Me abandono y rezo

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Publicado el: 6 noviembre, 2014

En el encuentro con los jóvenes de Schoenstatt, el Papa Francisco dio una entrevista en la que cuenta el secreto de su alegría.

Santo Padre, ¿compartiría con nosotros un secreto? ¿Compartiría con nosotros su secreto? ¿Cómo mantiene usted la alegría y la esperanza a pesar de las dificultades y las guerras de nuestro tiempo? ¿Cómo persevera en el servicio al enfermo, al pobre y al desamparado?

Bueno no tengo la más pálida idea pero no importa… Un poco por personalidad, yo diría que soy medio inconsciente, entonces la inconsciencia lleva a veces a ser temerario, pero no sé explicar eso que usted me pregunta…

Sinceramente no sé… simplemente rezo y me abandono. Pero me cuesta hacer planes. No sé. Esas dos cosas me atrevo a decir: Que el Señor me dio la gracia de tener una gran confianza, y de abandonarme a su bondad. Incluso, en momentos de mucho pecado, el Señor no me abandonó, eso me hace más confianzudo, y entonces, ir adelante con Él.

Tengo mucha confianza. Yo sé que Él no me va a abandonar, rezo y pido. Porque también soy consciente que de tantas cosas malas y de tantas “macanas” que hice cuando no me abandoné y quise yo controlar el timón, Quise entrar en ese camino tan “embromado” que es el auto salvarse, es decir: ´no, yo me salvo cumpliendo’, con el cumplimiento, cumplo y miento. Cumplimiento, el cumplimiento,  que era la salvación de los doctores de la Ley, de los saduceos, de esa gente que le hacía la vida imposible a Jesús. Pero no sé. Sinceramente, en serio, no sabría explicarlo. Me abandono, rezo. Pero nunca me falla eh. Él no falla. Él no falla. Y he visto que Él es capaz, a través, no digo a través mío, sino a través de la gente de hacer milagros. Yo he visto milagros que el Señor hace a través de la gente que va por este camino de abandonarse en sus manos.

Una cosa que también diría, cuando dije que soy un poco inconsciente, la audacia. La audacia es una gracia. El coraje. San Pablo decía dos grandes actitudes que tiene que tener el cristiano para predicar a Jesucristo: el coraje y el aguante, O sea el coraje de ir adelante y el aguante de soportar el peso del trabajo. Ahora es curioso. Esto que se da en la vida apostólica debe darse en la oración también. O sea una oración sin coraje es una oración ‘chirle’, que no sirve.

Acordémonos de Abrahán cuando, como buen judío, le regatea a Dios. Que si son 45, que si son 40, que si son 30, que si son 20. O sea es ‘caradura’. Él tiene coraje en la oración.

Acordémonos de Moisés cuando Dios le dice “mira a este pueblo yo no lo aguanto más, lo voy a destruir, pero quédate tranquilo que a ti te voy a hacer líder de otro pueblo mejor.- No, no, si borras a este pueblo, me borras a mí también”.

En la oración con coraje. Rezar con coraje. “Todo lo que ustedes pidan en mi nombre, si lo piden con fe, y creen que lo tienen, ya lo tienen”. ¿Quién reza así? ¡Somos flojos! El coraje, y después el aguante. Aguantar las contradicciones, ¿no es cierto? Aguantar los fracasos en la vida. Los dolores, las enfermedades, no sé, las situaciones duras de la vida.

Ahí está el aguante. Aguantar en la vida hasta ser dejado de lado, rechazado, sin vengarse con la lengua, la calumnia, la difamación. Y después una cosa que es inevitable, no ver, un poco para… o sea tú me preguntabas cuál era mi secreto, no sé, pero a mí me ayuda no mirar las cosas desde el centro. Hay un solo centro. Es Jesucristo. Sino mirar las cosas desde las periferias, Porque se ven más, más claras.

Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito, el mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, o acá, el mundito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús, Entonces la verdad se capta mejor desde la periferia que desde el centro, Eso a mí me ayuda.

No sé si es mi secreto o no, pero ciertamente… Me acuerdo cómo cambió la concepción, la cosmovisión del mundo, desde Magallanes en adelante, o sea una cosa era ver el mundo desde Madrid, o Lisboa, y otra cosa era verlo desde allá, desde el Estrecho de Magallanes. Ahí empezaron a entender otra cosa.

Esas revoluciones que hacen entender la realidad de otro lado. Lo mismo pasa con nosotros, si nos quedamos encerrados en nuestro mundito, que nos defiende y todo, bueno, no terminamos de entender, Y no terminamos de saber cuál es la verdadera situación de una verdad.

Me decía en estos días, que hubo un gran encuentro acá de penalistas, mundial, Uno de ellos, hablando de experiencias, en privado estábamos hablando en ese momento, me decía ‘y a veces me sucede Padre, cuando voy a la cárcel, de llorar junto con un preso’.

Entonces ahí tienes un ejemplo. O sea, él ve la realidad, del derecho, de lo que tiene que juzgar, como juez penalista, sino desde la llaga que está allá y esta verdad la ve allá, la ve mejor y para mí es una de las cosa más lindas de estos días, que un juez te diga que tuvo la gracia, tiene la gracia a veces de llorar con un preso, o sea ir a la periferia, ¿no es cierto?

Entonces yo te diría: Una sana inconsciencia, o sea que Dios hace las cosas, rezar y abandonarse. Coraje y aguante y salir a la periferia. No sé si ese es mi secreto. Pero es lo que se me ocurre decirte de lo que a mí me pasa”.

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