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Religiosas de María Inmaculada: Más de 30 años promoviendo la acogida en Concepción

Publicado el: 23 Mayo, 2024

La Congregación de Religiosas de María Inmaculada (RMI) está presente en la Arquidiócesis de Concepción desde hace más de 30 años y tiene bajo su cuidado la Casa del Migrante y una residencia de estudiantes y trabajadoras. 

Esta congregación fue fundada por Santa Vicenta María López y Vicuña en 1876 en España, actualmente está presente en más de 20 países, y su carisma se resume en siete rasgos: Búsqueda y realización de la voluntad de Dios, obediencia, caridad fraterna, oración como medio de unión con Dios, amor a la Eucaristía, amor a María y celo por la salvación de las almas. 

Las Religiosas de María Inmaculada viven en comunidad y han hecho votos de pobreza, castidad y obediencia. En Concepción la comunidad está formada por la Hermana Guadalupe Carlos, quien es de México; la Hermana Rosa Méndez, proveniente de Argentina; y la Hermana Cecilia Marichal, quien es originaria de Uruguay. Además está la Hermana Cecilia Tolosa, quien es chilena, pero en este momento no vive con las demás religiosas, porque se encuentra cuidando a sus padres. 

Residencia de estudiantes y trabajadoras

La Residencia tiene capacidad para cerca de 60 jóvenes, que en su mayoría llegan al inicio del año académico a estudiar en las universidades e institutos de Concepción. Se trata de mujeres de entre 15 y 25 años de edad, provenientes de distintas ciudades y zonas rurales de la Región del Biobío, aunque también hay algunas que vienen desde otros puntos de Chile e incluso de otros países. 

La Hermana Cecilia Marichal explicó que “en el origen de nuestra Obra, las jóvenes normalmente sólo partían de su casa paterna para casarse y formar una nueva familia. Pero en aquella época mucha gente migraba del campo hacia Madrid buscando salir de la pobreza. Las jóvenes que llegaban solas a la ciudad lograban trabajar como criadas a cambio de techo y comida, o quedaban a merced de la prostitución, en la calle o terminaban enfermas en el hospital. En respuesta a las necesidades de ese colectivo de jóvenes es que surge la casa de acogida para sirvientas, sacada adelante por dos tíos de Vicenta María y luego por ella misma, fundando la congregación”. 

“A lo largo de los años la mujer ha ido accediendo a nuevos lugares en la sociedad: puestos de trabajo, educación formal. Así como también las migraciones han ido ampliándose. Entonces, nuestras casas han dado acogida a jóvenes que llegan con diversos proyectos y necesidades”, destacó. 

El día a día en la residencia de estudiantes y trabajadoras comienza temprano, cuando una de las hermanas abre la portería y prepara el desayuno en el comedor grande. Y ahí “ya comienza a sentirse el movimiento de las primeras que se van a estudiar o trabajar. Pronto llega la señora que trabaja en la casa y se ve pasar a las hermanas a la capilla, donde todas saben que rezamos mucho rato y vamos a Misa. La mañana es tiempo de trabajo, estudio y limpieza. Se aprovecha el tiempo en la labor, que también es bien fomentada en nuestras casas”. 

La jornada continúa con el almuerzo, que si bien está establecido a las 13:00 horas, va variando debido a los diversos horarios de las jóvenes. Por lo que “desde esa hora y a lo largo de toda la tarde van pasando por el comedor al volver de su jornada académica”. Y después, “durante la tarde-noche se siente más llena la casa. A las 20:00 es la once en el comedor y allí se junta casi la mayoría. Es la hora de la conversación y el compartir. Luego, para la mayoría continúa el estudio y suele ocurrir que hasta tarde en la noche quedan niñas, en las salas de estudio, poniéndole empeño para un certamen o un trabajo que entregar”.

Además, durante el año se desarrollan distintas actividades, “que suelen ser en la noche porque a esa hora todas podemos juntarnos en casa. Hay algunas actividades puntuales y más tradicionales como la Bienvenida, la Fiesta de Santa Vicenta María, el festejo de los cumpleaños y, cerca del 8 de diciembre, la Fiesta de la Familia”.

Es importante mencionar que gran parte de las jóvenes se va a su casa los viernes y retorna el domingo en la tarde a la residencia. 

Casa del Migrante

Casa del Migrante es el nombre por el que se conoce al centro social de las Religiosas de María Inmaculada, el que “es un espacio de misión tan importante como la residencia, en cada lugar del mundo donde estamos”. En ese sentido, la Hermana Cecilia Marichal explicó que “el centro social es el que conserva primordialmente esa atención por el trabajo doméstico, por las mujeres trabajadoras, por las personas que migran buscando un mejor futuro”.

“Por ese motivo, el Centro Social Casa del Migrante es un espacio de escucha y orientación a personas trabajadoras y migrantes, donde se ofrece lo que se tenga disponible de alimentos, ropa, apoyo espiritual, formación, ayuda con los trámites migratorios, bolsa de trabajo. Y también se los orienta a otras oficinas o instituciones donde puedan ayudarlos en sus necesidades”, detalló. 

La Casa del Migrante funciona gracias a las donaciones que se reciben, al trabajo de los voluntarios y a la conexión con otras organizaciones. Y si bien su oficina atiende de lunes a viernes durante la mañana, se permanece en comunicación abierta con todos los migrantes que lo deseen, después de su primera llegada e inscripción. 

“La Hermana Guadalupe, responsable del Centro Social, no tiene horarios para atender las necesidades que se generan a partir de las personas que llegan a la oficina. Y los voluntarios trabajan, ya sea en atención de la oficina o en otras tareas y horarios, según sus posibilidades”, señaló la Hermana Cecilia. 

Al año son cerca de 300 las personas que atienden, aunque precisó que esa cifra “depende mucho de las variaciones migratorias”. 

Respecto a las necesidades de la Casa del Migrante y de la Residencia de Estudiantes, manifestó que “lo más difícil es mantener y reparar las instalaciones” y agregó que “nuestros destinatarios generalmente son de bajos recursos, entonces siempre necesitamos para ellos más apoyo para que salgan adelante en lo laboral, habitacional, académico y sanitario”. 

Además comentó que la situación con los migrantes es muy delicada, los trámites migratorios “están colapsados y el sistema hace que los que somos extranjeros perdamos o no alcancemos la regularidad migratoria. Por ese motivo hay muchos migrantes que no pueden trabajar “en blanco” pues no logran tener sus papeles”. 

Vocación de servicio

Para la Hermana Cecilia Marichal ser Religiosa de María Inmaculada “es el cauce que me permite responder a la llamada de Dios a lo largo de mi vida”. 

En ese contexto relató que “en mi juventud, Dios llegó dando luz y sentido a espacios de mí que no conocía, y con su amor y gracia me ha ido cuidando, formando y alentando en mí su vida. Esta experiencia, que se inició cuando yo era una joven estudiante en una residencia RMI, ha marcado sin duda mi pertenencia y misión en las Religiosas de María Inmaculada”. 

“En nuestro mundo actual, en nuestra Iglesia y, sobre todo, para los jóvenes, las RMI deseamos ser una presencia y testimonio de que la luz de Cristo puede más que toda tiniebla, y que el amor de Dios es el que da y hace crecer la vida, y en su misericordia siempre nos espera”, expresó. 

La Hermana Cecilia enfatizó que “necesitamos personas que puedan colaborar en nuestra Obra. En general, a nivel mundial, las vocaciones religiosas escasean y eso nos hace temer el cierre de nuestras casas. Ciertamente hoy día es difícil encontrar personas con una vocación de servicio y entrega completa de su vida a una misión como la encomendada a Santa Vicenta María”. 

También existe el MOLAVIM, que es el Movimiento Laico Vicenta María, donde hay personas que se forman y comprometen con el carisma de las RMI, pero “esto requiere una llamada de Dios, un discernimiento, una formación y una moral cristiana que les permita el honesto, desinteresado y delicado servicio a nuestras jóvenes y a todos los destinatarios de nuestra obra”.

“El deseo de poner en acciones concretas la vocación cristiana de servicio genera muchas formas de voluntariado y colaboración, que también existe en nuestras casas y es un camino de crecimiento personal y de hacer bien a otros”, destacó. 

En este contexto, y teniendo en cuenta que estamos en el Mes de Oración por las Vocaciones, la Hermana Rosa Méndez hizo un llamado a los jóvenes para que “sean arriesgados, que no tengan miedo de anunciar a Jesucristo, de comprometerse en la Iglesia, que sean personas alegres y den testimonio de Jesús resucitado que está presente y los invita a estar con Él”. 

Fuente: Revista Nuestra Iglesia 

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