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Gerardo Sandoval Gouet: “Si no decimos que Cristo existe cómo se entera el otro”

Publicado el: 7 Julio, 2011

Con la misión de formar una familia, trabajar porque haya justicia y desarrollar su apostolado en el ámbito de la educación y la solidaridad, este hombre de profesión abogado en sus 61 años de edad se declara un hombre feliz y muy activo. Casado con Margaret hace 36 años y padre de: María Victoria, Rosario, Gabriel y Álvaro.

Trabaja en un estudio de abogados, es Vicerrector de la universidad Andrés Bello y, como dice él, ha estado siempre vinculado al tema académico y educativo, siendo fundador del colegio Itahue y Pinares. Hoy también forma parte de un proyecto del colegio San Ignacio que se está llevando a cabo en la comuna de San Pedro de la Paz.

¿Se considera una persona de fe?

Sí, tengo una fe súper firme, que considero una especial bendición de Dios. Nunca he tenido ni una duda de la existencia, la grandeza y el amor de Dios. Todo ello lo siento como una gracia muy fuerte. Tengo a mi lado a un Dios, a un Padre que siempre ha estado conmigo, amoroso, cuidadoso, cercano, siendo un gran apoyo en mi vida.

¿Cuándo estudió en la universidad su fe se debilitó?

Por supuesto, pero no porque haya perdido la fe, sino porque perdí las prácticas como pasa en esa edad. Uno se aleja porque las tentaciones del mundo lo encandilan. Pero yo sabía que tenía que volver.

¿Cómo vive su fe en medio de su familia?

He visto que lo mejor ha sido educar a mis hijos en colegios católicos. Hemos hecho lo posible para darles un muy buen ejemplo en la casa, para que sientan que la fe no se traduce sólo en una serie de prácticas piadosas, sino que en una forma especial de vivir y de enfrentar el día a día. Pero, de igual forma,  hemos respetado su libertad. Cuando niños nos debían acompañar a Misa y a otras prácticas de piedad, pero una vez que crecieron y llegaron a la mayoría de edad, les dimos completa libertad para elegir, porque consideramos que nadie llega a la fe a la fuerza, al igual que nadie se va de la fe a la fuerza. Estamos confiados en que, con la gracia de Dios, dará fruto la semilla de fe que contribuimos a depositar en ellos.

¿Por qué cree usted que muchos jóvenes ven debilitarse su fe estudiando en la universidad?

Creo que no solamente a los jóvenes se le ha debilitado su fe, sino que a toda la sociedad. Esto puede ser signo de estos tiempos, y la Iglesia está conciente de eso. La fe aparece como poco atractiva frente a las luces que presenta la sociedad en la vida diaria, a muchos de los jóvenes les parece más importante tener algo que ser alguien, les parece mucho más atractivo entretenerse en el sentido inmediato, pasarlo bien en el corto plazo y no se esfuerzan por tener una vida mejor, más completa. Por otra parte, los jóvenes no ven, habitualmente, muchos ejemplos estimulantes. Es difícil para ellos acercarse a un Dios que no se refleja en la vida de sus mayores. Aparece como una incongruencia.

¿Qué hace falta en la enseñanza para que la fe no decaiga y se vea fortalecida por los estudios?

Creo que implícitamente hoy se está dando una especie de trampa en la enseñanza, porque muchos dicen que la tolerancia debe existir. Por lo tanto, concluyen, no hay que enseñar religión en los colegios, ya que ello violentaría la libertad de los estudiantes, el derecho que tienen los niños para pensar lo que decidan a partir de sus propias conclusiones. Todo ello parece muy razonable y muy correcto, pero es un engaño, porque cuando uno no enseña la fe, simplemente no se muestra el camino, el buen  camino y, por ende, los jóvenes no tienen todos los elementos para escoger con libertad y plena información. En el fondo se está negando la existencia de Dios. Si no enseñamos que Cristo existe, cómo se entera el alumno, el niño, de esta realidad enorme: que Dios sí existe. Hoy, los católicos caemos en esta trampa, porque con el pretexto de respetar las opiniones de los demás, silenciamos la postura de la Iglesia frente a temas valóricos, morales y sociales que son trascendentales. El alumno que ve a su profesor que dice ser católico, pero no tiene ningún pensamiento con respecto a la fe ni a la posición de la Iglesia, no se siente provocado, interpelado por la coherencia de la vida de su maestro y no ve la vida de Iglesia, la fe misma, como un bien deseable para él. Por lo tanto, hace falta compartir testimonios de vida, pero también conocimientos formales sobre la doctrina de la Iglesia, la posición que ella tiene respecto de tantas circunstancias de la vida moderna y el porqué de esa posición. Ello no significa que no haya que respetar la libertad de conciencia.

¿Cree usted que se ha dejado de hablar de la Vida Eterna?

Absolutamente. Hoy se le da más importancia a temas como la farándula, el fútbol, el dinero, el placer a corto plazo en general. Se huye de la trascendencia, del dolor, del contenido de la muerte, de lo que incomoda, de lo que no se entiende. Y no se hace ningún esfuerzo por explicarse la razón de la vida, de la existencia del ser humano, de la creación. En fin, lo light del día de hoy aleja totalmente al hombre de su propia razón de ser.

Gerardo Sandoval Gouet: “Si no decimos que Cristo existe cómo se entera el otro”

Con la misión de formar una familia, trabajar porque haya justicia y desarrollar su apostolado en el ámbito de la educación y la solidaridad, este hombre de profesión abogado en sus 61 años de edad se declara un hombre feliz y muy activo. Casado con Margaret hace 36 años y padre de: María Victoria, Rosario, Gabriel y Álvaro.

Trabaja en un estudio de abogados, es Vicerrector de la universidad Andrés Bello y, como dice él, ha estado siempre vinculado al tema académico y educativo, siendo fundador del colegio Itahue y Pinares. Hoy también forma parte de un proyecto del colegio San Ignacio que se está llevando a cabo en la comuna de San Pedro de la Paz.

¿Se considera una persona de fe?

Sí, tengo una fe súper firme, que considero una especial bendición de Dios. Nunca he tenido ni una duda de la existencia, la grandeza y el amor de Dios. Todo ello lo siento como una gracia muy fuerte. Tengo a mi lado a un Dios, a un Padre que siempre ha estado conmigo, amoroso, cuidadoso, cercano, siendo un gran apoyo en mi vida.

¿Cuándo estudió en la universidad su fe se debilitó?

Por supuesto, pero no porque haya perdido la fe, sino porque perdí las prácticas como pasa en esa edad. Uno se aleja porque las tentaciones del mundo lo encandilan. Pero yo sabía que tenía que volver.

¿Cómo vive su fe en medio de su familia?

He visto que lo mejor ha sido educar a mis hijos en colegios católicos. Hemos hecho lo posible para darles un muy buen ejemplo en la casa, para que sientan que la fe no se traduce sólo en una serie de prácticas piadosas, sino que en una forma especial de vivir y de enfrentar el día a día. Pero, de igual forma,  hemos respetado su libertad. Cuando niños nos debían acompañar a Misa y a otras prácticas de piedad, pero una vez que crecieron y llegaron a la mayoría de edad, les dimos completa libertad para elegir, porque consideramos que nadie llega a la fe a la fuerza, al igual que nadie se va de la fe a la fuerza. Estamos confiados en que, con la gracia de Dios, dará fruto la semilla de fe que contribuimos a depositar en ellos.

¿Por qué cree usted que muchos jóvenes ven debilitarse su fe estudiando en la universidad?

Creo que no solamente a los jóvenes se le ha debilitado su fe, sino que a toda la sociedad. Esto puede ser signo de estos tiempos, y la Iglesia está conciente de eso. La fe aparece como poco atractiva frente a las luces que presenta la sociedad en la vida diaria, a muchos de los jóvenes les parece más importante tener algo que ser alguien, les parece mucho más atractivo entretenerse en el sentido inmediato, pasarlo bien en el corto plazo y no se esfuerzan por tener una vida mejor, más completa. Por otra parte, los jóvenes no ven, habitualmente, muchos ejemplos estimulantes. Es difícil para ellos acercarse a un Dios que no se refleja en la vida de sus mayores. Aparece como una incongruencia.

¿Qué hace falta en la enseñanza para que la fe no decaiga y se vea fortalecida por los estudios?

Creo que implícitamente hoy se está dando una especie de trampa en la enseñanza, porque muchos dicen que la tolerancia debe existir. Por lo tanto, concluyen, no hay que enseñar religión en los colegios, ya que ello violentaría la libertad de los estudiantes, el derecho que tienen los niños para pensar lo que decidan a partir de sus propias conclusiones. Todo ello parece muy razonable y muy correcto, pero es un engaño, porque cuando uno no enseña la fe, simplemente no se muestra el camino, el buen  camino y, por ende, los jóvenes no tienen todos los elementos para escoger con libertad y plena información. En el fondo se está negando la existencia de Dios. Si no enseñamos que Cristo existe, cómo se entera el alumno, el niño, de esta realidad enorme: que Dios sí existe. Hoy, los católicos caemos en esta trampa, porque con el pretexto de respetar las opiniones de los demás, silenciamos la postura de la Iglesia frente a temas valóricos, morales y sociales que son trascendentales. El alumno que ve a su profesor que dice ser católico, pero no tiene ningún pensamiento con respecto a la fe ni a la posición de la Iglesia, no se siente provocado, interpelado por la coherencia de la vida de su maestro y no ve la vida de Iglesia, la fe misma, como un bien deseable para él. Por lo tanto, hace falta compartir testimonios de vida, pero también conocimientos formales sobre la doctrina de la Iglesia, la posición que ella tiene respecto de tantas circunstancias de la vida moderna y el porqué de esa posición. Ello no significa que no haya que respetar la libertad de conciencia.

¿Cree usted que se ha dejado de hablar de la Vida Eterna?

Absolutamente. Hoy se le da más importancia a temas como la farándula, el fútbol, el dinero, el placer a corto plazo en general. Se huye de la trascendencia, del dolor, del contenido de la muerte, de lo que incomoda, de lo que no se entiende. Y no se hace ningún esfuerzo por explicarse la razón de la vida, de la existencia del ser humano, de la creación. En fin, lo light del día de hoy aleja totalmente al hombre de su propia razón de ser.

Publicado el: 7 Julio, 2011
© Arzobispado de Concepción