Con mucha sencillez y humildad, imitando a Nuestro Señor Jesucristo, se repitió el gesto de lavado de pies a un grupo de adultos mayores y a un grupo de jóvenes, en la Catedral de Concepción.
La acción fue presidida por monseñor Fernando Chomali, quien en su homilía llamó a meditar en dos ideas: Dios vive en medio de nosotros, porque no estamos solos. “Un católico jamás debe tener una sensación de orfandad. Dios se queda con nosotros en la eucaristía. El cuerpo y la sangre de Jesucristo es verdaderamente Jesucristo. Somos el cuerpo de Cristo”, subrayó.
En este sentido, señaló que “gracias a Dios tenemos lugares donde podemos mirar a Cristo, contemplarlo y hacernos partes de Él, porque está presente desde 2000 años, cuando dice este es mi cuerpo y esta es mi sangre. No hay espacio para un católico tener una sensación de orfandad, porque Dios está presente en medio de nosotros”.
Explicó que la segunda idea tiene que ver con la pregunta más fundamental del ser humano ¿para qué existo? ¿Por qué existo? “Es una pregunta que nos sobrepasa, La verdad es que es un misterio. Pero ¿para qué existo? Tiene una respuesta contundente. Existimos para los demás. Existimos para dar la vida por los demás; para servir a los demás y Jesucristo nos da un gran ejemplo, haciendo el trabajo de un esclavo; lavar los pies era un trabajo de esclavos y Jesucristo lava los pies a los apóstoles y les dice que hagan lo mismo”, reflexionó.
Luego planteó: “¿Cómo sabemos nosotros si estamos siendo buenos cristianos? Hay una sola forma de saberlo. Si estamos sirviendo a los demás, si estamos preocupados de los demás. El Papa Francisco, en una carta muy hermosa que escribe sobre Cuaresma, habla de la globalización de la indiferencia. Estamos demasiados concentrados en nosotros mismos; no queremos centrarnos en la vida pública, en la vida sacerdotal, ni siquiera los jóvenes quieren casarse. Indiferentes con la posibilidad de comprometerse con alguien o comprometerse con algo. Y el Señor nos da un ejemplo de que somos auténticamente humanos, vivimos en profundidad nuestra humanidad cuando nos comprometemos con el otro hasta el punto de asumir la condición de lavarles los pies a los demás”.
Finalmente, dijo que “si tenemos una vida de oración y una vida de servicio, sin lugar a dudas que podemos aspirar a lo que deseamos, que es tener una vida como Jesucristo. Que estos días sea un tiempo muy fuerte para vivir un tiempo que nos ayude en nuestra vida cotidiana”.
La celebración eucarística concluyó con la exposición del Santísimo Sacramento, realizándose una procesión por el interior de la Catedral, para dejar el Santísimo en un altar lateral, para que los fieles hicieran adoración por algunas horas.