Acabamos de finalizar el Mes de María y de celebrar online la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. Fijando nuestros ojos en María, en este tiempo especial que vivimos, cabe preguntarnos qué es lo que ella nos regala.
Sin duda, nos enseña cómo abandonarnos totalmente a la voluntad del Padre, con sencillez y humildad, guardando todos los momentos importantes en el corazón. Nos muestra que debemos aceptar con generosidad, con amor, confiados en lo que el Señor tiene preparado para nosotros. En ella vemos también el ejemplo de fortaleza en el dolor máximo, como lo es la pérdida de un hijo, y la importancia de sobreponerse para acompañar a quienes son más débiles, como en su tiempo ella misma acompañó a los discípulos en la evangelización.
En adviento, cuando miramos hacia Navidad y nos encontramos en espera de aquel acontecimiento que nos revitaliza y renueva, también hacemos un intercambio de regalos con el Niño Jesús. Por un lado, le pedimos sus dones: paciencia, para confinarnos y contener las ganas de salir y ver a nuestros seres queridos; generosidad, para que sepamos ponernos en el lugar de los que sufren, de quienes han perdido el trabajo; tiempo, pero de la sencillez, para compartirlo en familia. Por cierto, también que aumente nuestra fe.
¿Y cuáles serían nuestras ofrendas? Con humildad, le ofrecemos un corazón dispuesto, la capacidad de reflexionar qué es lo verdaderamente importante, tiempo para servir a los demás, acompañar a los amigos y familiares, especialmente a los adultos mayores. Le ofrecemos y a la vez le pedimos que fortalezca nuestra capacidad de abandonarnos a su voluntad, ya que muchas veces nos apuramos y en medio del estrés no escuchamos lo que Él nos pide y quiere.
Los animamos a disponer el corazón, para que así podamos aprovechar este tiempo en familia y redescubrir cuál es el llamado que Jesús nos hace en esta Navidad.
Adriana Fernández Álvarez
Delegada Episcopal para la Educación
