La Misa de Exequias de la Hermana María Rosa del Espíritu Santo se realizó la mañana de este martes 4 de julio en la Capilla del Hogar de las Hermanitas de los Pobres de Concepción. La Eucaristía fue presidida por el Arzobispo de Concepción, Monseñor Fernando Chomali, junto al Padre Miguel Almeida y al Padre Flavio Torres.
En su homilía, Monseñor Chomali hizo alusión a la Constitución Pastoral Gaudium et spes, señalando que “la muerte es el gran enigma de la condición humana” y sostuvo que pese a que existen muchas teorías respecto a la muerte, la Iglesia Católica tiene “una respuesta maravillosa, que ni el hombre más inteligente podría haber dado: Es una respuesta que viene del mismo Dios”.
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“Nos dice que la muerte no es la última palabra, sino que la vida. ¿Y cómo se realiza eso? A través del encuentro del hombre y de la mujer que fallecen con Dios. ¿Qué nos promete? Uno, que lo veremos cara a cara. Dos, que seremos semejantes a Él. Tres, que Él enjugará toda lágrima. Cuatro, que será el encuentro del novio, Jesucristo, que recibe a la novia. Esta invitación maravillosa de estar junto a Dios es una invitación para todos los seres humanos”, destacó.
En ese sentido, explicó que “todos estamos llamados a la santidad, pero el Señor Dios es tan respetuoso de nosotros, que respeta nuestra libertad y nosotros, teniendo esta oferta maravillosa que es estar junto a Dios, la podemos rechazar. Y la pregunta es ¿cómo sabemos si nosotros estamos o no estamos rechazando a Dios? ¿Cómo sabemos si estamos aceptando o no esta invitación de estar junto a Él? Sencillamente mirando a Jesucristo, que está en los sacramentos y está en los más necesitados”.
“Nuestra fe es muy sencilla. De cara al misterio de la muerte, tenemos una manera segura de encontrarnos con Dios, que es encontrarnos en esta vida con los hermanos”, enfatizó.
Monseñor Chomali sostuvo que la Hermana María Rosa del Espíritu Santo vivió este encuentro con los hermanos, “y lo vivió hasta el extremo”, pues “dio su vida, no dio algunos bienes, no dio lo que le sobraba, lo dio todo. Ella no es chilena, entregó lo mejor de sí misma en su país, también en Europa, Estados Unidos y Chile. Ella lo entregó todo. Su vida era para los demás. Ella no tiene ni un bien material, todo lo que tiene es el servicio que le prestó a las personas más necesitadas”.
En ese contexto, destacó que “la Hermana María Rosa fue una religiosa tremendamente alegre y se levantaba cada mañana, porque tenía mucho que hacer”: rezarle a Dios “para poder vivir las virtudes teologales de la fe -que la tuvo como gracia-, de la esperanza -porque su vida era esperar a Jesucristo- y de la caridad”.
“Pienso, hermanos y hermanas, que la Hermana María Rosa se nos presenta a cada uno de nosotros como un modelo extraordinario de una vida bien vivida y estoy cierto que está gozando de la ternura del Señor”, expresó.
Finalmente, invitó a los presentes a vivir con profundidad el llamado a la santidad, a vivir con más fuerza el servicio, “dediquémonos a servir, a amar como lo hizo ella. Hermana María Rosa del Espíritu Santo, gracias por tu vida, descansa en paz”.
La Hermana María Rosa, quien partió a la Casa del Padre el domingo 2 de julio a la edad de 86 años, es originaria del municipio de Ventaquemada, ubicado en el departamento de Boyacá en Colombia. Luego de realizar su profesión temporal fue a estudiar a Estados Unidos y realizó su profesión perpetua en la Congregación de las Hermanitas de los Pobres en Francia en 1967.
Después de realizar sus votos perpetuos fue enviada a Colombia, donde sirvió en diferentes hogares de ancianos. Años más tarde fue enviada a Argentina y finalmente a Chile, donde estuvo gran parte de su vida religiosa, en el Hogar de las Hermanitas de los Pobres, ubicado en calle Angol de Concepción.
