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La mediación del Espíritu Santo como acto de amor trinitario

El Domingo 28 de Mayo, celebraremos como Iglesia, la fiesta de Pentecostés. Es por este motivo que hemos querido profundizar en esta dimensión pneumatológica, desarrollando algunos elementos que se vinculan a la experiencia de fe, vivida en toda comunidad creyente.

Por ejemplo, en la época veterotestamentaria, el pueblo de Israel, en su largo peregrinar hacia Dios, va teniendo diversas experiencias en cuanto a su relación con Yahveh; una de ellas es la experiencia del Espíritu de Dios, en donde reconoce a Dios como el dador de la vida. Es por eso que el vocablo hebreo Ruaj señala, ya desde su significación etimológica primera, la conexión de espíritu y vida.

Por otra parte, desde la óptica Trinitaria, podemos señalar que el Espíritu Santo es accesible a través del misterio de la Trinidad cuando ella se revela. El Espíritu Santo se comprende cuando estamos abiertos a la revelación del propio Espíritu Santo en la historia, en nuestra propia historia, lo comprendemos cuando estamos abiertos a la sorpresa. Nuestra fe en Dios no es un simple monoteísmo, el Dios que se nos ha autocomunicado en Jesucristo es un Dios cuya esencia es la Comunión, y esa perfecta comunión se manifiesta en la Trinidad.

Cuando queremos llegar a la base de la esencia trinitaria de Dios, tenemos que situarnos en el gran acontecimiento de la Pascua como momento culminante de la vida histórica de Jesucristo. En el gesto gratuito del don de sí, Jesús, el Hijo, expresa la total obediencia y disponibilidad a la voluntad del Padre, es decir, al proyecto de amor en el que aparece el sentido de la salvación. Dios, en la entrega de su Hijo a la muerte, no lo hace indiferentemente, Dios entrega a su Hijo Jesús por amor a los hombres, por amor a cada uno de nosotros; en Jesús crucificado, paradójicamente se nos muestra la bondad y el amor de Dios que sale de sí mismo y es entregada para la salvación y comunión de todos los hombres.

Jesús, al morir entrega el Espíritu (Jn 18,30), con un abandono confiado y filial en la espera de aquella reconciliación que, en la resurrección, llegará a ser plena y definitiva. “Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos… Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu” (Ef 2, 13.18).

Así, pues, el acontecimiento pascual en lo paradójico del crucificado-resucitado revela la historia trinitaria de Dios, en donde nosotros podemos captar que en la comunión trinitaria se expresa la totalidad del amor de Dios, el que por su grandeza es impensable por nosotros. Dios es Trinidad-Comunión, porque “Dios es amor” (1 Jn 4,16), esto porque desde siempre (desde toda la eternidad) “el Padre genera en el amor, libremente, al Hijo y, con el Hijo espira al Espíritu Santo”.

El amor de Dios, “DON” del  Espíritu:

Para referirme al amor de Dios, que se nos manifiesta como regalo en su hijo Jesucristo en quien actúa el Espíritu del Padre, tomaremos un extracto de la carta Encíclica de Juan Pablo II sobre “El Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo”, que lleva por título “Dominum et Vivificantem” (1986): “Dios, en su vida íntima, es amor, amor esencial, común a las tres personas divinas. El Espíritu Santo es amor personal como Espíritu del Padre y del Hijo. Por esto sondea hasta las profundidades de Dios, como amor-don-increado. Puede decirse que en el Espíritu Santo la vida íntima de Dios uno y trino se hace enteramente don, intercambio del amor recíproco entre las personas divinas, y que por el Espíritu Santo Dios existe como don. Tenemos aquí una riqueza insondable de la realidad y una profundización inefable del concepto de persona en Dios, que solamente conocemos por la Revelación”. (D et V 10). En el Espíritu Santo Dios nos acoge y se nos dona, por el Espíritu Santo Dios se hace comunión con nosotros, “en el Espíritu Dios colma la infinita distancia que separa al Increado del creado”, es decir, la distancia entre Dios y nosotros; es por eso que Dios llega a ser Dios-con-nosotros y Dios-en-nosotros.

Finalmente, nos gustaría destacar que, “si por un lado, no es sencillo decir quién es el Espíritu Santo, por otro, se puede constatar su acción en la vida de aquellos que se dejan transformar por él. El Espíritu, efectivamente transforma y transfigura de tal modo la vida del cristiano, y opera un cambio tan profundo en su ser que no puede pasar inadvertido”.

El Espíritu, en la vida del cristiano, quiere ser semilla de amor, una semilla de amor que al ir creciendo vaya adquiriendo las características de Cristo, para ser “otro Cristo”.

Es por eso que para el cristiano es un gran desafío y una gran tarea cultivar la semilla de amor del Espíritu Santo, que significaría a la larga permanecer abierto a la obra de Dios en la propia vida, manifestada en el Espíritu.

El cristiano, en su continua renovación, no está solo, asimismo, el cultivo de la semilla del amor donada por el Espíritu Santo tampoco se hace en el anonimato, junto al cristiano en particular hay muchos hombres y mujeres, y esos hombres y mujeres de fe, forman el cuerpo de Cristo representada en la Iglesia, modelo de comunión trinitaria y creadora de vida. Vivamos entonces la fiesta del Espíritu, acogiendo en nuestras vidas la fuerza creadora, recreadora y transformadora de la Ruaj.

 

Óscar Bórquez López
Director Colegio Niño Jesús
Publicado el: 27 Mayo, 2023
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