Un ambiente sobrecogedor, con más de cuatrocientos jóvenes que abrieron su corazón al Espíritu Santo fue el que se experimentó en la Vigilia de Pentecostés organizada por un equipo de la pastoral juvenil de la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria de Tomé, con el lema “Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”.
Este encuentro, por momentos festivo y en otros con ferviente oración, se desarrolló durante toda la noche en el gimnasio del Colegio Margarita Naseau, perteneciente a la congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Su base fue la Lectio Divina, con el texto bíblico de la Vid y los Sarmientos, desarrollado a través de tres trabajos en grupo que reflexionaron la lectura y profundizaron en torno a los dones y frutos del Espíritu Santo. También fue posible contar con el sacramento de la reconciliación impartido por el padre Víctor Álvarez, vicario parroquial y asesor de los jóvenes, y un instante de promoción vocacional a cargo del padre Douglas Barry, sacerdote diocesano y la hermana Jéssica Lizama, carmelita misionera teresiana.
La noche tuvo dos momentos muy relevantes: la llegada del Espíritu Santo, cerca de las tres de la madrugada, instante de profundo silencio y emotividad con el signo de la luz; y la Eucaristía de cierre celebrada a las 06:30, presidida por el obispo auxiliar Monseñor Pedro Ossandón junto a los sacerdotes Héctor Rivera y Víctor Álvarez.
El mensaje de Monseñor Ossandón interpeló a todos los asistentes, a quienes señaló que estábamos celebrando la venida del Espíritu Santo, que la Iglesia llama la fiesta de Pentecostés. “Y ustedes, durante toda la noche, ¡miren qué hermoso!, le han regalado al Señor un tiempo de oración, que se llama una vigilia. ¿Y por qué lo han hecho? Porque quieren comprender mucho más en profundidad qué significa la venida del Espíritu Santo. No solamente comprenderlo con la cabeza, con el entendimiento, sino que además experimentarlo para descubrir que verdaderamente es una realidad, es una buena noticia verdadera”.
Y ahora el Señor cumple su palabra, prosiguió el obispo. ¿Se acuerdan que Él dijo muchas veces que iba a enviar un defensor, un abogado, a su propio Espíritu Santo? Es verdad que no lo podemos tocar ni ver hoy día, pero nos regaló algo tan íntimo, tan profundo, su Espíritu Santo, que realiza en nosotros la obra maravillosa de Cristo el Señor: santificarnos, redimirnos, darnos la vida nueva. Entonces miren ustedes, hoy día celebramos eso, por eso hemos hecho oración toda la noche, hemos hecho silencio, escuchando la palabra del Señor que nos invita a permanecer en su amor para que nosotros podamos tener vida abundante como la vid y los sarmientos”. “El Espíritu Santo nos permite decir esta noche que junto con nuestros anhelos de estudio, de profesión, de vida familiar, de vida consagrada, pone en nosotros el anhelo de ser santos y santas de Dios. Eso es lo que venimos a agradecer y a pedir al Señor esta noche, y agradecidos porque se nos regala el Espíritu Santo vamos a decir sí, yo también quiero ser santo, como Alberto Hurtado, como Teresa de Los Andes, como mis catequistas, como mi familia. Y como fruto de esa decisión el Señor nos regala la alegría, para ir al encuentro de otros jóvenes dando testimonio de Cristo”.
Durante la vigilia, los jóvenes conocieron los distintos grupos de la pastoral juvenil parroquial, intercambiaron experiencias, bailaron, jugaron, hicieron oración y mostraron toda la alegría de ser portadores del Espíritu Santo, que renovó su fe.