La eutanasia es un dilema bioético que por muchos siglos ha sido el centro de variadas discusiones nacionales e internacionales. Chile no ha quedado ajeno, teniendo como último antecedente la presentación del proyecto de ley “Muerte digna y cuidados paliativos”, recibiendo este documento la aprobación de la Cámara de Diputados en diciembre de 2020, encontrándose actualmente en los siguientes pasos de tramitación.
Este dilema no es simple de abordar, y requiere un análisis bioético exhaustivo desde las diferentes áreas de la vida humana, pues pareciese ser un triste reflejo de la realidad país y del problema cultural en el cual estamos inmersos, caracterizado por una cultura hedonista y la existencia de un marcado rechazo a vivir experiencias de sufrimiento y dolor, como si aquellas experiencias no tuviesen cabida en la vida misma de la persona y estuviesen carentes de sentido. Por otra parte, las tecnologías y diversos avances promueven, en cierta medida, la búsqueda de cánones de belleza que idealizan la juventud. Estas situaciones generan un impacto negativo, sobre todo en las personas mayores y en aquellas que se ven aquejadas por patologías que causen dolor crónico y/o enfermedades incurables, incidiendo directa o indirectamente en su autopercepción.
Un segundo ámbito de análisis es el aspecto sanitario pues,a pesar del gran esfuerzo de profesionales del área de la salud, este proyecto evidencia,claramente,un sistema que aún no es capaz de dar un acompañamiento integral con los recursos humanos, físicos y farmacológicos idóneos a todas aquellas personas que lo requieran. Si bien se han promovido los cuidados paliativos (derecho que está inserto en la Ley 20.584), cumpliendo un rol fundamental en el acompañamiento a gran parte de las personas con cáncer avanzado, este programa aún necesita de un aumento de recursos para poder potenciar sus actividades y ampliar cobertura, pues realmente es la opción que impide que las personas deseen terminar con su vida, siempre y cuando cumpla con los estándares de calidad adecuados y considerando, naturalmente, un trato humano, cercano, personalizado y digno, con los recursos necesarios para cumplir con los objetivos propuestos.
Dentro del mismo punto, la relación terapéutica es también un factor importante a tener en consideración, pues los actos del profesional del área de la salud deben estar destinados a promocionar, prevenir, sanar, curar o bien mantener el estado de salud de una persona, el cual sabemos que debe ser evaluado desde su biografía e historia, pero de ninguna manera vincularse con adelantar o favorecer la muerte del paciente. Teniendo claridad que el ensañamiento terapéutico, indiscutiblemente recibe una valoración negativa.
Desde el ámbito social, observamos aún grandes brechas entre los diferentes sectores o grupos socioeconómicos, teniendo las personas de mayores ingresos, mayores posibilidades de acompañamiento, acceso a medicamentos, infraestructura ad-hoc a su estado de salud, mientras que las de menores ingresos viven el abandono, la exclusión social y la desesperanza, lo que obviamente es un factor determinante en las decisiones que una persona puede tomar. Datos importantes para analizar con respecto a brechas sociales, se encuentran en la Quinta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez (2019), en donde se evidencia que el sentimiento de soledad aumenta en individuos sobre los 70 años y en personas con menor nivel educacional. Sumado a lo anterior,casi un 40% de los entrevistados percibe falta de compañía, es decir, 1 de cada 4 personas mayores se siente aislada o excluida por los demás, en tanto la percepción de satisfacción con la vida aumenta a medida que las personas tienen mayor nivel educacional, con más de 10 puntos porcentuales de diferencia entre las personas con educación básica versus quienes tienen algo de educación superior.
Para finalizar, muchas personas encuentran en la autonomía, un argumento válido para fundamentar actos de este tipo, pero no debemos olvidar que, por sobre la autonomía, se encuentra la protección y promoción de la vida y dignidad humana.
Pía Poulett Bustamante Barahona
Académica Instituto de Teología UCSC