La brutalidad de un hombre, sumado a la ignorancia y a la pobreza, así como a la falta de virtudes y referentes morales sólidos, y débiles políticas públicas en favor de la niñez, ha llevado a que una niña de tan sólo once años esté embarazada.
Este hecho ha causado conmoción y las posibles soluciones para resolver el drama en el que se ve envuelta la niña y quien aloja en su vientre, un ser humano, su hijo, no se han hecho esperar. El talante de una sociedad, su impronta, su sello se mide en la forma como se resuelven los conflictos. Algunas sociedades solucionan el problema eliminado al más indefenso, al más inocente, a la segunda víctima de este drama humano y social. Otros, creemos que la vida es un don tan precioso que bien vale la pena hacer todo cuanto esté a nuestro alcance para que esa creatura vea la luz. Los primeros se arrogan el derecho de postular que esa vida humana no merece ser vivida. Otros creemos que toda vida humana merece ser vivida y que le corresponde a la sociedad toda proveerle aquello de lo que carece para que pueda desarrollarse en plenitud.
La ciencia, además, nos recuerda que quien es concebido es un ser humano a pleno título y que merece ser cuidado, independiente de como haya sido gestado. A ello se le suma la Constitución de la República que reconoce el derecho a la vida desde la concepción, por lo que protege la vida del que está por nacer así como la Convención Americana de Derechos Humanos que reconoce el derecho a la vida desde la concepción.
Terminar lisa y llanamente con la vida de quien ha surgido de un acto de violencia solo le agrega más violencia a la situación y da la señal que esa es la via para resolver los conflictos. eso no es propio de una sociedad civilizada respetuosa de los derechos de las personas.
Quienes están facultados para curar, sanar, acompañar, consolar, es decir los médicos y el personal de la salud también tienen una palabra que decir. Nadie los puede obligar, ni el Estado, ni lo doloroso que pueda ser una situación a abdicar de su ethos más precioso, hacer el bien posible, pero nunca dañar. Y han de ponerse del lado del paciente, que en este caso son dos, la madre y el hijo, y hacer todo cuanto la ciencia médica y las avanzadas tecnologías lo permitan para darle salud a ambas vidas. Si se presenta una situación médica compleja la alternativa no es la madre o el hijo. La única alternativa posible es hacer lo posible por salvar ambas vidas. Si ello no se logra no es por una acción deliberadamente tendiente a eliminar una vida sino que sencillamente el curso de la naturaleza. Y la diferencia entre ambas posturas es abismal.