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Reflexión en torno a la contingencia social en Educación

A principios del mes de marzo del presente año llegó a nuestro país la pandemia del Covid-19. Ello provocó diversas complicaciones, cuarentenas en distintas partes de nuestro país, la paralización de ciertos procesos productivos de bienes y servicios, la pérdida de muchas fuentes laborales, adecuación a una nueva forma de trabajo y estudio desde el hogar, incertidumbre respecto de cómo afrontaremos esta una forma de vida en esta situación social inédita para la actual generación.

Con el cierre de los establecimientos educacionales, se han visibilizado aún más las brechas sociales de las familias chilenas. Muchas de ellas se han visto imposibilitadas de acceder a esta nueva forma de educación a distancia, debido a la falta de acceso a un computador, conexión a Internet y desconocimiento en el uso de las tecnologías. Esto afecta la formación integral de nuestros niños y niñas, y la escuela ha tenido que adaptarse y reinventarse para poder acompañar, guiar y orientar tanto a sus estudiantes como a sus familias. Por ello, los profesores se han visto en la necesidad de buscar nuevas herramientas que aporten a la formación académica e integral de sus estudiantes, quienes a través de la comunicación establecida en cada institución educacional se han reinventado día a día para juntos buscar las respuestas a los problemas de su comunidad.

Sin duda, las familias han sido parte esencial en este período de cambios, ya que han potenciado la oportunidad para educar y compartir con los suyos. Esto se ha logrado a través del apoyo brindado por los establecimientos católicos en materia de contención psicológica y espiritual, asumiendo la tarea de la acogida y contención de toda la  comunidad educativa en este proceso de enseñanza-aprendizaje que se lleva a cabo en el hogar, en medio del contexto actual.

 En esta crisis económica, social, política y religiosa que estamos viviendo es importante reconocer que estamos todos en la misma barca, que nos necesitamos. Aquí no vale la condición social, económica, religiosa. Aquí vale que somos seres humanos y que necesitamos del encuentro, de la cercanía. La tarea de la escuela católica es la formación académica, y su principio fundamental es reconocer a Dios en la persona de los estudiantes y docentes para construir su reino en la escuela y ser capaces de vivir la misericordia como plan de salvación. Para ello debemos propiciar el cuidado, los espacios de los estudiantes para compartir con sus padres, desarrollar instancias que permitan aprender competencias para una vida en la que todos debemos ser corresponsables. Estamos llamados a dar respuesta a los niños y jóvenes, a darles las herramientas necesarias para que se enfrenten a un mundo difícil.

El año pasado el  Papa Francisco, nos invitaba para este 14 de mayo 2020, a celebrar un Pacto Global de Educación para tomar conciencia sobre la responsabilidad hacia la educación, a fin de propiciar el espíritu de encuentro entre generaciones, religiones y culturas, así como entre el hombre y el medio ambiente. Es por ello que hacemos un llamado especial a recordar esta invitación, expresando nuestro más profundo reconocimiento a todas las comunidades educativas de los establecimientos educacionales, que en esta pandemia están gestionando con gran esfuerzo la realización de sus actividades en medio de las dificultades de distanciamiento social, gracias a valores como solidaridad, empatía y respeto.

Sra. Adriana Fernández Álvarez
Delegada Episcopal para la Educación y la Cultura

 

Publicado el: 20 Mayo, 2020
© Arzobispado de Concepción