En todas las parroquias, capillas y en la Catedral, se celebró Domingo Ramos, que se inició con el rito de bendición de los ramos, para recordar la Pasión del Señor y comenzar la Semana Santa.
Así ocurrió en la Catedral, en la celebración que presidió monseñor Fernando Chomali, arzobispo de Concepción. En el quiosco de plaza Independencia bendijo los ramos que portaron numerosos fieles, quienes posteriormente se dirigieron hasta el templo.
“Hermanos y hermanas, hemos hecho un tiempo de Cuaresma y, ahora, en esta semana celebraremos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Es un tiempo muy potente para nuestra propia vida, porque durante esta semana podremos recorrer nuestra propia pasión, pero también podremos recorrer nuestra propia resurrección”, afirmó Monseñor Chomali tras bendecir los ramos.
Ya en la Catedral, durante su homilía, el Arzobispo reflexionó tras la lectura de la Pasión que “toda la preparación que hemos vivido en las parroquias, en las capillas, está orientada exclusivamente a eso. Cristo nos ama infinitamente, muere con nosotros y resucita y nosotros que estamos también muertos, en cierto sentido, con nuestros dolores, y angustias, resucitaremos junto a Él”.
Reflexionó, profundizando: “Quién no ha dicho alguna vez: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” ¡Cuántas veces nos hemos sentido abandonado de Dios cuando tenemos algún problema, cuando una familia tiene un hijo enfermo o cuando el marido queda sin trabajo. Esta es la verdad. Cuántas veces hemos sentido que nos crucifican injustamente, que mienten respecto de nosotros. Pero también cuántas veces nosotros hemos crucificado a otros”.
Subrayó que “esta es la historia de la humanidad”, agregando que “también hay muchos no creyentes que lo viven. Pero ¿cuál es la diferencia frente a este drama humano que vivimos, de alegrías, por cierto, pero también de dolores, traiciones, de sufrimientos que cala lo más profundo de nuestro ser?. Una gran diferencia: que Dios envió a su Hijo Jesucristo, que es Dios, que no hizo alarde de su condición divina y padeció por nosotros. Todo lo que nosotros vivimos día a día Dios lo vivió en su Hijo hasta el extremo. Él padece con nosotros y ese padecimiento sigue más vivo que nunca, porque cada vez que hay un dolor, cada vez que hay alguien que pasa hambre, sed, producto de la injusticia es el mismo Jesús que lo padece”.
Por eso, enfatizó que “no estamos solos en nuestro dolor”, recalcando que “así como nosotros gritamos ´Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado…aparte de mí este cáliz`, de la misma manera estamos llamados a decir como Jesús, pero que se haga tu voluntad, sabiendo que la muerte, el dolor, el sufrimiento, la injusticia, no es la última palabra, sino que la última palabra es la esperanza, la verdad, la justicia, el amor en definitiva, la resurrección”.
Monseñor señaló que “entre los católicos existe una tendencia muy equivocada de espiritualizar la vida, vivir fuera del mundo, refugiándose en la Iglesia. Eso no es lo que quiere Jesús, sino que quiere que participemos de la vida y nosotros debemos dar testimonio de la esperanza cristiana; que la muerte no es la última palabra, sino la vida y es justamente lo que vamos a celebrar durante esta semana que va a culminar el Sábado de Gloria, donde diremos feliz culpa que mereció Jesucristo, que es capaz de saciar lo más profundo de nuestra vida, que es la sed de Dios, viviendo en nuestra propia realidad”.
Concluyó diciendo, en su mensaje que “Dios quiera que nosotros, que somos cristianos, nos anonademos, que seamos más humildes, capaces de aceptar las humillaciones, pero que también trabajemos arduamente por la justicia, que pasemos en la vida haciendo el bien y así seremos reconocidos como cristianos”.
Indicó que esta semana, en las parroquias y en las capillas y en la Catedral, “tendremos todo un recorrido y un itinerario espiritual para tratar de comprender este gran misterio, que Dios se hace hombre, habita en medio de nosotros, padece todas las injusticias y Dios lo resucita y nos promete a nosotros que resucitaremos junto a Él”