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Construyamos una sociedad más justa, inclusiva y acogedora para todas las personas

Toda persona, sea cual sea su condición, posee dignidad humana y, en su particularidad, está dotada de capacidades y talentos que Dios le ha regalado, para que los haga florecer en comunión con los demás. Lo ocurrido recientemente en una escuela en Coronel, referido a la vulneración que sufrió un niño en situación de discapacidad cognitiva, nos conmueve e impresiona, lo que indica que no normalizamos conductas que pueden vulnerar a nuestros niños, niñas y adolescentes, sino que nos llama a ser responsables, alzando la voz, con fuerza y decisión, cuando estos hechos suceden.

Cada persona, que busca el bien común, posee habilidades y capacidades, que ayudan a la construcción de una sociedad humana, centrada en principios de justicia, empatía, solidaridad, fraternidad e inclusión, disminuyendo las barreras que impiden el acceso a oportunidades igualitarias para todas las personas.

Tal y como lo menciona la UNESCO: “Todos los niños, niñas y jóvenes del mundo, con sus fortalezas y debilidades individuales, con sus esperanzas y expectativas, tienen el derecho a la educación”, y sigue “no son los sistemas educativos los que tienen derecho a cierto tipo de niños o niñas.  Es por ello que es el sistema educativo de un país el que debe ajustarse, para satisfacer las necesidades de todos los niños, niñas y jóvenes”. Esto nos invita a reflexionar, acerca de qué prejuicios y estereotipos utilizamos en la cotidianidad, tanto en el lenguaje como en nuestras acciones, que nos hacen ser poco inclusivos.

En innumerables ocasiones, el Papa Francisco nos ha invitado a tomar conciencia y a realizar esfuerzos para terminar con la cultura del descarte, siendo necesario “desarrollar anticuerpos contra una cultura que considera algunas vidas de serie A y otras de serie B, porque esto es un pecado social”. Hay que “tener valor”, anima el Papa, para “dar voz a quienes son discriminados por la condición de discapacidad”. En este contexto, ha hecho un llamado al ámbito de la educación, para realizar un Pacto Educativo Global, basado en la certeza de poder transformar vidas, dando oportunidades para todos y todas y, reconociendo la educación como un medio de esperanza, basada en la solidaridad, capaz de ir construyendo paradigmas capaces de responder a los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo, encontrando soluciones a las necesidades de cada generación, de una manera humanizadora, lo que significa relevar la escucha, el diálogo, la empatía y el bien común.

Quisiera destacar el primer compromiso del Pacto Educativo Global, en el que el Santo Padre nos invita a poner en el centro de todo proceso educativo formal e informal a la persona, su valor y dignidad, su propia especificidad, belleza, singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que le rodea, rechazando aquellos estilos de vida que favorecen la difusión de la cultura del descarte. Esta invitación, nos llena de esperanza y nos anima a alzar la voz, a derribar creencias y acciones discriminatorias, trabajando por una sociedad más justa, inclusiva y acogedora, en donde todos y todas tengan cabida, se sientan respetados y amados.

 

Adriana Fernández Álvarez
Delegada Episcopal para la Educación
Concepción, Septiembre 2022

 

Publicado el: 12 Septiembre, 2022
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