La lluvia que afectó la zona, no desanimó a numerosos fieles de la comunidad de la parroquia san Agustín, que peregrinaron hasta la Catedral, en el contexto del Año del Jubileo de la Misericordia, a que ha llamado el Papa Francisco.
Con la debida preparación espiritual, salieron desde el templo, tomando calle Cochrane y Caupolicán, hasta alcanzar la Catedral, donde ingresaron por la puerta principal (Puerta Santa). Durante el trayecto hicieron fervorosa oración, rezando la Coronilla de la Divina Misericordia. Junto a los fieles peregrinó el párroco, padre Yuliano Viveros, quien presidió la Eucaristía, con que concluyó la peregrinación.
“A propósito del Jubileo a que nos convocó el Papa Francisco, como comunidad parroquial nos hemos preparado durante el día anterior, y hoy, con el sacramento de la confesión para estar en gracia de Dios y poder recibir uno de los frutos de este Jubileo, como es la indulgencia plenaria”, afirmó.
En su homilía, el sacerdote dijo que “la Iglesia nos enseña que la Indulgencia es la remisión de la culpa y pena por los pecados cometidos. Toda vez que nosotros pecamos no solo cuando ofendemos a Dios, sino también al prójimo y a nosotros mismos. Eso, implica una culpa y una pena. El pecado queda absuelto en el sacramento de la confesión, pero no la culpa y la pena. Por esa razón, la Iglesia que es la dispensadora y la administradora de los misterios de Dios, nos ha concedido la gracia de la indulgencia, que puede ser parcial o plenaria”.
Expresó que en este Jubileo de la Misericordia, el Papa invita a recibir la indulgencia plenaria, “pero esta indulgencia tiene una particularidad. La podemos recibir para nosotros, pero también para nuestros difuntos, como un acto de caridad y un acto de misericordia. Precisamente, eso es lo que muchos están haciendo, están ofreciendo esta indulgencia plenaria por el perdón de la culpa y la pena de los pecados de sus familiares y amigos difuntos. Y creo que el gesto de venir en procesión indica `precisamente que el camino de la misericordia no se hace a solas, sino en comunidad”.
Agregó que “nos hemos reunidos como comunidad parroquial de san Agustín, en la certeza que, en la comunión, nos encontramos con Dios, pues Él no nos ha creado solos o para la soledad. Dios no nos ha creado como individuos, sino como personas, con dones y talentos, para entrar en íntima comunión, de tal manera que formemos una gran familia, la familia de Dios”.
Haciendo alusión a las lecturas de la celebración eucarística, reflexionó que “como pueblo debemos entrar en el templo y la casa del Señor, pero ello es necesario purificar el corazón y pedir perdón por los pecados (…) Para entrar en su casa hay que tener una disposición, es decir, hay que estar en estado de gracia especial. Es importante purificarse de las obras muertas y de las tinieblas y de la carne y entrar con un corazón bien dispuesto a la casa del Señor”.
Subrayó que “es necesario que cada cierto tiempo acudamos al sacramento de la penitencia que es el perdón, que nos reconciliemos con Dios por nuestras faltas y pecados, de tal manera que revestidos de santidad y de la gracia de Dios, podamos vivir en la libertad de los hijos de Dios y nuestra alabanza será grata a los ojos de Él”.
Hizo notar que a veces “damos buen fruto como el trigo, pero otras veces nuestro fruto no es bueno y damos paso a la cizaña. Es importante que siempre revisemos nuestra conciencia, de tal manera que escuchando la voz de Dios en nuestra conciencia, y revisando la palabra de Dios, podamos alcanzar el arrepentimiento del corazón y pedir perdón por nuestras faltas y el mal que hemos hecho”.
Concluyó con el llamado de pedir a Jesús que “nos conceda la gracia de vivir este año de la misericordia, con un corazón penitente, compasivo. La clave para vivir de buena forma, este año, es vivir mediante obras concretas y que nos invita el Papa Francisco, con las obras corporales y espirituales de misericordia. Entre ellas encontramos siete corporales y siete espirituales, algunas más sencillas y otras más complejas en realizarlas. Es importante que vayamos conociéndola y poniéndolas en acción, sólo así, este año, será fructuoso para cada uno de nosotros, Solo así podremos vivir en santidad y gracia delante de Dios”.
Como gesto personal, cada uno de los peregrinos y asistentes a la celebración de la Misa, salió del templo Catedral, dando un beso a la puerta.