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Monseñor Sergio Pérez de Arce:“No tenemos que mirar a los pobres como objeto de nuestra misión, sino como hermanos que tienen mucho que enseñarnos”

Publicado el: 27 Junio, 2024

Los enfermos, los migrantes, los niños y los jóvenes que tienen poco apoyo familiar en sus procesos de desarrollo estarán en el foco de la labor pastoral de monseñor Sergio Pérez de Arce Arriagada, nuevo arzobispo de Concepción. También los pobres. A ellos no debemos mirarlos como “objeto de nuestra misión o nuestra caridad, sino sobre todo como hermanos, que tienen mucho que enseñarnos y en los cuales encontramos el rostro de Cristo”, dice.

El obispo de Chillán fue llamado a liderar la Iglesia de Concepción. Una misión que espera cumplir continuando la senda que sus antecesores han recorrido, con especial atención en los pobres que son los preferidos de Jesús. Eso y muchos otros temas aborda en esta entrevista para Diálogo.

– Lo primero, ¿se esperaba este nombramiento? ¿Cuál fue su reacción ante la designación como arzobispo de Concepción?

– Es difícil esperar un nombramiento de este tipo, porque los procesos de consulta son muy reservados y en verdad no hay señales antes de que el Nuncio te lo comunique. Algunos por allí me decían que mi nombre circulaba como uno posible, pero realmente no deja de ser eso, un nombre entre otros que circula, por lo que uno no anda pensando que lo van a nombrar aquí o allá. Ahora, el día que el Nuncio me lo comunicó, que fue el 30 de abril, lo primero que pensé es en las tantas cosas pendientes que quedarán en Chillán. He tenido cierta tristeza por dejar Chillán, por los lazos creados y porque siento que necesitaba más tiempo para abordar ciertos desafíos, pero estoy bien dispuesto para servir en Concepción y agradecido de la confianza que se deposita en mí.

– ¿Qué balance hace de su labor en la Diócesis de Chillán?

– Llegué a Chillán como administrador apostólico en septiembre de 2018, con la prioridad evidente de afrontar la crisis de los abusos. Había que abordar diversas investigaciones por denuncias, que en ese momento eran seis. Obviamente era un momento difícil para todos, para los presbíteros, los fieles, los denunciantes y las víctimas. Se logró avanzar con prontitud, dentro de lo largo que son estos procesos, y se llegó a resoluciones en cada caso. Pero además había que recuperar un clima de confianza mutua, de mayor serenidad para abordar la misión cotidiana. Cuando en febrero de 2020 me nombraron obispo, el clima ya era otro, no sin problemas, pero más positivo, con más transparencia y comunión. Desde el inicio también fuimos animando la acción pastoral, con prioridades pastorales, fortaleciendo la catequesis, la formación. Hay mucha gente buena y comprometida con la misión, que le pone empeño cada día.

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