“Yo soy hija de parroquia”, afirma la Hermana Luz Morales, cuya vocación nació en los grupos juveniles de una de las capillas de la Parroquia Nuestra Señora de Montserrat de Puente Alto, en la Región Metropolitana. “El sacerdote y los seminaristas que estaban en aquel momento nos fueron iluminando y mostrando que había algo más que hacer en la vida”, relató.
Fue así que conoció a la que es ahora su familia: la congregación de las Misioneras de Nuestra Señora del Pilar. Luego de un año de acompañamiento “para poder discernir si lo que se está queriendo es de Dios o es de uno”, las hermanas la invitaron a hacer una primera experiencia de comunidad.
Toda la primera etapa de formación la vivió en Santiago, estudió en la Facultad de Teología y luego la enviaron a su primera misión a Yumbel. “Venía con todo un mundo distinto, que es el de Santiago, a un pueblo”, pero lo vivió con alegría y afirma que durante ese tiempo “aprendí mucho con la gente, con los niños, los jóvenes y la pastoral”. Además, comenzó a trabajar en el Liceo Politécnico de Monte Águila y luego de dos años fue trasladada al liceo de Yumbel.
Respecto de la vida consagrada, la Hermana Luz afirma que para ella ha sido una muy buena experiencia y destaca el hecho de vivir en comunidad, porque ayuda mucho “compartir con otras hermanas que son de otras culturas, que son de otras generaciones. Es bonito, porque hay un proyecto común y ese proyecto se llama Jesús”.
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