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La alegría de servir a Jesús en la Eucaristía  

El pasado 30 de julio, el Papa Francisco se reunió en la Plaza de San Pedro con un gran número de acólitos bajo el lema “Contigo”. En su mensaje, el Papa destaca el profundo significado de la palabra “contigo”, que enfatiza sobre el servicio en la Eucaristía  de los acólitos, donde Dios es el protagonista. Este concepto se manifiesta plenamente en  la Eucaristía, donde el “contigo” se convierte en la presencia real de Dios en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

El Papa subraya que el verdadero “contigo” que podemos ofrecer a los demás es lo que  nos conecta. Si un monaguillo lleva consigo el misterio de Dios, como lo hizo María, podrá estar presente con los demás de manera renovada y significativa.  

Este encuentro cobra especial relevancia al recordar a San Tarcisio, mártir y patrono de los  acólitos. San Tarcisio, un joven de la antigua Roma que representó las virtudes de amor y  entrega total al Señor, incluso ofrendando su vida. 

Ser monaguillo es un regalo maravilloso de Dios que debemos valorar. Ser parte de este  grupo, tanto hombres como mujeres, significa responder a la invitación de Jesús: “Ven,  acompáñame, ven a servir en mi altar, vive conmigo la Misa como esencia de tu vida y ama  a tu familia”. Ser monaguillo es adorar a Jesús en la Eucaristía y vivir con felicidad la amistad  con el Señor. 

Al haber sido llamados, todos los acólitos deben proponerse un objetivo: no abandonar a  Jesús con facilidad. Es fundamental mantener el compromiso en el ministerio, llevando en el alma y en el corazón la experiencia del servicio en el Altar y orando cada día, aunque no puedan ir al templo. Amar la labor como discípulos de Cristo es esencial, aprendiendo a  valorar nuestra vida en la misión y aspirando a que el que todos conozcan y amen a Jesús, sea la única recompensa que busquemos. 

La vida de San Tarcisio nos interroga sobre cómo vivimos nuestro propósito en la Iglesia y ante Jesucristo. Nos invita a reavivar nuestro fervor, sirviendo con generosidad y dando un  testimonio valiente de nuestra fe. El camino hacia la santidad puede ser desafiante, pero es  posible. Transformar el mundo mediante el amor de Cristo es crucial; servir a Dios en todo lo que hacemos es la clave para nuestra vida como amigos de Jesús. Nos guía cuando estamos perdidos y nos ayuda a discernir su voluntad en nuestras vidas. 

Como Iglesia de Concepción es fundamental rezar fervientemente por los acólitos, quienes con su compromiso viven el honor de servir a Jesús, quien se entrega por nosotros en la  Eucaristía.

Fernanda Lara L.
Delegada Episcopal para el Servicio de la Niñez

Publicado el: 9 Agosto, 2024
© Arzobispado de Concepción