En la Catedral Concepción, Monseñor Fernando Chomali presidió la Misa de la cena del Señor, en la cual se recuerda el lavado de pies que hizo Jesús a sus 12 apóstoles y la última cena, antes de su crucifixión.
Entre los detalles que hacen diferente a la Misa de la Celebración de la Cena del Señor a otras misas durante el año es que en esta se incluye una parte donde se lavan los pies a los apóstoles representados en esta ocasión por doce jóvenes de nuestra Arquidiócesis. En esta parte de la misa resalta la importancia tan grande que tiene el servicio al prójimo.
Monseñor Chomali en su homilía recalcó que como Iglesia estamos llamados a ser sacramento de Jesucristo, señalando que “el rostro de Jesucristo se demuestra sirviendo, dando la vida por los demás, y Jesucristo nos muestra esta lección llegando al extremo de hacer lo que hacían los esclavos, es decir lavarle los pies a sus amos (…), porque la vocación fundamental del hombre es el amor a través del servicio a los más necesitados”.
“Tenemos un mandamiento muy claro que es el de servir y no ser servidos, dando la vida por los demás así como Él lo hizo con cada uno de nosotros. Ustedes se imaginan qué sería del mundo, qué sería de nuestra sociedad, de nuestro país si nosotros asumiéramos la condición de servidores del mundo, creo que el cristianismo estaría cada vez más floreciente en contraste con una sociedad cada vez más individualista”, dijo el prelado, al tiempo que invitó a renunciar a nuestros propios gustos para dar la vida por los demás.
Nuestro Arzobispo manifestó que el signo del lavado de pies es esencialmente importante hoy día, porque “la Iglesia vivirá con fuerza su testimonio de ser sacramento de Jesucristo en la medida que imite a su maestro, dando la vida en la cruz y sirviendo a los demás”.
Añadió, refiriéndose al sacramento de la Eucaristía como especialmente importante, porque es el corazón de la vida de la Iglesia y de su continuidad, manifestando que el Señor “efectivamente se queda en medio de nosotros a través de la Eucaristía (…). A Dios no le bastó haber creado al mundo, Dios quiso quedarse en medio del mundo, y se quedó de una manera tan humilde a través del pan y el vino consagrado por el sacerdote, en el cual nos hacemos uno con Él”.
Finalmente invitó a la Iglesia de Concepción a que estos días los vivamos con mucha profundidad para comprender el inmenso amor que Dios tuvo por. Después de las oraciones universales, el Obispo echó agua en los pies de cada uno de ellos, los secó con una toalla blanca y después les daba un beso en el empeine.