Francisco cumple 10 años como Sumo Pontífice. Un papado intenso que no ha dejado indiferente a nadie. Él quiere vivir en primera persona lo que le pide a los católicos. En él todo habla, sus gestos, sus palabras, sus miradas, sus viajes pastorales y los lugares que visita. Se siente a gusto con los pobres, los marginados, los que son según sus palabras “los descartados”. No se siente a gusto en medio del lujo, la pompa, lo que huele a fastuoso y a hipocresía. El Papa es un comunicador por excelencia y de él es mucho lo que tenemos que aprender.
También se ha hecho presente a través de encíclicas, cartas pastorales y exhortaciones apostólicas. Es honesto y sincero, no se anda con rodeos a la hora de decir las cosas. Está convencido que solo la verdad nos hará libres. El Papa aboga por volver a la experiencia de los primeros cristianos, es decir a una vida sencilla centrada en Cristo y en el amor fraterno. Busca desesperadamente el encuentro entre los hombres en medio de tantas guerras y divisiones. El Papa además se da cuenta que con el actual sistema de desarrollo no vamos a llegar muy lejos. El sistema extractivista basado en el consumo indiscriminado ha hecho que el mundo sea un verdadero basural y el precio lo pagarán las generaciones venideras.
Él aboga por la familia fundada en el matrimonio. Ello exige un camino pedagógico que está aún por ser recorrido. Tiene clara la doctrina en materia de matrimonio, pero al mismo tiempo busca caminos pastorales para que nadie se sienta excluido. El Papa es claro y preciso a la hora de cuidar la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Le duele la globalización de la indiferencia que se ha enquistado en una sociedad individualista y egoísta y aboga por una Iglesia que sirve a la sociedad, que no impone sus ideas y que ilumina con el testimonio que da en medio de aquellos más solos y abandonados. El Papa a los obispos y sacerdotes nos quiere con olor a ovejas, nos pide que desterremos el clericalismo y que, sobre todo tengamos una experiencia profunda de Jesús, que lo transforma todo.
Mons. Fernando Chomali
Arzobispo de Concepción
