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Un tiempo para renovar nuestro compromiso cristiano

En este tiempo caminamos presurosos para celebrar la Semana Santa, concretamente el Misterio Pascual: Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. 

Es un tiempo de gracia que el Señor, a través de la liturgia de la Iglesia, nos permite vivir también como posibilidad de revisar nuestra vida cristiana y cómo vivimos el seguimiento a Cristo, el Señor, tanto en lo personal como en lo familiar y en nuestras comunidades, con una propuesta segura y radical, que es el llamado a la conversión, profundizando y viviendo con mayor énfasis el ayuno, la caridad y la oración, para poder seguir consolidando nuestra fe, esperanza y caridad. 

A la altura del tiempo recorrido, mirando lo que nos resta en adelante, es bueno que nos hagamos algunas preguntas: ¿Cómo ha sido este tiempo cuaresmal para mí?, ¿He podido dar un paso en mi camino de conversión o sigo igual?. En relación con la dimensión de la caridad, ¿la he podido vivir?, ¿Le he sabido tender la mano a alguien?, ¿Me he encontrado con los rostros sufrientes de Cristo (con el hermano necesitado) o le he pegado la desconocida? En este contexto es importante recordar lo que Jesús nos dice en Mt 25,40: Cada vez que lo hiciste con uno de estos hermanos más pequeño conmigo lo hiciste. 

Asimismo, los invito a plantearnos estas preguntas en relación con Dios: ¿Se va fortaleciendo mi oración con Él?, ¿Su Palabra es un alimento necesario para mí?, ¿La Eucaristía dominical está dentro de mis prioridades?

Creo que ésta es una bellísima oportunidad para mirarnos y, con mucha humildad, poder hacer un examen de conciencia, renovar nuestra fe en el Señor y nuestro compromiso cristiano. 

Este es un tiempo de gracia, un tiempo para entrar en el “desierto de nuestras vidas”, como nos invitaba el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de este año, pero con la convicción de salir más fortalecidos, para reflejar la luz de Cristo y, con gran generosidad de nuestra parte, portar la alegría del Evangelio en las realidades cotidianas, como discípulos y apóstoles del Señor resucitado. 

Sin lugar a duda, no estamos solos en este camino, pues su gracia siempre nos acompaña y nos sostiene en todo momento. Pero también tenemos una gran compañía, que es nuestra Madre la Virgen María, quien nos anima a avanzar sin detenernos, confiando como ella en Dios, quien nunca nos defrauda y que cumple su Palabra, porque nos ama y desea siempre nuestra salvación y nuestra felicidad. 

Por último, en nombre de la Arquidiócesis de Concepción, quisiera agradecerle a todos aquellos que, frente a nuestros hermanos damnificados por los incendios en la Región de Valparaíso, no dudaron en colaborar con enseres, alimentos o dinero para ir en ayuda de ellos, por medio de la Pastoral Social. 

Quisiera también pedirles que podamos ofrecer algún sacrificio, en el tiempo que nos resta de Cuaresma, por la paz en el mundo, por la resolución de los conflictos y guerras que afectan a tantos países y a tantos hermanos inocentes que pagan las consecuencias. 

Asimismo, les pido que puedan seguir rezando por el Camino Sinodal que estamos realizando como Iglesia universal, junto al Papa y al Pueblo de Dios, para que laicos y consagrados nos veamos fortalecidos en la comunión y en nuestra identidad como parte de la Iglesia, como el Señor siempre lo ha querido. 

En este tiempo de espera de un nuevo Arzobispo, pidámosle a la Santísima Virgen María por nuestra querida Arquidiócesis, para que guíe nuestros pasos y consolide nuestra entrega, siempre dispuestos a servir. 

Que sigamos teniendo un bendecido camino cuaresmal y, desde ya, les deseo a todos una muy feliz Pascua de Resurrección.

Monseñor Oscar García B.
Obispo Auxiliar de Concepción

Publicado el: 15 Marzo, 2024
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