Próximamente comienza el mes de mayo y lo hace con la celebración del Día del Trabajador, y eclesiásticamente se celebra a San José Obrero. Pero además es el mes dedicado a la oración por las vocaciones.
José es el padre en la tierra de Jesús de Nazaret, y del Señor Jesús se decía “no es este el hijo del carpintero” (Mt 13,55), refiriéndose precisamente a José. Jesús es el carpintero, el hijo del carpintero José. Jesús viene a devolver la dignidad del trabajo, pues debemos recordar que según el libro del Génesis, capítulo 3, después del pecado de Adán y de Eva, el castigo al hombre es: “Maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga comerás sus frutos todos los días de tu vida (…) con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado”.
Siguiendo la lógica, después de Adán, el trabajo se ve como un castigo a la humanidad, hasta la generación anterior a Jesús. De hecho, los griegos ven el ocio (el no trabajar), como la posibilidad de tener tiempo para otras cosas, entre ellas el desarrollo del pensamiento.
El Hijo de Dios se encarna, entre otras razones, para hacer nueva la visión de las cosas de la tierra. El mismo se vuelve trabajador para quitar la visión de castigo de Dios que hasta ahora tenía el trabajo. Jesús le da dignidad al trabajador como el ser que desarrolla los talentos que Dios le ha dado. Así en la parábola de los talentos Dios confía sus dones o talentos a los hombres con la obligación de que los trabajen y acrecienten y espera una respuesta fructífera por parte de cada hombre, y la inactividad, ya sea por miedo, preocupación o cobardía, pereza de hacer rendir los talentos recibidos es criticada por el propio Jesús.
Así, debemos tener una mirada en los trabajadores como aquellos hijos de Dios que desarrollan y multiplican los talentos que el Padre Dios ha puesto en cada uno de ellos. Encontramos también el ejemplo de San Pablo que era tejedor de carpas (Hch 18,3), en sus momentos libres dejaba el tiempo para dedicarse a la evangelización y al acompañamiento de sus comunidades.
Ojalá todos tuviésemos esa mirada sobre el trabajo como desarrollo de las capacidades, sentir que es el modo de obtener aquellos logros en los cuales vemos nuestra felicidad que proviene de Dios.
Por otro lado, mayo es el mes de oración por las vocaciones. Los trabajadores del Reino de los Cielos también necesitan las fuerzas y talentos que provienen de Dios para multiplicar espiritualmente la presencia de Él en sus hijos los cristianos.
Las vocaciones sacerdotales y religiosas necesitan de la oración, pero no sólo ellos: “La mies es abundante, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies…” (Lc 10,2). Los trabajadores de esa mies son todos aquellos que de uno u otro modo desean hacer realidad el Reino de Dios en la tierra. Los que ponen sus vidas al servicio de otros sin horario, sin fatiga, animadores, catequistas, ministros de comunión, misioneros, etc. Pidamos también por todos ellos, y por todos los trabajadores del mundo y del Reino.
Pbro. César Pedreros Moreno
Vicario para la Pastoral