El próximo 21 de junio celebraremos el día del seminario. Revista Nuestra Iglesia realizó un reportaje de la vida de esta realidad eclesial tan importante para nuestra Arquidiócesis.
Muchos prejuicios existen en torno a la figura de un seminarista. Que rezan de sol a sol, que tienen prohibido reírse o que viven encerrados son algunos de los mitos que circulan. Sin embargo la realidad es otra.
Campeonatos de fútbol, vida en comunidad, visitas de sus familias y amigos e incluso tardes de películas son algunas de las actividades de los alumnos que del Seminario Metropolitano.
37 varones comprometidos con Cristo que han respondido a Su llamado para convertirse en miembros del clero de las diócesis de Chillán, Los Ángeles, Concepción y Punta Arenas. Jóvenes que dejan sus hogares para formarse como sacerdotes íntegros tanto intelectual como espiritualmente.
Cuatro pilares
La formación de los seminaristas dura aproximadamente siete años. Éstos se dividen en tres etapas: Propedéutico (correspondiente al primer año), dos de Filosofía y cuatro de Teología. Tras ello, los alumnos son ordenados diáconos y enviados a diversas parroquias antes de convertirse en sacerdotes.
Durante este proceso de aprendizaje, los jóvenes son educados en cuatro pilares: intelectual, espiritual, comunitario y pastoral. El primero de ellos se enmarca en las asignaturas cursadas como es, por ejemplo, Hebreo, Historia Universal, Escritos de San Pablo, Educación Física, Historia de la Iglesia Católica, entre otros.
El ámbito espiritual, por su parte, se trabaja a través del encuentro con Cristo en la Eucaristía diaria, la meditación y la dirección de un sacerdote, diocesano o religioso, escogido por cada seminarista para guiarlo y acompañarlo en el camino de formación.
Por último, los pilares comunitario y pastoral buscan acercar al alumno a la realidad parroquial y eclesial. Para esto, los jóvenes colaboran en parroquias, colegios y visitan hospitales o enfermos. Según ellos mismos relatan, ésta es una de las experiencias que más los marca durante su proceso de aprendizaje, pues les permite ir más allá de libros y compartir con el Cristo Vivo.
En relación a esto, el Padre Nino San Martín, formador del Seminario Metropolitano, explicó que los cuatro cimientos nombrados permiten educar y preparar a sacerdotes integrales; capaces de desenvolverse en diversos escenarios con herramientas de conocimiento y formación espiritual.
Forjadores de comunidad
Uno de los objetivos principales de la formación sacerdotal ha sido estrechar vínculos de hermandad entre los varones que se convertirán en clero. Para ello se generan espacios para compartir desde el Propedéutico.
Según explicó el Rector del Seminario, Padre Pedro Gómez, cada ciclo cuenta con su casa y con el apoyo de un hermano mayor, alumno de cursos superiores que los acompaña y guía, para poder profundizar los lazos entre compañeros. También existen las Fraternidades, agrupaciones de seminaristas según la diócesis a la cual pertenecen; lo cual busca que compartan con quienes serán en el futuro sus pares.
Por último, hay instancias en las cuales se reúnen todos. Éste es el caso de la Eucaristía diaria, campeonatos de fútbol semestrales, salidas a terreno o tardes de películas.
Además, los seminaristas desayunan con sus hermanos; almuerzan, toman el té y cenan todos los cursos juntos en el comedor.
Junto a la importancia de estrechar vínculos entre compañeros, los formadores se preocupan de entregarles a los futuros sacerdotes las herramientas necesarias para, en el futuro, trabajar en parroquias e instituciones. Es por ello que cada joven debe hacerse cargo de alguna responsabilidad anexa a los estudios. Éstas son asignadas según sus talentos o las habilidades que debe desarrollar. Por ejemplo, pueden desenvolverse como encargados de liturgia, capilla, sitio web, Pastoral Vocacional, entre otras.
Asimismo deben cumplir con los quehaceres del Seminario y los de cada una de sus comunidades. Por esto cuentan con un sistema de turnos o “pinchaje” en los cuales se administran las tareas de limpieza y orden como servir y retirar la mesa, lavar la loza, ordenar las casas, etc.
Un día normal
La rutina de los jóvenes seminaristas es similar a la de cualquier universitario. Deben estudiar y orar, pero también tienen tiempo para ver televisión, chatear en Facebook o leer. La gran diferencia es que su lugar de estudios y el sitio donde se relajan están en el mismo recinto.
Para ellos el día inician a las 7.00 horas con el rezo de las Laudes y media hora de meditación. Así preparan el ambiente para luego celebrar en la Capilla la Eucaristía.
Tras esto, se dirigen a sus casas para desayunar junto a sus hermanos y comenzar las clases a partir de las 9.00 horas. Éstas se dividen en cuatro bloques de una hora cada uno donde los alumnos estudian diversas materias como Hebreo, escritos de San Pablo, Historia Universal, Historia de la Iglesia Católica, entre otras.
Posteriormente, los seminaristas se reúnen en el comedor para almorzar todos juntos, aunque los jóvenes del Propedéutico lo hacen de forma independiente como una forma de estrechar las relaciones con sus hermanos.
Después de comer, los jóvenes organizan su tarde según sus responsabilidades, pues pueden destinar su tiempo para estudiar o realizar actividades relacionadas con el sitio web del Seminario, la Pastoral Vocacional, la Capilla, entre otras. También pueden reunirse con su director espiritual, hacer ejercicio o subir el cerro para visitar a la Virgen de los pobres.
Las actividades diarias finalizan con la Hora Santa o Vísperas a las 19.30 horas y las Completas a las 22.00.
Sin embargo, no todos los días son iguales. Los miércoles, por ejemplo, los jóvenes disponen de la tarde para salir de las dependencias del Seminario y hacer trámites o ir al médico. También se realizan actividades en conjunto como paseos o tardes de películas.
Asimismo, los fines de semana los futuros sacerdotes tienen actividades pastorales o parroquiales, las cuales varían según el grado que cursen. Estas acciones comienzan en Primero de Filosofía (segundo año de Seminario) con la Pastoral del Sufriente, donde los jóvenes visitan hospitales y hogares de ancianos. Además apoyan al Instituto Humanidades Alfredo Silva Santiago y al Liceo La Asunción. Los alumnos de Teología (entre cuarto y séptimo año de Seminario), por su parte, colaboran en Parroquias de la Arquidiócesis.
Así, la formación de un seminarista es muy similar a la de cualquier universitario. Deben estudiar para sus certámenes, participan de actividades anexas a los ramos, tienen pasantías semestrales e incluso una especia de práctica profesional durante el diaconado.
Son jóvenes comunes y corrientes que optan por una vida diferente: dar el sí a Cristo par convertirse en su servidor.