La fe, la esperanza y la caridad son la base y el fundamento de la vida cristiana. Por la fe entramos en el misterio de Cristo; por la caridad se consuma esta vivencia con Cristo y la esperanza nos abre a una utopía de futuro. (1 Tes. 5, 8) San Pablo aconseja a los fieles de Tesalónica que se revistan de la coraza de la fe y de la caridad y del yelmo de la esperanza.
El Papa Francisco vuelve a colocar estas virtudes teologales como marco de esta cuaresma, y nos señala
La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros. Ayunar (como expresión de fe) significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones -verdaderas o falsas- y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros.
El gran y desafiante proceso de fe para permitirle a Dios que se “adueñe” de nuestras vidas, que ante su presencia seamos capaces de liberarnos prescindiendo de lo que nos es Dios y no nos deja salir del encierro egoísta que a veces vivimos y así ejercer la libertad de optar solo por Dios, para mejor vivir esta historia que vivimos. ¿Quién me asegura que esta no es sea mi última cuaresma? Es un momento clave, es la oportunidad de querer y empeñarnos a vivir de fe
La esperanza “agua viva” que nos impulsa a caminar hacia la eternidad
El Papa Francisco nos propone: La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un “agua viva” (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que El dará́ en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: “Y al tercer día resucitara”. Cuantas veces perdemos la esperanza, nos llenamos de dudas y de incertidumbres, cuantas veces nuestra proclamación de hombres y mujeres de fe no alcanza para creer a Dios y “vivir esperanzados” la vida de que, amando de verdad en esta, contemplaremos su rostro. Esta cuaresma renovemos la esperanza en las cosas esenciales, amar, perdonar, servir, pero más aún en la vida del cielo, por eso la Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación
La caridad, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.
La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.
Tomar la enérgica decisión de ejercer el amor concreto a los que nos rodean, de manera especial, a los más pobres e invisibilizados de la sociedad. Se habla y se escribe tanto sobre los que más sufren, y se sufre y se actúa tan poco ante la realidad que clama el cielo ¿No será esta cuaresma el tiempo ideal para aprender y dejarnos enseñar que la amistad con Cristo, es amar a los hermanos? Con un amor concreto, sin buscar tribunas de apoyos, sin esperar aplausos “de la galería”, sin el atropello de ejercer yo mi única verdad y que “la verdad” sea solo la del Señor que vino a salvarnos. Es tan difícil solo vivir de fe, y amar de verdad, esperanzado y “esperanzando” a otros…pero intentémoslo
Tiempo de cuaresma, tiempo de cambios verdaderos, quizá sea esta la última oportunidad para hacerlo
Pbro. José Luis Roldán S
Vicario Episcopal de Arauco