la posibilidad de construir un mundo mejor…
Y eso solamente será posible si hablamos una y mil veces del amor misericordioso de Dios. Porque si ustedes se fijan hoy la televisión, la sociedad, permite todo. Se permite píldora anticonceptiva y abortiva a niñitas menores de 14 años, se permite pornografía en televisión, en internet; se permite todo, se promueve todo, pero la sociedad no perdona. Y nosotros claramente no permitimos eso, no promovemos eso, pero perdonamos. El perdón va a ser la característica más propia del cristianismo y de la Iglesia Católica, y tenemos que avanzar mucho en ese camino, y sobre todo el perdón a nivel nacional, porque todavía no se han cerrado muchas heridas.
3. Otro tema del cual tenemos que hacernos cargo en nuestra tarea evangelizadora es el mundo del trabajo. Hay mucha frustración en el mundo del trabajo. Y creo que nosotros tenemos un Evangelio del trabajo. Y la encíclica de Juan Pablo II, Laborem exercens, la Doctrina social del la Iglesia, forma parte de nuestra visión, y tenemos que conocer más a fondo el mundo del trabajo porque claramente hay un gran debilitamiento de la justicia, y especialmente hacia los más pobres, lo que ha llevado a la pérdida en la oración fraterna, en el trabajo, con todo lo que eso significa. No tengamos miedo de invitar a los sindicatos, a estar cerca de ellos, a escuchar al mundo de la pobreza, del carbón; eso es parte de nuestra tarea evangelizadora, porque son personas que sufren mucho y que están tremendamente frustradas.
Especialmente yo veo el esfuerzo que hacen las mujeres. Todos sabemos que, en nuestra zona, la mujer es la proveedora del hogar en una gran mayoría, el esfuerzo que hace, y la pregunta es ¿Cómo la acompañamos? ¿Qué palabra le damos de aliento, que palabra de cercanía? ¿Qué tiene Jesús y la Iglesia que decirle a esa persona?
4. Otra cosa que me parece tremendamente importante es la urgencia de salir de nosotros mismos. Creo que la Iglesia será Iglesia si es una Iglesia Misionera. Y sobre todo, llevando el principio básico que es el Amor de Jesucristo. Y créanme que eso es hoy día lo que más necesitamos. Hoy día, si ustedes comparan, por ejemplo, piensen un segundo, cierren los ojos: el dinero que sus papás tenían a los 18 años, el dinero que ustedes tuvieron a los 18 años y el dinero que los jóvenes tienen a los 18 años, es otro mundo. Comparen la libertad que tenía su padre a los 18 años, la libertad que teníamos nosotros a los 18 años, la libertad que tienen los jóvenes a los 18 años, es otro mundo. ¿Cómo evangelizamos en la libertad? De qué manera les hablamos a los jóvenes de la libertad, que es una libertad asociada con el bien. Creo que ahí también hay un gran trabajo que realizar.
Y por tanto si ustedes se dan cuenta, en estas cuatro líneas que yo he trazado, el Sínodo es el lugar para comprender el mundo de hoy y anunciar el evangelio. Es distinto querer evangelizar a una mujer, dueña de casa, que a las tres de la tarde tiene las cosas listas para ir a la catequesis, a una mujer que se levanta a las cinco de la mañana, que está dos horas en la micro, que vuelve cansada a hacer las tareas a su casa y de qué manera nosotros acogemos eso, porque también esa persona quiere conocer el Evangelio.
Tenemos que escuchar también a la familia. En Concepción, esto lo digo con estadísticas que conozco y que están a la mano, hoy día tener un papá en la casa es un lujo. Tener un papá en la casa es un lujo. La familia lamentablemente se ha desintegrado y las consecuencias de eso son muy drásticas. De qué manera nosotros nos acercamos a esa urgencia y necesidad, y de qué manera anunciamos la buena nueva de la familia. Y créanme que los corazones jóvenes están muy dispuestos, porque en todas las encuestas que se hacen en todos los niveles, nos plantean que el joven lo que más quiere es tener una familia, formar una familia, lo que más quiere es tener un trabajo: eso es lo que quiere.
Y lamentablemente toda la acción política va exactamente por el lado contrario, pero este deseo, de qué manera nosotros como agentes evangelizadores, lo canalizamos. Cómo generamos, por ejemplo, en la pastoral juvenil, en la pastoral parroquial, atreverse a tener escuelas de pololos, atreverse a hablar de la castidad como un gran valor. Todos sabemos el nivel de frustración que sufren las chiquillas, los chiquillos cuando tienen relaciones sexuales adolescentes, lo sabemos, eso está demostrado por todos lados. Pero algo que nos falta, ese celo de hacer ver la importancia que tiene por ejemplo el respeto por el otro. No tengamos miedo de ir contra la corriente frente a este permisivismo social, moral, que tanto daño nos hace.