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Hermana Irma Díaz: Descubrí que mi deseo más profundo era seguir al Señor

Publicado el: 16 Noviembre, 2023

La Hermana Irma Hilaria Díaz Hermosilla, quien forma parte de la Congregación Hermanas del Niño Jesús, celebró 70 años de vida religiosa el pasado 15 de octubre, en una Eucaristía presidida por el Vicario para la Pastoral de la Arquidiócesis de Concepción, Padre César Pedreros, junto al Párroco de San Juan Evangelista de Lota, R.P. Bakanja Kasandoli. 

Tiene noventa años de edad y recuerda que tenía seis cuando, junto a su familia, fue hasta la estación de ferrocarril de Los Ángeles para despedir a la mayor de sus seis hermanos, Ana María, quien junto a otras jóvenes partía hacia Argentina para hacer su noviciado con las Hermanas del Niño Jesús. 

“Sin comprender el motivo de la separación, yo lloraba desconsoladamente y me culpaba por temor a que mi hermana se estaba yendo porque yo no era buena con ella. No había palabras de consuelo para mí, hasta que una religiosa que acompañaba a las futuras novicias se acercó dulcemente y me dijo que no llorara, porque cuando yo fuera grande, también viajaría en tren y sería monjita como mi hermana. Esas palabras de consuelo siempre rondaron en mi mente y en mi corazón”, relata. 

Pasaron los años y cuando era estudiante de tercer año de humanidades en el Colegio Niño Jesús de Lota, sabía que había llegado el momento de dejar el establecimiento, porque en esa época no había cuarto de humanidades. La Hermana Irma comenta que la experiencia de alejarse del colegio, de sus compañeras y “del ambiente religioso y fraternal de las hermanas, que eran mis profesoras, y de otras integrantes de la comunidad, provocó en mí una gran nostalgia. Vivía con dolor la separación, sentía que algo importante me faltaba”. 

Fue en ese entonces que surgió en ella una inquietud vocacional más clara, “porque descubrí que mi amor y mi deseo más profundo era seguir al Señor, así como lo hizo mi hermana y otras religiosas, que yo veía tan felices, sencillas y acogedoras”. 

Así llegó el día en que, junto a otras dos jóvenes, partió en tren desde la estación de Lota hasta Concepción, luego desde allí hasta Santiago y posteriormente a Mendoza hasta llegar a Buenos Aires para iniciar su noviciado. El viaje duró cuatro días, en los que lloró mucho por el dolor de separarse de su familia, especialmente de sus hermanas menores, y por alejarse de su país. Viéndola en ese estado, la religiosa que las acompañaba le dijo que si tan grande era su pena, cuando llegaran a Buenos Aires podía regresar a Chile. Pero, “en ese momento mi respuesta fue muy clara. Yo no regresaría, porque mi llanto era fruto de la promesa de no volver atrás. Le dije que seguiría los pasos del Señor para siempre y que estaba dispuesta a dejarlo todo y a vivir cualquier sacrificio por amor a Él”

Así lo hizo y desde ese viaje han pasado 73 años, 70 años de vida religiosa con votos definitivos, que celebró en Lota, “en la misma parroquia y ciudad que me vio partir rumbo a mi noviciado. En esa hermosa Eucaristía estuvo presente mi hermana mayor y religiosa Ana María, quien ahora tiene más de 100 años de vida, y que caminando emocionada me acompañó llevando una ofrenda hasta el Altar”. 

“El Señor ha cumplido su Palabra”

Respecto a estos 70 años de vida religiosa, la Hermana Irma Hilaria Díaz afirma que  es ”muy corta la vida y muy larga mi historia. Siempre he vivido feliz, jamás me he arrepentido de haberle dicho sí al Señor, desde el momento en que me llamó para entrar en el camino de la vida religiosa. El Señor ha cumplido su Palabra y me ha dado el ciento por uno. Me ha colmado con su amor y su misericordia en mi vida consagrada y en las diferentes misiones que me ha confiado, especialmente en mis largos años de trabajo como educadora”. 

“Siempre lo he sentido muy presente en mi vida y mi gran unión con Él ha sido y es a través de mi vida de oración, por la Eucaristía, por mi vida comunitaria y por mi trabajo apostólico que hasta hoy realizo según mis posibilidades”, destaca. 

La Hermana Irma comenta que al pensar en sus sueños y juegos de niña comprueba que se hicieron realidad, pues jugaba a ser profesora, a las visitas y al almacén. En ese contexto, señala que durante su vida como profesora “trabajé con alegría, tanto en los colegios de mi congregación como en los municipales. Además, desde mi juventud y hasta el día de hoy, con mis 90 años de vida, disfruto visitar y compartir con las familias, celebrar la vida, participar y disfrutar de los paseos, de los cumpleaños de grandes y pequeños, de las fiestas de bautismos, casamientos. Y uno de mis gustos, cuando puedo, es vitrinear. No comprar, sino que me recreo mirando todo lo que es antiguo o me parece novedoso en los almacenes de nuestro tiempo. También disfruto con la música, contemplando y cultivando flores, plantas medicinales y un pequeño huerto”. 

Durante estos 70 años de vida religiosa, ha sido profesora en Lota, Los Ángeles, Florida y en la localidad de Caunicú en Alto Biobío, y también ha sido directora en colegios de las Hermanas del Niño Jesús y en otros fiscales. Además, “he tenido el rol de animadora de comunidad, que me confió la congregación en diferentes lugares de vida y misión”. 

Penas y alegrías

Para la Hermana Irma lo más lindo de ser religiosa es “sentirse siempre en presencia del Señor y tratar de responder con fidelidad a su llamado. Es lindo compartir la vida, con sus penas y alegrías, con otras hermanas en comunidad. También, vivir siempre en comunión con los hermanos y hermanas, especialmente con los que más lo necesitan y vivir en comunión con la Iglesia”. 

Asimismo, valora el “saber que hay una preocupación de la congregación para que durante las diferentes etapas de nuestra vida recibamos formación y acompañamiento espiritual y profesional. Es muy lindo entregar la vida por amor a Jesús y a los hermanos”

No obstante, reconoce que los primeros años de vida religiosa fueron difíciles para ella, debido a “la falta de comunicación y desprendimiento de mi familia” y “aceptar diferentes tipos de sacrificios por amor al Señor. Vivir con muchas normas y reglas de tipo personales y comunitarias, que eran propias de esa época. Llevar un ritmo de vida y trabajo con horarios muy exigentes”. Pero afirma que “esta realidad fue cambiando con la renovación de la vida religiosa y de la Iglesia, y nuestra vida fue más armoniosa”. 

Abandonarse y confiar

La Hermana Irma invita a quienes “en lo profundo tienen la convicción de ser llamados por el Señor” a “dar una respuesta concreta a pesar del temor, porque el mismo Señor les dará la fuerza para superar los obstáculos de todo tipo”. 

Además, les dice que “hay que abandonarse y tener confianza, porque el Señor siempre está. Es hermoso trabajar para extender el Reino de Dios en un mundo que tanto necesita paz y amor”

Y ella ha sido testigo de ello y está profundamente agradecida del Señor: “Doy gracias a Dios por su fidelidad durante estos 70 años de mi vida religiosa. Gracias por el hermoso regalo de haber vivido seis años en Francia, donde tuve la posibilidad de conocer la ciudad de Le Puy, cuna de nuestra fundadora, Ana María Martel, donde disfruté de la experiencia de conocer y beber en la fuente de nuestra espiritualidad y carisma. Gracias por la salud y la alegría de vivir en cada amanecer. Gracias al Señor por contar con mi familia sanguínea y mi familia espiritual. Gracias por todos los hermanos y hermanas en la fe, que me han acompañado en mi caminar durante todos estos años. Gracias Señor, porque he recibido mucho más de lo que yo he podido dar o entregar en tu nombre”. 

Fuente: Revista Nuestra Iglesia

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