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Anunciar el Evangelio a toda la Creación

Transitando este tiempo pascual, como Iglesia compartimos y renovamos la alegría del Evangelio, de un Jesús Resucitado capaz de hacer nuevas todas las cosas. Estamos llamados a regocijarnos en tan gran regalo que es el inmenso amor de Dios, que primero nos ha soñado, nos ha creado, y también llega al extremo de redimirnos por medio de su Hijo. Esta Buena Noticia por excelencia, no alcanza sólo al ser humano, imagen y semejanza de Dios, sino también a toda la Creación.

En estos últimos años vamos percibiendo con mayor inmediatez la crisis climática de nuestro planeta, de una Creación que clama por ser salvada. El cambio climático muestra más frecuentes y claras señales, como las temperaturas extremas, las lluvias más abundantes sobrepasando las precauciones habituales, o las sequías propiciadoras de incendios. Y por acción directa del ser humano continúa la contaminación de aire, tierra y agua, así como la ambiciosa explotación de recursos naturales (Cfr LS36). Explotación ya no puede ser un término bien ponderado desde una mirada cristiana; explotación indica una relación donde alguien domina a otro y lo usa o aprovecha de un modo que excede su equilibrio, encaminándolo al deterioro. Este no es el modo de proceder que Jesús, con su vida, muerte y resurrección nos muestra.

¿Cómo podría la Buena Noticia atravesar cielo, agua y tierra para transformar y hacer nueva esta relación del ser humano con toda la Creación? ¿Cómo pasar de la dinámica de la explotación, a una fraternidad universal, donde las personas nos podamos percibir como administradores- cuidadores de tan gran Edén que Dios nos ha confiado? ¿Cómo restaurar las relaciones dañadas del ser humano, no sólo con la Creación sino también con su propio ser, con los semejantes, y con Dios?

El cuidado de la Casa Común no es una asignatura extracurricular, es parte de la vocación cristiana, entra en la esencia de nuestro respeto y cuidado por la vida. Y todos tenemos un pequeño o amplio mundo donde somos anunciadores, comunicadores con nuestras palabras, signos y acciones; incluso también con nuestra inmovilidad u omisión comunicamos (Cfr LS 111).

Tras ocho años de la primera Encíclica “verde” Laudato Si’, el Papa Francisco nos ha instado en octubre de 2023 con un nuevo documento: la Exhortación Apostólica Laudate Deum, avanzando en la reflexión acerca de la responsabilidad de la humanidad en la herencia de este mundo que dejamos a las nuevas generaciones, especialmente señalando lo erróneo de un paradigma tecnocrático que otorga un poder desmedido a la economía y la tecnología sin reconocer límites éticos, que evidentemente no nos está conduciendo a una vida más saludable y donde los más pobres son los primeros en sufrir las consecuencias.

En esta región del Biobío y sur de Chile, donde la actividad humana está tan estrechamente relacionada con los recursos naturales; donde abunda el mar, los ríos, bosques y exuberante vegetación siendo hogar y refugio de inmensa biodiversidad, no permitamos que la abundancia de esos recursos nos haga pensar que somos los dueños, y olvidemos que la naturaleza clama queriendo ser cuidada, trabajada y gobernada por un ser humano que sea imagen y semejanza de Dios, pero que también se reconozca creatura, hermano, hermana, como lo diría San Francisco de Asís. Sólo un hombre nuevo podrá generar relaciones restauradoras del equilibrio, bondad y generosidad de la Creación.

Hermana Cecilia Marichal
Religiosa de María Inmaculada
Movimiento Laudato Si’

Publicado el: 16 Abril, 2024
© Arzobispado de Concepción