El Arzobispo de Concepción, Monseñor Fernando Chomali, presidió la Misa de Domingo de Resurrección la mañana de este 8 de abril en el templo Catedral.
Monseñor Chomali inició su homilía explicando que “los seres humanos tenemos una característica muy especial: siempre andamos buscando novedad, siempre pensamos que va a llegar algo nuevo que nos va a hacer felices. Nos acordamos en nuestra época de colegio cuando teníamos lápices nuevos, estábamos felices con los lápices nuevos, y ¿qué pasó al final? nada. Después, cuando podemos comprar nuestro primer auto, estamos ilusionados, y después envejece y ya estamos mirando otro. Y eso con todo, con absolutamente todo (…) siempre pensamos que las cosas nos van a dar felicidad y nos dejan tan vacíos”.
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“Santa Teresa de Ávila decía una cosa, que se aplica tanto hoy, y lo dijo hace cinco siglos atrás: Estamos hartos de todo y llenos de nada”, señaló.
En este contexto, dijo que “lo interesante de esta celebración de la Semana Santa es que el Señor nos trae algo absolutamente nuevo. Después de lo que vivimos en estos días no hay nada más, no hay otra novedad, no va a llegar otra novedad y es que la muerte, manifestada en todas sus forma, manifestada en egoísmos, manifestada en pasiones desordenadas, en individualismos, son signos de muerte, la capacidad de no amar ha sido vencida. Esa novedad el hombre no puede dársela a sí mismo”.
“Jesucristo murió y resucitó y nosotros moriremos y resucitaremos con Él. Por eso se nos dice, en la carta que acabamos de leer, que tenemos que anunciar el Evangelio, esa es la tarea principal. No le pidan al sacerdote, al obispo, al diácono, al laico misionero otra cosa que anunciar el Evangelio, es el mejor servicio que nos puede hacer, porque con él no estamos hartos de nada y estamos llenos de todo, estamos llenos de Dios”, agregó.
Al finalizar, Monseñor Chomali le deseo a la comunidad una Feliz Pascua e instó a que esta celebración “no quede en un hecho histórico, no convirtamos a la Iglesia en un museo donde relatamos hechos históricos. Que se convierta en una vida comprometida con Él desde cuando nos levantamos hasta cuando nos acostamos, una vida consagrada a Él y cuando se consagra la vida a Dios, también se consagra la vida a los demás”.
