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Respuestas locales a una crisis global

Uno de los cambios experimentados en este tiempo, es volver la mirada a lo cotidiano, a los de todos los días, a las redes familiares, a los vecinos, es decir a lo local. El espacio local mirado desde un espacio mayor, se refiere, no solo a un territorio específico, sino a las dinámicas que en ese espacio se dan; a su historia, cultura, entorno natural, entre otros.

Lo local, la localidad, aparece como un lugar posible de promover el desarrollo humano y social, a través de procesos de fortalecimiento de sus capacidades y potencialidades. En este sentido y ante la crisis global que estamos viviendo, las respuestas locales pueden resultar más eficaces, cuando se trata de resolver necesidades de sobrevivencia, como la alimentación, la protección y cuidado de los más frágiles. el intercambio como medio de vida.

Este enfoque no libera al estado de asumir su rol activo y promotor del desarrollo, a través del diseño y aplicación de políticas públicas, todo lo contrario, permite hacer más eficiente su gestión, haciendo posible articular diversos actores locales: privados, sociedad civil, gobiernos locales, centros de estudios. En esta línea de reflexión, es relevante repensar temas como, la descentralización de las decisiones y de los recursos, el rol de la sociedad civil, la estructura del estado. En tiempos de crisis, constatamos la fragilidad de nuestras instituciones, que finalmente no logran el impacto que todos quisiéramos en la vida de las personas concretas. También, en estas situaciones podemos preguntarnos ¿cómo hemos construido esos espacios locales? Tristemente, se ha visibilizado la inequidad espacial, como expresión de las brechas existentes   entre un territorio y otro.

Reconocer la importancia de lo local, recuperar el valor de lo comunitario, de las relaciones cara cara, del barrio, es un camino de esperanza para muchos hermanos. En este sentido el aporte que podemos hacer como Comunidad Eclesial, como parroquias insertas en un territorio y abiertas a las necesidades de las personas es significativo.  De hecho, tenemos la oportunidad histórica de fortalecer la organización social, como factor relevante en la transformación de la realidad, para avanzar hacia comunidades más equitativas.

Quisiera destacar algunos rasgos e iniciativas que las comunidades y localidades han generado, como respuestas a la crisis humanitaria generada por la pandemia por Covid- 19, y que pueden iluminar y animar este tiempo.

  • El valor del encuentro entre personas, que comparten una historia y que buscan juntos desde sus capacidades, estrategias para enfrentar necesidades concretas. La asociatividad, como forma de unión y apoyo mutuo.
  • Lo colaborativo, el trabajo en red, las alianzas entre actores diversos, como dice el Papa Francisco “Nadie se salva solo” de la pandemia.
  • La solidaridad creativa y el voluntariado.
  • El cuidado y uso responsable de los recursos naturales y sociales presentes en las localidades.

Estos rasgos, y otros más, están presentes en tantas iniciativas locales: los comedores fraternos y ollas comunes, panaderías comunitarias, cultivo de hortalizas para el consumo familiar, comprando juntos, estrategias para el ahorro de energía, emprendimientos para generar ingresos económicos. Más allá, de las iniciativas solidarias de emergencia, muy necesarias hoy, y que seguramente permanecerán por un tiempo, es relevante poner atención en la forma en que las familias enfrentarán, tras la pandemia, la economía familiar. Aquí, lo local, lo comunitario, puede ser un buen soporte, pues lo más probable es que la producción de alimentos y bienes de consumo básicos tienda a ser más local y sustentable. En esto, los diversos actores pueden aportar en la orientación de recursos e instrumentos, para que el bien común esté en el centro de cualquier decisión.

Todo esto será posible en la medida en que las actitudes personales que cultivemos en este tiempo, sean de mayor conciencia de nosotros, de los demás y del entorno que nos rodea, del uso adecuado y responsable de los recursos, del intercambio, de recuperar el rol activo de las organizaciones sociales en los procesos de gestión local, y promover el vecindario o barrio como espacio para una vida más digna, justa y fraterna.

Gabriela Gutierrez Holtmann
Delegada Episcopal para la Pastoral Social

Publicado el: 25 Junio, 2020
© Arzobispado de Concepción