En el contexto de la visita del Papa Francisco a Chile, la Conferencia Episcopal ha convocado a un Congreso Eucarístico Nacional para este año. La noticia se recibió con entusiasmo el mismo día que los sacerdotes, teniendo por testigo a la comunidad, renovamos nuestras promesas sacerdotales.
La firma del decreto sacó un entusiasmado aplauso de la asamblea. Lo mismo aconteció cuando se entregó la custodia peregrino al padre John Escobar y se trazó el itinerario del Señor sacramentado itinerante y misionera. Ahí estábamos todos viviendo con renovado ardor el corazón de nuestra fe, Cristo está en medio de nosotros.
El pan y el vino consagrado es el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta presencia nos lleva en primer lugar a reconocer nuevamente su amor por cada uno de nosotros, a sentirnos acompañados por quien es la luz del mundo, camino, verdad y vida y fuente única de salvación y derrota de la muerte. El Congreso Eucarístico que iniciamos es también un fuerte impulso misionero para todas las comunidades. Misión que comienza en el corazón de uno mismo al reconocer en la Eucaristía el gran don de Dios al mundo sin el cual la vida pierde todo sentido.
El Congreso Eucarístico también nos lleva a reconocer en el Señor la fuente desde donde ha de manar nuestro espíritu de servicio. Hace pocos días, nos dejamos lavar los pies por Jesús y escuchamos el deber que se nos impone de lavarle los pies a los demás. Despojarse de todo orgullo, de toda vanidad, de todo odio y emprender el camino de una vida más centrada en Dios y el prójimo, ha de ser el horizonte de este año.
Quién sabe si Dios nos regala el anhelo de ser más santos en nuestro diario vivir. Tal vez el que se note en los gestos, las palabras y la obras que creemos realmente en el Resucitado, puede ser el momento para los desilusionados de la vida y de todo vuelvan a encontrarse con Él en la Iglesia que tanto amamos.
Que Dios nos bendiga y María Inmaculada nos acompañe siempre.
+Fernando Chomali, Arzobispo de Concepción
