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Envía Señor tu Espíritu y renueva toda la tierra

El próximo domingo 19 de mayo celebraremos la Solemnidad de Pentecostés, con esta celebración culmina el tiempo Pascual. La Iglesia, comunidad del Resucitado, se une en oración para ser renovada y ungida con el don del Espíritu Santo. Tradicionalmente se celebran en nuestras comunidades novenas de preparación, vigilias de oración, meditaciones, testimonios, reflexiones, cánticos y alegres alabanzas que plasman un ambiente que anhela y sueña un nuevo Pentecostés para la Iglesia y el mundo entero.

Un texto muy significativo para esta preparación de Pentecostés se encuentra en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, corresponde a la última conversación de Jesús con sus discípulos antes de ascender a los cielos. En esta ocasión, Jesús resucitado expresa a la comunidad sus últimas palabras, les manifiesta la necesidad de “no separarse” y “seguir esperando” la promesa del Padre en Jerusalén. Deben ser bautizados en el Espíritu Santo y gracias a este don recibirán la fuerza para ser sus testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. (Hech 1, 1 – 8).

No separarse y seguir esperando son dos recomendaciones de Jesús dichas antes de volver al Padre. Dos movimientos que son propios de Dios, comunidad de Personas Divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Podríamos reconocer en esto un verdadero testamento divino, revelador de un designio del Señor Resucitado dirigido no sólo a la primera comunidad, sino a todas las comunidades, a toda la Iglesia peregrina en la historia y en el mundo.

No separarse y seguir esperando son dos movimientos de la gracia de Dios y condiciones necesarias, tanto personales como comunitarias para acoger con fruto el don del Espíritu Santo. Dos movimientos que pueden iluminar con fuerza la presencia del Espíritu de unidad, que contrasta con los ecos de división que muchas veces resuenan dentro de la misma Iglesia, ecos que manifiestan la necesidad del don de la fe, pero una fe más humilde, más confiada en la acción del Espíritu Santo, una fe que discierne los movimientos del Espíritu que conduce el destino de la Iglesia, una fe que sale de sí para dar testimonio con la fuerza del Espíritu.

No separarse y seguir esperando es una llamada de Jesús resucitado para reconocerlo como Señor de la historia, que nos anima a trabajar junto con Él por un mundo nuevo, para ser comunidades animadas por el Espíritu Santo que construyen nueva humanidad; que presentan y sirven según los valores que brotan del Evangelio; comunidades que interpretan los signos de los tiempos; que tienen la sabiduría y fortaleza para navegar con viento en contra en medio de una sociedad que proclama y promueve el individualismo, la violencia, la desintegración, la separación, la desconfianza, la descalificación, entre tantos otros vicios de este tiempo.

Con el don del Espíritu animémonos a no separarnos y seguir esperando, confiamos que Él puede hacer nuevas todas las cosas.

Mons. Bernardo Álvarez
Administrador Diocesano de Concepción

Publicado el: 15 Mayo, 2024
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