Pierre Dubois: sacerdote y profeta de Jesucristo

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Publicado el: 2 octubre, 2012

No es fácil escribir sobre una figura de la envergadura del Padre Pierre Dubois, pues es tanto lo que habría que decir y, además, porque todo lo que se dijese no lograría abarcar, ni menos agotar, la riqueza del testimonio de su existencia.

El Padre Pierre pertenece a la época de “los 80”, época que evoca la teleserie que ha tenido tanto éxito no sólo por la calidad de su factura sino por los temas contingentes que aborda. Los 80 nos marcó a fuego a quienes éramos jóvenes y también a los ya adultos porque fueron tiempos duros que exigían definiciones, tomar postura. No había prácticamente lugar para la indiferencia o la apatía. Eran tiempos que requerían coraje… y los valientes fueron muchos, particularmente en la Iglesia Católica, entre ellos Mons. Manuel Santos, Mons. Sergio Valech, Mons. Enrique Alvear, Mons. Fernando Ariztía, Mons. Carlos González, el Card. Raúl Silva Henríquez.

Una de esas grandes figuras fue el Padre Pierre Dubois, infatigable defensor de los derechos humanos, de la dignidad humana, donde quiera que ésta estuviese amenazada o conculcada, ya fueran pobladores o uniformados. Baste recordar el testimonio de la pobladora en su funeral que contaba que el Padre los retaba porque le tiraban piedras a los carabineros.

Se convirtió en un experimentado y comprometido “combatiente” en las huestes de la “no-violencia”, siguiendo así, en completa coherencia y radicalidad, las huellas de su Maestro y Señor. Porque, por sobre todas las cosas, lo que él quiso ser, dicho con sus propias palabras, fue “ser amigo de Jesucristo”. Esta amistad es el fundamento y la fuente de todo su actuar.

Él nos mostró qué significa ser un sacerdote y profeta de Jesucristo. En cuanto sacerdote, nos mostró que la única forma de responder al ofrecimiento que Dios nos hace de su propia vida es el ofrecer nuestras vidas a Dios en el servicio a nuestros hermanos, sobre todo a quienes más lo necesitan. El Dios Trino que se nos entrega provoca nuestra propia entrega, revelándonos así lo que constituye el núcleo del amor: el don.

En cuanto profeta, es el portavoz fiel del amor y misericordia de Dios manifestados en Cristo Jesús. Es este amor el que lleva a denunciar las injusticias, el que busca liberar: liberar a los oprimidos de la opresión, y a los opresores de ser opresores. El amor no busca la destrucción del opresor sino su conversión. Más aún, nos lleva a mirarnos a nosotros mismos para ver descarnadamente cuanto de opresor hay en nuestro interior. Es por esto que también es propio del profeta el rol de intercesión. El profeta intercede ante Dios por el pecado de su pueblo, de quien él mismo se sabe un miembro más.

Por último, el profeta no sólo denuncia e intercede, sino que también anuncia: anuncia que Dios es siempre más y que la vida triunfará sobre la muerte. El profeta es el siervo fiel que nos muestra con su vida cotidiana, con su vida de todos los días, cómo debemos vivir y relacionarnos de acuerdo a la voluntad de Dios, esto es, haciendo todo aquello que nos hace ser más humanos, aquello que plenifica nuestra existencia.

El Padre Pierre se suma así a la “nube de testigos” (Hebr 12,1) que con su coherencia e integridad nos han mostrado qué significa realmente ser discípulos de Jesús e integrantes de esa comunidad de creyentes llamada Iglesia.

En nuestros días y en nuestra Iglesia necesitamos tanto de figuras como la del Padre Pierre, amigo de Jesús. No hay una iglesia de Karadima o una iglesia de Dubois, la iglesia es de Jesucristo, y en ella podemos ser más fieles o más infieles a la misión encomendada por nuestro Maestro y Señor.

Que la vida del Padre Pierre inspire las nuestras para que también nosotros al final de nuestros días podamos escuchar lo que seguramente ahora Jesús está susurrando en su oído: “Siervo bueno y fiel… entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25,21).

 

Dr. Arturo Bravo

Coordinador Depto. Animación Bíblica de la Pastoral

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