Lavandería Industrial 21 alista su apertura, así se formó la primera empresa para jóvenes con síndrome de Down

Más Iglesia Arquidiocesana

Publicado el: 29 julio, 2014

Hace dos años, el arzobispo de Concepción, Fernando Chomali, echó a andar una cadena de favores que culminó en el único emprendimiento sudamericano en su tipo. Ahora, un grupo de jóvenes deberá superar los 800 kilos de ropa al día.

La ciencia define al síndrome de Down como un trastorno genético producido por una copia en el par del cromosoma 21.

Ese número fue la base para generar el primer eslabón, quizás el más simple en una enorme cadena de favores, que culminó con la creación del primer emprendimiento de Sudamérica que entregará trabajo íntegramente a jóvenes con síndrome de Down, y en donde el equipo, que está a días de comenzar sus funciones, trabajará en toda la cadena productiva.

Porque en un comienzo, con ese dígito se creó el nombre: Lavandería Industrial 21.

La empresa tiene la característica de que toda su producción es realizada íntegramente por jóvenes con el síndrome, desde la selección de ropa, pasando por el lavado, secado, planchado o doblado y la entrega a distribución.

El camino de su creación no fue fácil. Tampoco lo será su mantención. Datos entregados por la administración estiman en 800 kilos el mínimo de ropa que se requiere al día para que la empresa subsista y sea rentable. Meta que un grupo de jóvenes, padres, hermanos y empresas está dispuesto a asumir y superar.

El milagro

Fue hace dos años cuando el arzobispo de Concepción, Fernando Chomali, decidió replicar exitosas iniciativas realizadas en Europa y Estados Unidos, con jóvenes penquistas. Así, tomó contacto con centros de capacitación laboral y reunió a 10 jóvenes entre 21 y 30 años.

Si la conformación del equipo fue fácil, la búsqueda de recursos suponía el mayor escollo. Fue ahí cuando los engranajes solidarios comenzaron a rodar.

Chomali señala que recibieron la donación de mucha gente en forma anónima. Así, hubo colaboración y descuentos en materiales, alarmas y uniformes.

“Lás máquinas fueron conseguidas por don Fernando desde Santiago. Ahí pasó algo sorprendente. Los implementos costaban 52 millones de pesos y el dueño nos hizo una rebaja importante. Además de eso, nos hizo una donación. Cada persona a la que golpeamos la puerta se sintió feliz de colaborar en el proyecto”, señala Jorge Fuentealba, miembro del directorio de la empresa, al recordar la génesis del proyecto.

Así, la lavandería recibió apoyos insospechados. La sanitaria Essbio quiso colaborar con la cuenta de agua y lo mismo hizo Abastible con un subsidio al gas. Otras empresas apoyaron con los materiales de construcción. “También un privado dijo que iba a colaborar con el detergente. La camioneta que repartirá la ropa limpia fue donada por varios grupos de penquistas. Ha habido una revolución en la solidaridad”, cuenta Fuentealba.

“Con esto hemos logrado un milagro”, recalca Chomali

La tercera parte del proyecto fue buscar a futuros clientes que necesiten de servicios industriales, y así lograr el objetivo de lavar 800 kilos de ropa al día. Para ello se han puesto en contacto con empresas de transportes como Buses Hualpén, Pullman Tur y Buses Bío Bío. También con clínicas y hoteles. Con todas las reuniones y compromisos pactados, la empresa sólo tiene asegurada el 50% de su meta.

“La lavandería funciona muy bien, pero sobre todo, es un signo muy potente de que cuando a la gente se le da oportunidades, salen adelante, y que es posible reuninr a personas y empresarios para motivarlos a hacer estos emprendimientos. Estas son instituciones que tienen la única finalidad de dar oportunidades y demostrar que cuando hay trabajo, esfuerzo, dedicacion y perseverancia, las cosas salen adelante. Construir un mundo mejor es responsabilidad de todos, poniendo lo mejor de sí mismo. Por eso tenemos claro que va a resultar”, añade el arzobispo de Concepción.

– ¿Y si el emprendimiento no resulta?

– Entonces habrá fallado la sociedad. Si no funciona, con todo el esfuerzo que le hemos puesto, si la indiferencia nos supera, significa que la sociedad va por otro rumbo. Pero creo y estoy seguro que nos va a ir excelente.

Discriminación oculta

En Chile, según datos publicados por la Clínica Las Condes al año 2008, uno de cada 470 nacimientos es un caso con el síndrome. En 2013, las cifras publicadas evidencian un cambio en la tasa de uno por cada 404 neonatos.

Y si bien nuestro país cada cierto tiempo visibiliza a algunos grupos con capacidades diferentes, los familiares de personas con síndrome de Down reconocen que la diferencia con sus parientes sigue siendo abismante. ¿El hecho más claro? Es necesario que la sociedad construya lavanderías para poder entregar fuentes laborales dignas.

Así lo cree Sandra Urra, hermana de uno de los jóvenes, quien recuerda cómo las personas hacen diferencias naturales, incluso con los pequeños detalles.

“Cuando mi hermano tomaba a mi bebé en brazos, la gente preguntaba cómo lo hacía, si el bebé se podía caer. Cuando voy a un restaurant, los meseros no le preguntan a él qué quiere comer, preguntan qué se va a servir el niño”, advierte.

Para Sandra, quienes tienen síndrome de Down deben afrontar dos tipos de discrimnación: el primero, el más obvio es el de quienes son ignorantes de la duplicación genética. El segundo tipo es el realizado por los propios familiares, “porque muchos papás creen que van a tener que cuidarlos eternamente, y ellos tienen derecho a una familia, a una vida afectviva, a tener independencia. Hay discriminación hacia fuera y hacia adentro. Lo peor que puede pasar es la sobreprotección”.

“Espero que el día de mañana no tengan que crear lavanderías para que un joven con síndorme de Down pueda trabajar. Ellos no necesitan nada especial, sino que tengan el acceso a lo que todos tienen acceso”. se lamenta.

Por eso Sandra, al igual que otros apoderados, creen fundamental que el emprendimiento se autofinancie, y que sea un ejemplo de que los jóvenes pueden hacer cosas, “porque no necesitamos regalos ni ropa por lástima. Necesitamos que llegue ropa porque se entrega un servicio de calidad”.

La lavandería, ubicada calle Manuel Rodríguez, entre Tucapel y Castellón (a un costado de la parroquia La Sagrada Familia) posee cuatro máquinas de lavar ropa y cuatro secadoras último modelo, cada una con carga para 35 kilos. Además, posee un planchador de sábanas. Los jóvenes se están organizando en dos grupos de cinco personas, y ya han pasado la etapa de capacitación (ver recuadro).

“En cantidades industriales, necesitamos sábanas, toallas, frazadas de hoteles y grandes usuarios. Buscamos clientes que sean para este tipo de proyectos”, remarcó Fuentealba.

“Debemos demostrar que ellos pueden. No puede ser que el único trabajo que les ofrezcan sea de empaquetadores, porque ellos pueden hacer mucho más que eso”, concluye Sandra.

El primer proyecto de muchos

La empresa tendrá vigilancia y cámaras de seguridad las 24 horas del día. Además, contará con monitores, voluntarios, una docente y una administradora. Los empleados recibirán un sueldo mensual, el que ya está siendo cancelado, desde la capacitación.

“Yo soy la jefa del grupo. Estamos en capacitación pero yo he trabajado en otras cosas. Me fue bien. Ya conocemos las máquinas”, señaló Daniela, una de las jóvenes que aceptó el desafío.

“Recién tengo 24 años, soy un lolo todavía. No es difícil el trabajo. Aprendimos a planchar, pero me quemé porque estaba conversando. Con la plata no sé qué voy a hacer, yo creo que voy a salir con mis papás, y dar plata para la bencina también”, comentó Miguel Gajardo, otro de los trabajadores.

Carolina Herrera, administradora de la empresa, destaca la importancia de que el negocio crezca por sí solo, “que los jóvenes sean capaces de hacer un trabajo remunerado y que nos apoyen las empresas. Esta es la primera, pero queremos que sea el primero de muchos proyectos de inclusión, que entreguen trabajos dignos a las personas. La gente no se da cuenta que discrimina. Ellos no son niños, son jóvenes, que tienen la capacidad de trabajar”, agregó.

Fuente: Diario de Concepción, 27 de julio / Claudio Sanz S.

Más Iglesia Arquidiocesana