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Solidaridad

El mes de agosto junto con mostrarnos su rostro de invierno, también nos evoca el mes de la solidaridad, al recordar a San Alberto Hurtado el 18 de este mes. Aunque hoy estamos habituados a escuchar en medios eclesiales este vocablo, no siempre fue así, e incluso hay que reconocer su origen en medios extraeclesiales. Sin embargo, hoy es un concepto que sintoniza mucho con la fraternidad y hermandad que promueve el cristianismo, mostrando que no solo es un valor, sino que su práctica lleva a la vida virtuosa y a estructurar en la sociedad uno de los principios fundamentales para construir el bien común.

Al ver la etimología de la palabra podemos descubrir que no procede directamente del latín, sino que al parecer proviene del idioma francés usado en el siglo XVIII, de una palabra equivalente por una parte al latín “solidus”, es decir, ‘solido’, ‘compacto’, ‘entero’, y por otro lado, a la expresión también latina “in solidum” que hace referencia a obligaciones contraídas por una persona. Más allá de estas referencias etimológicas, también podemos descubrir que la solidaridad tiene relación con la “empatía” y el “compartir”, lo que unido a los aspectos jurídicos antes señalados nos muestran la riqueza de la expresión “solidaridad” como uno de los aspectos humanos que muestran la nobleza del corazón del hombre y de la mujer, que se hace sólido y robustece cuando se abre a satisfacer las necesidades de los demás, particularmente de los más necesitados, y que lleva a un compartir fraterno con los demás. Y dentro de todos los momentos de compartir, es quizás el compartir la mesa el gesto más representativo, ya que constituye una de las necesidades más básicas, que es la alimentación.

Justamente es en este “compartir” donde se expresa también uno de los rasgos que tiene mayores vínculos con nuestra fe. Jesús, el Hijo de Dios, al compartir nuestra condición humana, también nos invita a compartir con El, particularmente en la Eucaristía.

El sacrificio eucarístico nos revela también este misterio de solidaridad de Dios con nosotros, y desde donde nos invita a abrir la “mesa” para compartir con los demás. Es en este tiempo de pandemia donde se necesitan muchos gestos solidarios para mantener los comedores fraternos que mantiene la Vicaría de Pastoral Social de la Arquidiócesis y los de muchas parroquias e instituciones de Iglesia. En el mes de la solidaridad tengamos presente la célebre frase del Padre Alberto Hurtado “hay que dar hasta que duela”. En ese sentido, practicar la caridad en este tiempo de pandemia con los más necesitados es algo que nos urge y que no podemos dejar para mañana. Permitamos que los rostros de los más necesitados también sonrían al extender una mano solidaria y con amor de hermanos. Nuestros corazones se alegrarán y Dios también nos mirará con ternura desde el cielo.

 

Pbro. Pedro Gómez Díaz
Vicario General
Iglesia de Concepción – Chile

Publicado el: 7 Agosto, 2020
© Arzobispado de Concepción