Mensaje de Monseñor Chomali para el Mes de María

Más Iglesia Arquidiocesana

Publicado el: 30 octubre, 2012

Carta al clero, las personas consagradas y fieles laicos de la Arquidiócesis de la Santísima Concepción en el inicio del Mes de María 2012.

Muy estimados hermanos en la fe.

1   En medio de las alegrías y las penas que nos depara la vida, de nuestros afanes diarios y nuestras preocupaciones, y estando prontos a iniciar el Mes de María, les escribo esta carta para invitarlos a que dispongamos nuestro corazón y todo nuestro ser de la mejor forma posible para celebrar este mes dedicado a la Santísima Virgen. Hoy, en pleno siglo XXI, María le habla a los católicos de la Arquidiócesis, a los que pasan por una crisis de fe y también a los no creyentes. En efecto:

A los sacerdotes, María es nuestro apoyo en la tarea apostólica y, muy concretamente, nuestra mejor compañía a la hora de meditar y exponer a los fieles el Evangelio de Jesucristo. Ella, como en Guadalupe, abre misioneramente nuevos caminos de evangelización.

A los diáconos, María inspira el auténtico servicio evangélico, lleno de materna mansedumbre y de solícita caridad.

A las religiosas y religiosos, María es modelo de seguimiento de Cristo y figura del destino de la Iglesia en la plenitud del Reino inaugurado por Jesús.

A la entera comunidad de nuestra Iglesia arquidiocesana, María es modelo de oración, de madre creyente y de discípula de Cristo. María es modelo a seguir en la transmisión de la fe.

A los que pasan por una crisis de fe, los que invito a que miren a María, que si bien se perturbó con el anuncio del Ángel, no tuvo miedo en dar su sí incondicional a Dios.

A los no creyentes, María representa todas las virtudes que extraen lo mejor del ser humano como la humildad, la sencillez, la pureza, la disponibilidad, la confianza en los otros y el amor al prójimo.

María es la llena de gracia y aquella le encuentra pleno sentido a su vida en hacer en todo la voluntad de Dios. Ella es la escogida para llevar adelante el inefable misterio de la encarnación, en donde el mismo Dios se hace carne y habita en medio de nosotros. María es la Madre de Dios y nuestra Madre y es ella con su especial carisma que nos lleva a Jesús. Además, ella se presenta en nuestra propia vida como se presentó en las bodas de Caná y nos invita a que hagamos lo que Él nos diga.

María por su gran disponibilidad constituye un testimonio de vida cristiana ejemplar que, sin duda, puede contribuir a nuestra propia renovación espiritual y de toda la Iglesia de Concepción. María es una mujer creyente y orante que escucha la palabra de Dios y la medita en su corazón. Miremos en este mes con atención a María. Meditemos sus misterios y veamos de qué manera podemos asimilarnos más a su Hijo. Pidamos, además, que María nos regale hoy el don de su fe,  la fe en la que sentimos íntimamente que nuestra vida no está encerrada en el pasado, sino atraída hacia el futuro, hacia Dios, allí donde Cristo nos ha precedido y detrás de Él, María. Mirando a la Virgen comprendemos mejor que nuestra vida de cada día, aunque marcada por pruebas y dificultades,  será plenitud de alegría y de paz.

El mes de María está en el corazón de la vida pastoral de nuestra Arquidiócesis. Por tanto animémonos todos a vivirlo con gran intensidad y gran espíritu de fe, considerando que la Virgen María es presentada por el Santo Padre en su reciente carta apostólica Porta Fidei como testimonio extraordinario de fe y ejemplo a seguir en el camino de configuración a Cristo, único Maestro y Salvador, en el que estamos todos empeñados.

No tengamos miedo en ser muy creativos para mostrar la figura de María y rezar su mes, tan arraigado en la vida de muchas personas. Para ello los animo, usando las palabras de Juan Pablo II a promover las celebraciones de este mes bendito con nuevos métodos, con nuevo ardor y con nuevas expresiones. Es providencial que este año el Mes de María estemos invitados a vivirlo en el año de la fe.

Los invito también a que la vida de María y todo su recorrido de vida, desde que acoge la invitación del Ángel hasta su Asunción, los propongamos como parte fundamental del camino de conversión al cual hemos sido llamados como discípulos y misioneros de Jesucristo. Volvamos a proponer el camino de acoger la voluntad de Dios por sobre la propia como fuente segura de auténtica felicidad. Volvamos a proponer, al igual que María, el camino del servicio a los demás, desinteresado y gratuito, desde donde surgirá gozosa dicha en el Señor y de alegría para los demás. Así como el saludo de la Virgen a su prima Isabel generó alegría y gozo, de la misma manera imploremos a Dios para que toda nuestra vida en la comunidad en la cual estamos inmersos sea fuente de alegría para los demás. También los invito a que nos ayudemos mutuamente a descubrir la mano poderosa de Dios en nuestras vidas que se traduce en misericordia, en perdón y en servicio efectivo hacia los más pobres y desvalidos.

De seguro que inspirados en María este mes dará muchos frutos pastorales. Ella es discípula y misionera por excelencia. Ella vivió con intensidad el camino de la cruz de su Hijo y también la promesa de estar junto a Dios. En ella podemos confiar por ser nuestra Madre y nuestra Patrona y a Ella podemos entregarle toda nuestra vida para que la cuide, la transforme y la haga más digna de Cristo que por amor se entregó por nosotros. No olvidemos nunca que María, viva y glorificada en el cielo, intercede constantemente por nosotros. Ella como buena Madre nunca olvida a sus hijos, lo que nos debe llenar de esperanza y de consuelo.

Dios quiera que la vida de María se constituya en el gran modelo de nuestra vida eclesial. Una Iglesia que acoge a las personas, que se interesa por las necesidades de los demás, que se abre a la voluntad de Dios y que reconoce en la caridad el corazón desde donde anuncia el Evangelio y suscita la fe en todo hombre y mujer.

Este mes adquiere especial relevancia en nuestra Arquidiócesis puesto está pronta a cumplir 450 años de existencia y María ha estado acompañando y sosteniendo la Evangelización con su manto protector.

10 Por último, siguiendo la invitación del Santo Padre, animo a las comunidades todas, consejos parroquiales, grupos de niños, jóvenes, adultos y ancianos, colegios y universidades, a que leamos, estudiemos y oremos con los números 484 a 511 del Catecismo de la Iglesia Católica y con el capítulo VIII de la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II.

11 Que Dios los bendiga y los cuide. Les dé su gracia y su paz, y que santa María, sea nuestra estrella de la mañana, la victoria de la vida y del amor por sobre las oscuridades, soledades y sufrimientos, y sea causa de alegría y de esperanza, como Madre de Misericordia y como Reina de la Paz.

 

 + Fernando Chomali Garib 

 Arzobispo de la Santísima Concepción

Más Iglesia Arquidiocesana