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Padre Cecilio De Miguel celebra 60 años de sacerdocio

Publicado el: 30 Junio, 2023

A las 19:00 horas de este jueves 29 de junio, el Padre Cecilio De Miguel Medina celebró sus 60 años de Ministerio Sacerdotal, con una Eucaristía en la Catedral de Concepción, acompañado por la comunidad; sacerdotes; el Arzobispo de Concepción, Monseñor Fernando Chomali; y los Obispos Auxiliares, Monseñor Oscar García y Monseñor Bernardo Álvarez. 

Gracias por su testimonio y generosidad

Al inicio de la celebración eucarística, el Arzobispo de Concepción hizo referencia al lema sacerdotal del Padre Cecilio: “Luz para alumbrar a las naciones” (Lc 2,32), señalando que “efectivamente ha sido luz para alumbrar a las naciones, la nación de la parroquia, la nación de la universidad, la nación del seminario, la nación del presbiterio, la nación de la Catedral. Y ha sido luz, porque él se ha dejado iluminar por la luz de Cristo”. 

“El Padre Cecilio es un amante de la escritura, es un amante de la tradición de la Iglesia, conoce muy bien la patrística, es un hombre que se ha dedicado a tener un encuentro personal con Dios, con la certeza de que su fruto depende de la raíz y la raíz ha sido siempre Jesucristo”, afirmó. 

Además, Monseñor Chomali dijo que el Padre Cecilio ha tenido un encuentro muy profundo con el Presbiterio de Concepción, pues ha estado “presente en la vida cotidiana de los sacerdotes, atento al día a día de la vida de cada uno de ellos, con mucha simpatía, con mucha fraternidad, pero también con mucha autoridad, que le da el ser una persona que lleva 60 años sirviendo a la Iglesia en el presbiterado”. 

“Pero también quisiera decir que hay un aspecto oculto de los sacerdotes, que es tal vez aquel que nos toma más tiempo, aquel que tal vez concentra con más fuerza el sacramento del Orden Sacerdotal: Es esa conversación con el caído, con ese hombre, esa mujer, ese joven cansado y agobiado que sabe que en la Iglesia -sacramento de Cristo- encontrará reposo. Es esa confesión sabia, prudente, para poder orientar. Es esa visita al enfermo, a cualquier hora del día, para consolar. Es ese corazón grande, donde hay tantas personas que solicitan de nosotros lo más hermoso que tenemos, que es actuar en Persona de Cristo”, destacó. 

Finalmente, agradeció al Padre Cecilio “por su testimonio, gracias por su vida, gracias por su generosidad de dejar sus tierras para venir a Concepción a formar parte de este presbiterio que lo valora y agradece su tiempo, su disposición, su sabiduría y su gran amor a la Iglesia”. 

“Gracias por estos 60 años”

El Padre Cecilio De Miguel inició su homilía dirigiéndose al Arzobispo y los Obispos Auxiliares, quienes participaron de la Santa Misa desde el reclinatorio: “Lo primero que hago es saludar a mis Pastores, que parece que hoy los he rebajado, porque estoy en el momento más importante de mi vida, cuando hace 60 años siento que el Señor me llama no a ser otro Cristo, sino a ser el mismo Cristo. Y el acto más importante es este: la Eucaristía. Este poder prestarle a Jesús mi persona para que Él siga haciendo de las suyas, que es dar su vida por nosotros. Y cuando hice ese saludo a mis Pastores, porque después de muchos años de enseñar Patrología, en que uno ya a mediados del siglo II se encontraba con un San Ignacio de Antioquía que se hacía esa pregunta “¿Dónde está Cristo? Donde está la Iglesia. ¿Y dónde está la Iglesia? Donde está el Obispo”. Por eso, mis queridos Pastores, la Iglesia está donde están ustedes”. 

“Yo, a lo largo de estos 60 años, he servido a muchos Obispos, algunos con mucha mayor dedicación, porque sobre todo en la Arquidiócesis a la que sigo perteneciendo, que es La Plata en Argentina, ahí me encontré con el descubridor del que hoy seguimos llamando Papa Francisco. Ese Cardenal Quarracino, que fue Arzobispo mío en La Plata, en un viaje que hice a Buenos Aires y pasé a saludarle, porque no solamente lo había pasado muy bien con él -les adelanto que he tenido la suerte de pasarlo bien con los Obispos y hay algunas veces que no es por gusto, sino porque hace uno lo que tiene que hacer- y él me preguntó: “Cecilio y dónde vas a almorzar”. “Buscaré algún amigo por ahí”. “Y yo qué soy” me dice, un napolitano bien directo. Fui a almorzar con él y ahí estaban sus Obispos Auxiliares, que llevaban poco tiempo sirviéndole: Monseñor Aguer, que fue Arzobispo mío en La Plata, y Monseñor Bergoglio, a quien le conocí. Y esta tiene que ser nuestra vida, porque no hay una máquina que funcione bien en que todos sus engranajes no vayan al unísono, hasta la música, la armonía que nos resulta agradable”, comentó. 

En ese contexto, felicitó al Coro de la Catedral de Concepción y les agradeció su presencia, porque “cantan muy bien (…) San Agustín nos lo decía, le hemos traducido mal cuando nos quedamos con una de sus partes: “El que canta ora dos veces”. Y San Agustín lo que dice es que “el que canta bien ora dos veces”. Los desorejados mejor que se callen, a cuántas personas a lo largo de mi vida parroquial, les he insinuado: “Usted abra la boca, pero no emita sonido”, porque necesitamos la armonía para que también, con el canto, alabemos al Señor”.

“Gracias por estos 60 años de sentirme elegido por el Señor para celebrar la Eucaristía, el acto más importante de cada día, donde le tenemos a Él entre nosotros. A Él, que vino a quedarse con nosotros, convertido en alimento y que por eso es tan necesario que no olvidemos que Él sigue diciéndonos: “Yo Soy el Pan bajado del Cielo”. Y nos alimenta”, enfatizó.

Canónigo Penitenciario

“Pero hay otra tarea del sacerdote, que sobre todo en Concepción he vivido y sigo viviendo con intensidad. Y todavía recuerdo cuando uno de los canónigos después de que murió el Padre Jesús Balmaceda -un buen cura que estará en el Cielo- el día de su funeral, el Vicario me insinuó “Padre, por qué no predica usted que le conocía bien”. Y no olvidaré nunca que me dirigí a mi paisano -porque él era español como yo-, a mi confesor -porque yo me confesaba con el Padre Jesús-, y que de ahí yo creo que fue trasladándose esta afición que es más que afición, que es donde mejor lo paso, cuando estoy con los sinvergüenzas como yo, que son los pecadores y las pecadoras. Y qué puedo decirles, porque soy como ellas y ellos, un pobre pecador que necesito experimentar cómo me quiere el Señor y por eso me perdona”

En ese contexto, afirmó que cuando le solicitaron ser Canónigo Penitenciario “no olvidaré mi respuesta: Lo de canónigo no me importa mucho, lo de penitenciario me alegra. Y eso es lo que he hecho y eso es lo que hago”. 

“Cuando hay días en que hay muchas personas esperando y cuando ya llevo tres o cuatro horas, yo digo “si no viene ahora algún penitente o penitenta más, podré celebrar la Eucaristía antes de irme a casa”. Y en ese momento llegan siete u ocho. Y feliz, porque eso es lo que espero”, relató. 

Además, sostuvo que dos de los frutos del Espíritu Santo se notan de manera especial en el ejercicio del Ministro de la Penitencia: la paz y la alegría. 

El Padre Cecilio se dirigió a sus hermanos sacerdotes y les recalcó aquello que “muchos me lo escucharon siendo profesor o director espiritual en el seminario: Sentaos algún rato en el confesionario”, pues al estar en la oficina las personas tienen que pasar antes por la secretaria, que les pregunta para qué quieren al sacerdote. 

En ese sentido, enfatizó que son muchas las personas “que entran en la Catedral a rezar y de pronto ven que en el confesionario hay alguien atendiendo y allá van”. Personas que hace años no se acercaban al sacramento de la Reconciliación, se deciden a hacerlo porque ven a un sacerdote en el confesionario: “Hermanos míos sacerdotes ¡qué las almas nos esperan!”

Es así que el Padre Cecilio suele decirle a las personas “dile a tu párroco que te dijo “no tengo tiempo”: ¿Hay algo más importante que usted pueda hacer que atender a alguien que quiere acercarse un poquito más al Señor?”. 

Además, en su homilía, fue enfático en señalar que “la confesión frecuente es uno de los momentos más importantes en nuestra lucha por ser santos. Y por eso a alguna o alguno le he dicho: Si un sacerdote después de escuchar tu confesión te dice “y para esto tenías tanta prisa en confesarte”, dile a ese sacerdote “padre, ¿usted hace cuánto tiempo hace que no se confiesa?”. Bendito momento y benditos momentos en que uno ve cómo salen las almas”. 

El padre Cecilio sostuvo que ya son “60 años de sacerdocio, no sé cuántos me quedarán, yo creo que no tantos. Porque cuando alguna se atreve a preguntarme “¿Padre, usted cuántos años tiene?”. “Aproximadamente bastantes”. Es una manera de no decir la verdad, pero no se puede mentir. (…) Y vuelven a la carga: “no Padre, pero se le ve muy bien”. “Que Santa Lucía, que sigue siendo la patrona de los ciegos, te conserve la vista”. Uno sabe cómo anda. Y cuánto más será, pues no sé. Pero los que sean, ayudadme, porque quiero que este Dios que puso su vocación en mí la lleve a término y pueda, en la Catedral de Concepción o dónde pueda, dándome cuenta de que hay tantos que me necesitan, porque el único título que tenemos todos para que Jesús nos atienda es ese: Soy un pobre pecador. Y Él ha venido a buscar a los pecadores”.

“Y vamos a pedírselo a nuestra Madre, porque a ella le debo no solamente la fidelidad hasta hoy, sino el deseo de seguirle siendo fiel. Le quiero mucho a Jesús y ella es la encargada de decirme: “Haced lo que Él os diga”. Y lo que Él nos dice es que nos queramos, porque el resultado de este amor nuestro será que los demás vean, como pasó con aquellos primeros cristianos –Mirad cómo se aman– que nos queramos (…) Muchas gracias y le pedimos al Señor que nos haga fieles, porque queremos ser felices. Así sea”, puntualizó.

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