Con mucho entusiasmo, el padre Daniel Mavingidi, predica diariamente en la Novena en honor a San Sebastián, en preparación a la festividad del “20 Chico”, en Yumbel. La Novena, que se inició el lunes 11 de marzo, concluirá el 19 de este mes.
El padre Daniel es un sacerdote de origen congolés y desde que llegó a Chile, hace seis años, ha prestado su servicio misionero en la parroquia Santa Rosa de Lima, en Lebu y con mucha alegría aceptó predicar en Yumbel.
Para conocer algo más de este sacerdote, damos a conocer su experiencia en Chile. “He venido anteriormente a Yumbel y, ahora, he tenido la gracia de predicar en la Novena. Yo vengo de la República Democrática del Congo, en el África. (sonríe) Hay muchas personas que me confunden como haitiano. El Congo es un país grande que está en el centro de África, uno de los países más católicos de dicho continente. Tiene una población cercana a los 80 millones y un 60 por ciento de la población es católica”. Comenta en perfecto español.
Dijo que “en conversaciones entre Monseñor Fernando Chomali y el Obispo de nuestra diócesis, surgió la posibilidad de venir. La verdad es que un día nos llaman y nos informan que podemos venir a Chile. La invitación fue para el padre Sebastián (que sirve en este santuario) y yo, que fui destinado a colaborar en la parroquia Santa Rosa de Lima, en Lebu – “ciudad del viento”-. En esa parroquia trabajo junto al párroco, padre Hernán Llancaleo”.
Comenta que misionar desde África a Chile es un gran desafío pastoral y personal. “Hasta ahora me he sentido muy bien, acogido y acompañado por la comunidad. Me llama la atención que haya pocos sacerdotes en Chile. A diferencia de Chile, en mi país hay muchos jóvenes que sienten la vocación por el sacerdocio y la vida religiosa. Desde que estoy en esta diócesis, no he visto una nueva ordenación sacerdotal. Por eso, rezamos todos los días para que surjan vocaciones en Chile. Como la Iglesia es una, por eso hemos venido de tan lejos a apoyar la evangelización”, subraya.
De su experiencia de venir a Chile, el padre Daniel expresa que cuando recibió el anuncio de su Obispo, lo primero a que atinó fue navegar en Internet para saber algo de Chile, sobre su ubicación, su realidad, su naturaleza. “Estaba con muchas dudas, por supuesto, con miedo y preocupado de cómo me van a recibir, pero ese temor fue desapareciendo apenas llegamos a esta tierra. Apenas llegamos la gente nos recibió con mucho cariño y hasta se sacaban fotos con nosotros y poco a poco fuimos sintiendo la acogida y alegría de estar acá. Encontré un pueblo fantástico. No exagero en nada. Cuando estoy en Lebu siempre dijo que no estoy con mi familia, pero me sobra cariño de familia en esta tierra. Lebu es un pueblo fantástico. Un pueblo que me ha recibido como hermano y eso me ayudó mucho. Sé que estoy lejos de mí país, pero no me falta nada, siempre hay gente a nuestro lado”, resalta.
Uno de los desafíos iniciales fue el idioma, pero ahora, sonríe, relajado y contento. “Gracias a ustedes he aprendido castellano, con hablar y hablar. No he tenido profesor para aprender, pero me he dejado corregir. Además, al comienzo nadie hablaba francés, de manera que era muy difícil para mí, pero fui aprendiendo paso a paso. Hasta sentía dolor de cabeza, porque tampoco nadie hablaba inglés y no podía atender a los hermanos. Los chilenos hablan muy rápido. Reconozco que me costó, pero salí adelante. Fui aprendiendo en mi comunidad y, ahora, hasta puedo distinguir a un chileno, a un peruano, a un venezolano. Primera vez, en mi vida, que he llegado a un lugar y sabiendo hablar, no podía hacerme entender”, aclara.
Recordó una de sus primeras experiencias, que fue triste para él. “Cuando llegué a celebrar la eucaristía, a la comunidad de Carampangue Nuevo, no pude predicar. Me dio mucha pena. Me acuerdo que hasta lloré. Pedí perdón y les prometí que un día lo haría bien. No me cabe duda que la gracia de Dios me ayudó a salir rápido de esto, porque la gente siempre espera una palabra de aliento”, expresa.
Lleva seis años de sacerdocio y para él es importante predicar la palabra del Señor. “Cuando uno ha reflexionado y tiene claro lo que tiene que decir, llega al pueblo. Dios nos ha mostrado muchas veces que la palabra que uno tiene que predicar no es la palabra de uno, sino su palabra. Entonces, hay que disponerse, porque uno es un instrumento y se pone en las manos de Dios. Él toca el corazón de su pueblo. Por eso, en la prédica, yo quiero que la gente venga, que se acerque más a San Sebastián”, concluye.