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Cuaresma, tiempo de preparación y conversión

Publicado el: 14 Febrero, 2024

Los orígenes de la Cuaresma se remontan a los primeros siglos de la Iglesia. Los catecúmenos antes de ser bautizados en la noche de Pascua recibían la instrucción final. En este período, se preparaban para la renovación de su fe y su compromiso con Dios. Durante la Cuaresma, participaban en un intenso programa de formación y se les instruía en la fe cristiana. A medida que la Iglesia creció y se expandió, la Cuaresma se extendió también a toda la comunidad, no sólo a los candidatos al bautismo. Se transformó en un tiempo de penitencia y ayuno para todos los creyentes, que les permitiría vivenciar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo en la Semana Santa.

En el siglo IV se encuentran los primeros testimonios sobre la duración de cuarenta días para la Cuaresma. Este número se basó en diversos sucesos descritos en la historia de la salvación, como: los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, donde fue tentado por Satanás (Mt 4,1-11); los años transcurridos por Israel por el desierto (Ex 16,35) y los días que estuvo Moisés en el monte Sinaí (Ex 34,28). Todos estos sucesos hacen referencia a un periodo de preparación para este nuevo encuentro, que involucran oración, penitencia y ayuno.

La Cuaresma se inicia el Miércoles de Ceniza y culmina el Jueves Santo. Durante este tiempo, se insta a los cristianos a dejar espacio a la oración, el ayuno, la penitencia y la caridad. Prácticas que permiten vivir con mayor consciencia y sentido el elemento central de la fe cristiana, la Muerte y Resurrección de Jesús.

Este tiempo litúrgico es un llamado a la conversión, y no sólo un periodo que implica un cumplimiento normativo. La oración es un medio por el cual se entra en comunión con Dios, donde existe una apertura a la escucha y al diálogo. El ayuno, que se caracteriza por la abstinencia total o parcial de alimento, busca poner en práctica el ejercicio de la voluntad, para lograr así un mayor autocontrol de las pasiones, permitiendo un encuentro más profundo con Dios. Por ello, va acompañada de la oración. La penitencia por su lado implica el reconocimiento de nuestras debilidades, pero también, la posibilidad de obrar correctamente con Dios y con los demás. Por último, la caridad que es reflejo de amor al prójimo, tiene la especial atención de atender a quienes más lo necesitan, por medio, por ejemplo, de la limosna.

El Papa Francisco en su mensaje de la Cuaresma 2024, expresa que actualmente la sociedad se encuentra inmersa en el “desierto” “esclavizada”, deambulando sin un rumbo claro, sin esperanzas, sumergida en la muerte. Afirma: “El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto. Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad”. Inevitablemente, invita a cuestionarnos ¿Queremos realmente ver y escuchar lo que sucede a nuestro alrededor? Posteriormente dice: “Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse”. Lo que implica reconocer que todos y todas hemos deambulamos por el “desierto”. ¿Qué no nos permite avanzar? Según el pontífice dificulta nuestro andar: el poder desmedido y la “idolatría” del dinero. “dioses” que tal como los israelitas en su camino por el desierto, no les permitían disfrutar de un encuentro total con el Dios de la vida. El camino de la “libertad” implica una conversión que conlleva saber ver, y detenerse ante nuestras propias debilidades, dejando de lado nuestros “egoísmos”; pero también siendo capaces de conmovernos con el sufrimiento y las necesidades del otro. Esa es la invitación en esta cuaresma; que por más duro que sea el camino a la tierra prometida, este debe ir direccionado por el amor y fidelidad a Dios; así como también, por el amor fraternal hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas.

Francisca Orellana Romero
Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía

Fuente: Revista Nuestra Iglesia 

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