Escuela del Diaconado organizó jornada de formación con experto colombiano

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Publicado el: 22 mayo, 2015

Valorando la importancia del diaconado para la Iglesia y la necesidad de una formación continua, fray José Gabriel Mesa Angulo, sacerdote dominico, de nacionalidad colombiana, intervino en la jornada que organizó la Escuela del Diaconado Permanente, en Concepción.

En lo personal, confidenció que ingresó a la vida religiosa, hace 33 años, – hoy tiene 49 años de edad – y se ordenó sacerdote hace 25 años. Pertenece a la provincia dominicana de Colombia, de los Frailes Predicadores.

¿Dónde ha realizado su misión?

He estado en muchos lugares de Colombia  y en distintas obras, principalmente  “muy de puertas hacia adentro”, con el tema de la formación, la pastoral de las vocaciones, el noviciado, el postulantado, estudios institucionales de la comunidad, pero también en algunas otras actividades de tipo pastoral, a nivel de parroquia y sobre todo, de la vida universitaria, en la que he estado vinculado  durante varios años. Pero también estuve cuatro años viviendo en Ecuador por un envío especial que me hizo el maestro de la Orden, dedicado también a la pastoral de las vocaciones y, hasta hace unos 10 meses, estuve 3 años y medio en Roma, cumpliendo con un itinerario académico, estructurando el proyecto de celebración del jubileo de los 800 años de los Predicadores.

Invitación a Chile

Dijo que es la tercera vez que viene a nuestro país. “Vine por primera vez en el año 1999, a predicar un retiro a las hermanas dominicas y, casualmente, en esa oportunidad, vine a Concepción. Después volví para un encuentro de provinciales de la Orden, en América Latina, porque también estuve de provincial de los dominicos, durante ocho años, en Colombia.

¿Cómo observa la situación vocacional en la Iglesia?

El contexto de las vocaciones es muy distinto en cada parte. Es diferente hablar de contextos vocacionales en un país a otro, incluso dentro de un país, de una región a otra. Creo que para la pastoral vocacional hay un gran desafío, profundo y serio, que es la pastoral juvenil y la pastoral de las vocaciones en sí mismo, que no es simplemente una “pastoral para capturar vocaciones”, sino para acompañar a los jóvenes a tomar grandes decisiones en su vida.

Si nosotros orientamos una pastoral vocacional mucho más hacia las grandes decisiones de los jóvenes, seguramente encontraremos, en ese escenario, cómo  algunos descubren la vida y la misión de Jesús y de la Iglesia como una opción fundamental por la que ellos también pueden optar.

¿Cuál debe ser el rol de los colegios católicos?

Creo que los colegios tienen un rol importante, sobre todo en este contexto en que la educación católica se está viendo asfixiada por muchos intereses estatales, en distintos países de  nuestro continente. La educación católica creo también que es un desafío por el cual hay que jugarse una carta importante y dedicar esfuerzo y empeño, seriedad y método. De esa manera, muchas cosas pueden llegar a ser posibles, pero hay que esforzarse un poco más para que esa educación católica sea, cada vez más, orientada a que los jóvenes descubran su vida, su misión y, sobre todo, se vuelquen de manera más positiva sobre una sociedad que está esperando de ellos.

Da la impresión que se vive un fortalecimiento del diaconado ¿Qué opina?

Soy un poco crítico, porque hay fenómenos muy curiosos, como, por ejemplo, de algunas diócesis de Chile, de Colombia, de México y hay otros fenómenos más curiosos aún, en el cual el freno está todavía puesto y, en ese sentido, hay programas de diaconado que se han debilitado un poco, porque hay grupos de diáconos que se han ido envejeciendo, sin que haya una nueva generación. Entonces, el tema hay que mirarlo por varios frentes. Hay que ver cómo se acompañan las grandes iniciativas que están fortaleciendo el diaconado en algunos lugares del continente. Y hay que ver también de qué manera animar de nuevo y convencer de nuevo, aunque suene gracioso, a  los obispos y a los sacerdotes con esta vocación que es especialmente distinta a la vida presbiteral y que tiene también una  misión y un espacio importante en la Iglesia Católica, con una respuesta muy propia, que avanza vertiginosamente, en el ámbito, por lo menos, teológico sobre temas centrales como es la caridad dentro de la Iglesia.

Yo creo que el diaconado está siendo un gran desafío para la Iglesia. Es la vocación que está aumentando en número en el mundo entero, como dato curioso, desde hace algunos años, mucho más que las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada y eso hace que sea necesario, que la Iglesia ponga sus ojos en el diaconado de una manera mucho más decisiva.

Comentó, además, que el celibato sigue siendo un don del espíritu y que la vocación al sacerdocio, en estado celibatario, es un regalo de Dios a la Iglesia, “que encuentra su paradigma en el mismo Jesús.

Respecto al diaconado permanente, indicó que “nosotros no podríamos decir que porque yo sea casado, mi palabra sea más autorizada. Diría que la voz de un hombre casado es una voz autorizada, siempre y cuando su familia sea realmente un testimonio que respalde esa voz. En ese sentido, su mensaje pueda llegar de una manera más fácil, más fluida, a otras personas en el ámbito familiar. En tal sentido, creo que el diácono tiene una contribución muy importante que dar, el testimonio de su hogar, pero también con el conocimiento muchos de esos temas cotidianos de la vida familiar, que son espacios de evangelización a los cuales hay que saber llegar. En eso, el diácono permanente tiene un espacio ganado muy importante, que ojalá la Iglesia sepa aprovechar en el presente y en el futuro.

¿Qué mensaje deja a los diáconos en Concepción?

Dos cosas puedo compartir con una comunidad de diáconos. Primero, mi convicción y entusiasmo personal con esta vocación, que amo mucho. Curiosamente,  me la encontré en el camino sin buscarla y sin pensarla, que me ha ayudado como fraile y como sacerdote para entender mucho mejor mi vocación religiosa y mi vocación sacerdotal, porque cuando uno se mete en la especificidad de una vocación que no es propiamente la suya, se aprende a descubrir lo propio de esa vocación y lo propio de su vocación personal. Es una cosa que he querido compartir como una idea principal e importante, porque el diaconado es una vocación específica dentro de la Iglesia, que vale por sí mismo y, en ese sentido, no vale por lo que no sabe hacer, por lo que no puede hacer, sino por lo que es y lo que realmente puede hacer en la Iglesia, lo que es mucho”.

“Lo segundo – agregó- es poder ofrecer una sencilla contribución desde el ámbito académico y teológico, en torno a esta vocación tan maravillosa que es la vocación al servicio humilde desde la liturgia, la palabra y la caridad, para profundizar un poco más en torno a la identidad diaconal en la Iglesia”.

Finalmente valoró la necesaria formación

“Creo que la formación del diaconado es una parte muy esencial y creo que es necesario que los diáconos cuenten con una formación continua, especialmente los ordenados, que no pueden dejar de lado, en ningún momento, porque es una riqueza y es una seguridad para un  ministerio mucho más fecundo”, concluyó.

 

 

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