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¡Oiga, respete la fila!

En estos días he visto largas filas con personas que desean entrar en un banco, supermercado, farmacia, etc. Me sucede que empiezo a imaginar que, como se ha acrecentado una sensación de desamparo frente a las difíciles circunstancias que enfrentamos como sociedad, buscamos con desesperación mantener nuestro lugar para lograr algún esquivo beneficio; es como si necesitáramos estar en la fila para asegurarnos que no perderemos más de lo que ya estamos perdiendo con la crisis.  Bueno, es mi mente la que me lleva a imaginar que la necesidad de estar en la fila es reflejo de nuestra inseguridad existencial que nos empuja a asegurarnos un puesto, el que sea.

Me sucede igual en el ámbito eclesial e imagino (otra vez mi poco prolija imaginación) que, cuando volvamos a celebrar los sacramentos presencialmente, muchos harán una fila para acceder los templos, ya que las autorizaciones serán con un número limitado de asistentes en un comienzo. Los más fervorosos no querrán perderse esta fila para no perder más la oportunidad de recibir la sagrada comunión presencialmente. O sea, estas serían unas filas que también hablarían de nuestra inseguridad espiritual, ya que tampoco en esto queremos perder más. Reitero, todas estas cosas son pensamientos asociados a mi imaginación (cualquier alcance con la realidad es mera coincidencia).

Ojalá no sea así.

Lo malo es que hay muchas realidades que muestran que sí estamos en la fila o queremos armarla. Por ejemplo, la presencia creciente de inmigrantes deja evidencia que nos cuesta aceptar a quien llega después que nosotros. O sea, armamos la fila colocándonos en primera línea para acceder a los beneficios de estar en Chile: nosotros primero, luego los que vienen de fuera. Bueno, así sucede por estos días con muchos grupos de personas: vecinos que no quieren nuevos vecinos (normalmente considerados una amenaza para la tranquilidad del barrio o del condominio), empresas y gremios que no quieren nuevos actores que compitan con ellos (y también en estos tiempos de debacle económica, porque temen que las ayudas del estado no alcancen para todos), padres que no quieren que sus hijos compartan con niños social, económica y/o cognitivamente diferentes, porque justamente son diferentes y merecen otro lugar (más atrás en la fila, obviamente). Estos son ejemplos de un conjunto innumerable de situaciones que nos hablan de la misma lógica de la fila; en todo armamos la fila… y defendemos el lugar que tenemos en ella. Es como cuando decimos en la fila de banco: “¡oiga, respete la fila, yo estoy primero!”.

Por eso, también en la Iglesia distingo rastros de que nos gusta armar la fila: las personas que no dejan que otras se sienten en «sus puestos» (“yo llegué primero”), los que son más antiguos y  no dejan que los nuevos propongan cambios (“siempre se ha hecho así”), los que tienen una tarea y no quieren dejar espacio para que otros colaboren (“¿por qué me quieren quitar mi tarea?”). Estas actitudes responden a que la fila ya está armada y ¡hay que respetar la fila! Más claro aún es cuando laicos, clérigos y religiosas nos peleamos las minúsculas cuotas de poder sobre un grupo o comunidad: acá intentamos que los demás acepten la fila que ya tengo armada en mi cabeza. El problema aquí es que la fila la tengo en mi corazón y, si estoy en la fila, ya no puedo seguir a Jesucristo. Hacer la fila es una realidad estática porque tengo un lugar y lo debo cuidar para no perder. Seguir a Cristo es una realidad dinámica porque me obliga a moverme, normalmente al último lugar. ¿Recuerdan la enseñanza del Señor sobre los primeros puestos? (cf. Lucas 14, 7-11). Para Jesús no hay que hacer la fila, sino más bien ponerse al último y Dios mismo nos dará el lugar propicio en el momento exacto.

La pastoral de estos tiempos debe llevarnos a desenmascarar cualquier intento de armar la fila o cuidar el puesto. Bueno, así también espero que suceda cuando tengamos que volver al templo para celebrar la Eucaristía.

 

P.Mauricio Aguayo Quezada
Vicario de Pastoral
Párroco de Nuestra Señora de la Candelaria
Iglesia de Concepción – Chile

Publicado el: 23 Julio, 2020
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