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Con la mirada puesta en Cristo caminamos juntos por una Iglesia más sinodal

Publicado el: 19 Marzo, 2024

Este sábado 16 de marzo se realizó la Jornada de Inicio del Año Pastoral 2024 de la Arquidiócesis de la Santísima Concepción, instancia en que el Obispo Auxiliar, Monseñor Oscar García, reflexionó a la luz del Evangelio según San Juan 12,20-33. 

Luego de saludar a los miembros de las comunidades, agradeciendo la presencia de cada uno de ellos y el servicio que prestan en la Arquidiócesis, se refirió a la tercera subida de Jesús a Jerusalén para celebrar la Pascua judía, “que en aquel contexto, sin lugar a duda, era la Pascua de Jesús mismo, entregando su vida para la salvación de los hombres: Pasión, Muerte y Resurrección. Y Jesús toma una imagen muy sencilla: si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo, pero si muere da abundante fruto

Monseñor Oscar precisó que previo a esto, entre la multitud de quienes peregrinaron a Jerusalén se encontraban unos griegos, quienes acuden a Felipe y luego a Andrés, diciéndoles “Queremos ver a Jesús”: “Sin lugar a duda, en esta frase dicha por los griegos, también podemos descubrir un cierto modo de sed de ver y conocer a Cristo en la experiencia del corazón del hombre y de toda la humanidad”, que también anhela la salvación. 

“Los mismos griegos habían escuchado de Jesús, de los signos que Él hacía y querían conocerlo más de cerca. También nosotros, como agentes pastorales, estamos llamados a llevar a nuestros hermanos hacia Jesús. ¡Cuántos hermanos en nuestra propia realidad, directa e indirectamente, nos dicen “queremos ver a Jesús”! Y la forma en que podemos manifestar la presencia de Jesús es a través de nuestra vida, de nuestras obras. Es ahí donde reflejamos el rostro de Cristo, donde lo comunicamos, a través también de la santidad de nuestra vida, conforme a la vocación particular que cada uno de nosotros hemos recibido”, enfatizó. 

Monseñor Oscar comentó que “Jesús responde a la búsqueda de estos griegos con una pequeña parábola, donde se compara con el grano de trigo, pues se encarnó como hombre, vino a la humanidad, se hizo uno semejante a nosotros y por nosotros murió en el patíbulo de la cruz. Sin lugar a duda, también igual que Jesús, nosotros estamos llamados a ser como el grano de trigo: Morir. Morir a nuestros propios orgullos y vanidades, morir al hombre viejo para nacer y resucitar al hombre nuevo. Y así poderlo revelar y manifestarlo en medio de nuestras propias realidades”. 

En ese sentido, recordó que “el primer énfasis resultado del sínodo hecho en nuestra Arquidiócesis fue justamente la profundidad espiritual, la centralidad de nuestra vida en la persona de Cristo, de forma personal, familiar, comunitaria, y sobre todo, también como Iglesia. No centrada en sí misma, sino en Jesucristo, para revelar a Jesucristo, para revelar los valores del Evangelio, la alegría del Evangelio, como nos recuerda el Santo Padre, en medio de nuestra realidad. Asimismo, este llamado también nos lo hacen las Orientaciones Pastorales de la Conferencia Episcopal de Chile, que nos han propuesto de 2023 a 2026. Sólo la centralidad de Jesucristo, principio y fundamento de la vida de la Iglesia”. 

“Cristo tiene que ser el centro también para nosotros. No debemos perder el norte. Pero para eso necesitamos también -como Jesucristo- morir para resucitar, para manifestar más preclaro también, con consecuencia en la humildad y en la sencillez, manifestar justamente al verdadero Cristo resucitado, a través de nuestras acciones, palabras, gestos, en la cotidianeidad. Hay muchos hermanos nuestros que hoy esperan ver a Cristo en nosotros”, afirmó. 

Monseñor Oscar enfatizó que “más allá de las preguntas concretas que nos pueden hacer o la forma en que vivimos nuestra vida, la manera en que nosotros nos relacionamos con Él, es justamente cómo es el Cristo que manifestamos, directa o indirectamente, para la sociedad y el mundo, conforme a nuestra vocación particular”. 

En ese contexto, invitó a dejarnos tocar por el Espíritu Santo, “en este camino de sinodalidad, llamado de conversión, llamado a dejarnos renovar, a renovarnos como personas, a renovarnos como comunidad, a renovarnos como Iglesia, en la docilidad de la escucha, en el diálogo para ir discerniendo lo que hoy Dios le pide a la Iglesia, lo que hoy nos pide a cada uno de nosotros de forma particular. Y esperando también la respuesta: que se haga en nosotros también como en María Santísima, la voluntad del Señor, y nuestra Iglesia sea una Iglesia que realmente refleje la voluntad de Él, que viva encarnada en los valores del Evangelio, que sea más samaritana, más profética, a la altura de lo que la sociedad y el mundo hoy espera”. 

Asimismo, exhortó a los presentes, a que “animados y movidos por el Espíritu Santo, y queriendo y necesitando ver y contemplar al Señor, nos dejemos tocar por su Espíritu para que también tengamos un corazón abierto para poder escucharnos, para poder discernir y para poder obrar conforme al querer y a la voluntad del Señor. Pero sobre todo en la humildad y en la sencillez”. 

El Obispo Auxiliar de Concepción, evocó el Evangelio según San Juan 15, donde Jesús dice que sin Él nada podemos hacer y que quienes están unidos a Él producen abundantes frutos. Y también hizo alusión a San Juan 3,30, donde San Juan Bautista dice: Mi alegría está en que Él crezca y yo disminuya. Luego, Monseñor Oscar aseveró que “ese justamente es el norte que nos tiene que mover, la meta donde tenemos que llegar para ser cada día más creíbles, no sólo en nuestro testimonio como cristianos, sino testimonio de Iglesia en medio de nuestra realidad, capaz de jugársela por las verdades del Evangelio. Y, sin lugar a dudas, cada uno de nosotros, desde nuestras realidades y con nuestra vocación específica, lo tratamos de vivir y hacer, pero tenemos que seguirlo cultivando, seguirlo procurando en nuestro corazón para que sea un hecho real”. 

Además, en su reflexión, Monseñor Oscar invitó a pedir a “María Santísima, que fue la primera en contemplar el rostro de Jesús, que nos ayude a tener también  los ojos abiertos para contemplar al Señor, a tener oídos abiertos para escuchar el clamor de nuestro pueblo y de tantos hermanos que nos piden conocer al Señor, para tener también los pies disponibles para ir a las periferias existenciales, tanto espirituales como materiales, para llevar la luz del Evangelio allí donde el Señor hoy nos convoca, movidos por su Espíritu, a darlo a conocer, irradiarlo a Él como el Cristo resucitado en medio de la humanidad, en medio de la sociedad, con un corazón generoso siempre atento, siempre dócil, también como arcilla en manos del alfarero”. 

Finalmente, el Obispo Auxiliar de Concepción llamó a preguntarse: “¿Muestro a los demás que realmente Cristo es mi mayor tesoro?” Y recordó las palabras de San Pablo, quien menciona que llevamos un tesoro en vasijas de barro, “el tesoro que es Jesucristo nuestro Señor, su verdad, su Evangelio”. 

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