La fiesta del Corpus Christi tiene raíces muy antiguas, en lo que se podría denominar como el tiempo de la “primavera eucarística”, tal como lo afirmara en el año 2010 el papa Benedicto XVI. Recordando a una mujer, santa Juliana de Cornillon (también conocida como Juliana de Lieja), Benedicto XVI señala que Santa Juliana tuvo algunas revelaciones místicas que, junto a otros hechos históricos, promovieron finalmente la fiesta del Corpus Christi o Corpus Domini en toda la Iglesia.
Según la Encíclica Ecclesia de Eucharistia (número 10), “la adoración del Santísimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia destacada y se convierte en fuente inagotable de santidad”. En el mismo documento señala el Papa Benedicto XVI que en la fiesta del Cuerpo y de la Sangre del Señor a la que hace alusión el Corpus Christi, se puede apreciar que la participación devota de los fieles “es una gracia de Dios, que cada año llena de gozo a quienes toman parte en ella”.
La fiesta del Corpus se celebró por primera vez en 1246 en Lieja, Bélgica, y fue el Papa Urbano IV en 1264 quien lo extiende a toda la Iglesia universal convirtiéndose en una de las devociones más queridas por el pueblo cristiano, particularmente por el momento de procesión que lleva incluido, procesión que fue admitida en Roma desde el siglo XV. Los textos de la misa son atribuidos a Santo Tomás de Aquino y se destaca la secuencia “Lauda Sion” que antecede a la proclamación del Evangelio en la Liturgia de la Palabra. Esta composición poética, llena de una profunda teología, canta y glorifica al Señor, especialmente porque se presenta Él mismo. Como dice este poema: “…Bajo la forma del pan y del vino, que son signo solamente, se ocultan preciosas realidades. Su carne es comida, y su sangre, bebida, pero bajo cada uno de estos signos, está Cristo todo entero” (secuencia de la misa del Corpus Christi).
Todos somos convidados a participar de esta fiesta y a nutrirnos del alimento celestial que se nos ofrece, instituido en la Última Cena cuando el Señor compartió con los discípulos y tomó el pan diciendo que era su Cuerpo y al tomar la copa de vino después de la cenar, llamada cáliz, dijo que era su Sangre (cf. 1 Cor 11,23-25).
Los santos y santas de Dios suelen tener mucha claridad sobre verdades que para el común de los fieles pasan desapercibidas. Sin duda que Santa Juliana percibe la importancia de que toda la Iglesia viva y celebre la presencia sacramental del Señor, ya que lo contrario produce un oscureciendo en la vida de los fieles. Ella lo comprendió místicamente bajo la imagen de la representación de la Iglesia como una Luna iluminada por el Sol. La vida de la Iglesia en la tierra era vista como una Luna con una franja oscura que era atravesada diametralmente, donde Santa Juliana interpreta que a la Iglesia le faltaba una fiesta litúrgica, para hacer resplandecer el esplendor del Señor en toda su vida. Hermosa visión de Santa Juliana que le llevó a trabajar incansablemente por propagar esta devoción, y que nos hace descubrir la importancia que tiene para cada cristiano el encuentro con el Señor en la Eucaristía, que es centro y culmen de la vida cristiana.
Sólo teniendo a Cristo con nosotros podemos dar aquellos frutos de amor y santidad que Él quiere dar por intermedio nuestro, como la Vida que da sus frutos por medio de los sarmientos (cf. Jn 15, 1-6).
El Papa Francisco, en la celebración del Corpus Christie en el año 2021, destaca tres imágenes que están presentes en el contexto de la preparación y desarrollo de la Última cena que tuvo el Señor Jesús con sus discípulos. En primer lugar, previo al momento de la institución de la Eucaristía, Jesús manda a los discípulos a preparar la cena y les indica que encuentran a un hombre con un cántaro de agua. El signo del cántaro de agua expresa la humanidad sedienta de Dios, ansiosa de encontrar la fuente. El “cántaro de agua” es el de las purificaciones y que el Señor realiza cuando ofrece su vida por nosotros reconciliándonos con el Padre. Aquel hombre del cántaro les indicó una sala amplia. Esa “sala amplia” para el Papa Francisco también es signo de la apertura que debe haber en nuestro corazón a recibir el gran tesoro que es Dios. La pregunta que nos hace el Papa es cómo es nuestra sala, ya que no puede ser un desván ni tampoco un lugar pequeño que solo mostraría nuestra despreocupación y desinterés por el Señor o nuestra mezquindad y falta de amor. La pieza amplia indica que estamos ansiosos y dispuesto a acoger a aquel que humildemente se nos presenta en las especies de pan y del vino para compartirnos su vida de amor. Por último, también el Papa Francisco advierte el tercer signo que es el “Jesús fraccionando el pan”, es el Cordero de Dios que se ofrece por nosotros, como dice el Papa “Es el gesto eucarístico por excelencia, el gesto que identifica nuestra fe, el lugar de nuestro encuentro con el Señor que se ofrece para hacernos renacer a una vida nueva” (Homilía del 6 de junio de 2021).
En esta fiesta del Corpus Christi, como lo expresa el Papa Francisco: “Abramos de par en par el corazón en el amor, para ser nosotros la habitación amplia y acogedora donde todos puedan entrar y encontrar al Señor. Desgastemos nuestra vida en la compasión y la solidaridad, para que el mundo vea por medio nuestro la grandeza del amor de Dios. Y entonces el Señor vendrá, una vez más nos sorprenderá, una vez más se hará alimento para la vida del mundo” (Ibid.)
Pbro. Pedro Gómez Díaz