Pbro. Hernán Enríquez: “La Educación tiene como fines la búsqueda del bien y la verdad”

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Publicado el: 5 agosto, 2014

“La Reforma Educacional, comprendida en un marco de transformaciones, es un hito trascendente que, bien conducida, traerá a nuestra patria beneficios significativos”, señaló el Pbro. Dr. Hernán Enríquez Rosas, presidente de la Fundación Solidaridad Universitaria y académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, en el Seminario sobre la Reforma Educacional, realizado en Concepción.

En la oportunidad, el Pbro. Hernán Enríquez se refirió a algunos aspectos relacionados con el proceso que lleva adelante el Gobierno, en materia de reformas estructurales de la Educación. A continuación, se reproduce su intervención.

“La Reforma Educacional, comprendida en un marco de transformaciones, es un hito trascendente que, bien conducida, traerá a nuestra patria beneficios significativos.

Confiamos que ella nos conducirá a la construcción de un Chile mejor, más justo, equitativo, inclusivo y solidario, donde el alma de Chile podrá ser nutrida con savia nueva vital y transformadora.

Como Presidente de la Fundación Solidaridad Universitaria que, junto al Centro de Extensión del Congreso y la Universidad Católica de la Santísima Concepción ha hecho posible este encuentro, me uno al interés general por profundizar en los contenidos y expectativas que esta reforma podrá generar. Nos interesa conocer sus propuestas, instrumentos, objetivos y, de sobre manera, a la concepción de educación y de persona humana que en ella está presente. 

Asumimos y, por lo tanto, hacemos nuestra esa conciencia colectiva que reconoce la necesidad de realizar cambios fundamentales en los procesos educativos. Entendemos que nuestra educación debe cambiar. Y debe cambiar para mejor.

Somos testigos que en las escuelas, colegios, liceos y universidades “las cosas” no marchan bien. Que algo falta, Que el desarrollo macroeconómico de crecimiento que vivimos no se expresa, de manera equitativa y justa, en aulas y pasillos de nuestras instituciones educacionales. Que quienes algo, o mucho, tenemos que ver con ello, estamos en deuda. Que quienes son el centro y protagonistas de estos procesos educativos, los estudiantes, no se sienten satisfechos de lo que hoy reciben. Que los colaboradores en este proceso, los maestros, que actúan en él en una actitud de diaconía, no reciben los reconocimientos y apoyos necesarios para hacer bien su tarea.

Como hombres y mujeres de fe, entendemos que algo tenemos que aportar. La contribución de la Iglesia Católica en los procesos educativos es una realidad que nadie puede desconocer. Nos basta mirar la historia de nuestro continente y de Chile para poder atestiguar lo que se ha hecho. Pero también reconocemos que, a veces, nos hemos equivocado. En más de alguna ocasión hemos olvidado que la educación es un derecho de todo ciudadano y, ese derecho, nuca se ha de vincular a un valor o a un costo adicional. Más aun, a veces, nos hemos olvidadoque nuestras instituciones educativas son un espacio de evangelización. Ciertamente nos resulta más fácil educar a quienes piensan igual y sienten de la misma manera.

Ante los desafíos que hoy enfrentamos esmuy importante preguntarnos ¿para qué educamos?, ¿cuál es el fin y el sentido de la educación? Estas dos preguntas no pueden ser desconocidas u olvidadas por quienes desean transformar la educación en Chile. Sin embargo, estas preguntas, en el debate cotidiano, no siempre aparecen. En ocasiones, parece que es más significativo el cómo llegar a determinados acuerdos políticos o como difundir en los medios de comunicación social lo que se quiere hacer…

Pero hoy queremos insistir en estas preguntas.

¿Para qué educamos?

Lo hacemos para colaborar en la formación de una persona íntegra. La integralidad tiene que ver con todo el proceso humano- educativo que a ella le envuelve. No es solo una cuestión de contendidos ni, mucho menos, de lo que se hace en el aula. En este sentido hablar de la calidad de la educación tiene que ver con todo lo que involucra al hombre. Pero, cuando la calidad de la educación no es para todos, ciertamente, no es calidad.

¿Para qué educamos?

Educamos y formamos para participar. Si esto no lo hacemos fallamos en un aspecto que es esencial. Quien se educa, busca participar y lo hace porque comprende, desde la naturalidad de la razón, que la transformación y el enriquecimiento humano se hace en el concurso con los demás, con el otro; con ese que esta junto a mí y que, en ocasiones es distinto, pero que siempre merece ser reconocido, porque es un Tu que enriquece; cuando se le acepta, el nosotros, que estamos llamados a construir, se hace realidad.

Una reforma que olvida esta realidad humana falla en sus cimientos. Una educación nueva debe hacer propia la búsqueda de una mirada amplia, donde todos tienen un espacio, donde nadie “es” o “se siente” excluido.

¿Cuántos excluidos hoy tenemos?

Los excluidos son muchos. Son los que no pueden llegar a concluir sus estudios básicos o medios; los que no pueden alcanzar estudios superiores; los que llegan y por razones económicas no pueden seguir; los que llegan y deben trabajar para pagar sus estudios y, cuando ya no pueden más, se les dicen que es “bueno que se vayan”. ¡Qué miseria cuando eso se da en nuestras instituciones católicas!

Pero, nos queda una pregunta.

¿Cuál es el sentido y el fin de la educación?

Esta pregunta es gravitante en una reforma educacional que busca un Chile mejor. Si ella no está presente, esta búsqueda se transforma en una distracción existencial que sólo satisface a sus promotores, como un acto egoísta y ajeno a la comprensión humana y al bien común.

La educación, a nuestro entender, tiene dos fines: la búsqueda del bien y la verdad.

Cualquier transformación en el ámbito educativo ha de considerar estos fines.

La educación de los niños y de los jóvenes ha de buscar provocar en ellos la búsqueda del bien. Éstetiene que ver con un involucrarseconscientemente ante la sociedad que les necesita. En ella, el niño y el joven, ha de saber conducirse adecuadamente y, ello, con una conciencia atenta ante lo que se aleja de su condición humana y abierta ante los nuevos desafíos.

También ha de buscar la verdad. La verdad es otro desafío ante el cual los niños y los jóvenes deben actuar. La verdad debe ser buscada, escudriñada, encontrada y asimilada.

El niño y el joven han de buscar y amar la verdad. Pero, para amarla es necesario pensarla. Quien no piensa la verdad, no la ama. Quien la piensa sabe que existe y si existe anhela conquistarla.

Una reforma educacional que busca transformar los paradigmas existentes debe procurar que los jóvenes busquen y encuentren la verdad y, una vez encontrada, la amen.

Pero hoy, nuestras escuelas, colegios, liceos, institutos profesionales y universidades,nos muestran una realidad muy distinta: la búsqueda y el amor por el bien y la verdad se ve muy lejano. Esto debe cambiar, por el bien de quienes se forman y por todos.

Sin embargo, hoy somos testigos de una realidad que nos debería asustar: los “hombres rudos”, es decir, aquellos que sólo ven en la educación un “bien de consumo”, se han apoderado de nuestras instituciones educacionales y las han convertido en una fábrica de seriales que produce utilidades. Hemos de abogar, entonces, para que los “hombres rudos” dejen actuar a aquellos que buscan el bien y la verdad. 

Nunca debemos de olvidar que la verdad está por sobre toda servidumbre.

Nuestros centros de estudios (escuelas, liceos, institutos profesionales, universidades) han de sembrar y cosechar proyectos de vida, de vocación, de trascendencia, de responsabilidad social, de saber disciplinar, de emprender y de innovar.

No olvidemos que la calidad de la educación se mide en sus resultados: en ese joven, en ese hombre que se siente interpelado por lo que acontece y que busca responder a ello. No en un profesional que solo sabe hacer bien su oficio. Este se podría haber formado en cualquier otra parte, pero no necesariamente en una escuela o en una universidad que busca formar hombres íntegros. El hombre autenticoes el que se comprende a sí mismo como un obrero del bien común.

Educar es guiar al hombre en su desarrollo dinámico en cuyo curso se afianza como persona humana, provisto de las armas del conocimiento, de la voluntad y de la fe.

Por último quiero compartir una esperanza, un anhelo y, para mí una certeza. Son palabras de un filósofo y educador que expresan, de manera extraordinaria, lo que hemos querido comunicar:

“Anhelo para estas tierras una educación donde se cultiven las artes, las ciencias,  el pensamiento, la literatura, la filosofía y todo aquello que lleve al hombre a conquistar su libertad. Nuestro camino educativo, sea el que fuera, colegios, liceos, universidades, debe ser un espacio de reflexión y fraternidad”. 

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